
SI ESTE AÑO NO FUE LO QUE ESPERABAS, LLENATE DE FE QUE ESTE NUEVO AÑO TIENES OTRA OPORTUNIDAD...RECUERDA NO ESTAS SOLO NUNCA LO HAS ESTADO Y ESPERO QUE ESTE AÑO SEGUIRLES LLENANDO DE MENSAJES HERMOSOS QUE ALIMENTEN SU CORAZÓN Y ESPIRITU.
“Hoy, hijos míos predilectos, recordad mi venida aquí a la tierra, en la pobre Cova de Iria, en Fátima. Bajé del Cielo para pediros la Consagración a mi Corazón Inmaculado.
Por medio de vosotros, Sacerdotes de mi Movimiento, cuanto os pedí entonces se está ahora realizando. Vosotros os consagráis a mi Corazón Inmaculado y conducís las almas a vosotros encomendadas a esta consagración querida por Mí misma.
Desde aquel día ha pasado mucho tiempo: ya son cincuenta y nueve años.
Aconteció también la segunda guerra mundial, predicha por Mí como castigo permitido por Dios para una Humanidad que no se ha arrepentido, por desgracia.
Ahora estáis viviendo los momentos en que el Dragón rojo, a saber, el ateísmo marxista, se ha propagado por todo el mundo y hace estragos cada vez mayores entre las almas.
Logra verdaderamente seducir y precipitar un tercio de las estrellas del cielo.
Estas estrellas, en el firmamento de la Iglesia, son los Pastores: sois vosotros, pobres hijos míos Sacerdotes.
¿Acaso no os ha confirmado también el Vicario de mi Hijo que hoy son los amigos más queridos, incluso sus mismos comensales, los Sacerdotes y Religiosos, los que traicionan y se ponen contra la Iglesia?
Ésta es, pues, la hora de recurrir al gran remedio, que el Padre os ofrece, para resistir a las seducciones del Maligno y para oponeros a la verdadera apostasía que cada vez se extiende más entre mis pobres hijos.
¡Consagraos a mi Corazón Inmaculado!
A quien se consagra a mi Corazón Inmaculado, vuelvo a prometerle la Salvación: la salvación del error en este mundo y la salvación eterna.
La obtendréis por mi especial intervención de Madre. Así impediré que podáis caer en las seducciones de Satanás. Seréis protegidos y defendidos por Mí misma; seréis consolados y robustecidos por Mí.
Ésta es la hora en que todo Sacerdote, que quiera mantenerse fiel, debe atender mi llamada.
Cada uno se consagre a mi Corazón Inmaculado: y por medio de vosotros, Sacerdotes, muchos hijos míos harán esta Consagración.
Es como una vacuna que, a título de buena Madre, os doy para preservaros de la epidemia del ateísmo que contamina a tantos hijos míos y los conduce a la verdadera muerte del espíritu.
Éstos son los tiempos predichos por Mí misma; ésta es la hora de la purificación (...).”
25 de marzo de 1984
Fiesta de la Anunciación de María Santísima
Pido a todos la consagración
“Contemplad el momento inefable de la Anunciación cuando el Arcángel Gabriel, enviado por Dios, recibe mi “sí” para realizar el eterno designio de Redención, y el gran misterio de la Encarnación del Verbo en mi seno virginal, y comprenderéis entonces el porqué os pido consagraros a mi Corazón Inmaculado.
Sí, Yo misma he manifestado mi voluntad en Fátima, cuando me aparecí en 1917. Se la he pedido repetidas veces a mi hija Sor Lucía, que se encuentra aún sobre la Tierra para cumplir esta misión que le he confiado. En estos años la he pedido insistentemente, a través del mensaje confiado a mi Movimiento Sacerdotal. Hoy pido de nuevo a todos la consagración a mi Corazón Inmaculado.
La pido, ante todo al Papa Juan Pablo II, mi primer hijo predilecto, que con ocasión de esta fiesta, la realiza de manera solemne, después de haber escrito a los Obispos del mundo para que la hagan en unión con Él.
Por desgracia la invitación no ha sido acogida por todos los Obispos. Especiales circunstancias no le han permitido todavía consagrarme expresamente Rusia, como repetidamente he pedido. Como ya os he dicho, esta consagración me será hecha cuando ya estén en vías de realización sangrientos acontecimientos.
Bendigo ese valeroso acto de “mi” Papa, que ha querido consagrar el mundo y todas las naciones a mi Corazón Inmaculado; lo acojo con amor y gratitud y, por él, prometo intervenir para abreviar mucho las horas de purificación y para hacer menos dura la prueba.
Pero pido también esta consagración a todos los Obispos, a todos los Sacerdotes, a todos los Religiosos y a todos los fieles. Ésta es la hora en que toda la Iglesia se debe recoger en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
¿Por qué os pido la consagración?
Cuando se consagra una cosa, se la sustrae a todo otro uso profano para destinarla sólo al uso sagrado. Así sucede con un objeto cuando se le destina al culto divino...
Pero puede serlo también una persona cuando Dios la llama a rendirle un culto perfecto. Comprended, por tanto, cómo el verdadero acto de vuestra consagración fue el del Bautismo.
Con este Sacramento, instituido por Jesucristo, se os comunicó la Gracia, que os injerta en un orden de vida superior al vuestro, esto es, en el orden sobrenatural. Participáis, así, de la naturaleza divina, entráis en una comunión de amor con Dios, y vuestras acciones tienen, por esto, un nuevo valor, que supera al de vuestra naturaleza porque tienen un verdadero valor divino.
Después del Bautismo estáis ya ordenados a la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad y consagrados a vivir en el amor del Padre, en la imitación del Hijo y en la plena comunión con el Espíritu Santo.
El hecho que caracteriza el acto de la consagración, es su totalidad: cuando os consagráis, desde ese instante lo estáis enteramente y para siempre.
Cuando os pido la consagración a mi Corazón Inmaculado, es para haceros comprender que debéis entregaros completamente a Mí, de manera total y perenne, para que pueda disponer de vosotros según el Querer de Dios.
Debéis entregaros de modo completo, dándomelo todo. No debéis entregarme algo y retener todavía alguna cosa para vosotros; debéis ser verdadera y solamente del todo míos.
Y luego os debéis entregar a Mí, no un día sí y otro no, o por un período de tiempo, hasta que vosotros queráis, sino para siempre. Es para subrayar este importante aspecto de completa y duradera pertenencia a Mí, vuestra Madre Celeste, el por qué Yo os pido la consagración a mi Corazón Inmaculado.
¿Cómo debéis vivir vuestra consagración?
Si meditáis el inefable misterio, que hoy recuerda la Iglesia, comprenderéis cómo debe vivirse la consagración que os he pedido.
El Verbo del Padre, por amor, se me ha confiado completamente. Después de mi “sí”, descendió del Cielo a mi seno virginal.
Se me ha confiado en su divinidad. El Verbo eterno, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, después de la Encarnación, se ha escondido y recogido en la pequeña morada, milagrosamente preparada por el Espíritu Santo, de mi seno virginal.
Se me ha confiado en su humanidad, de manera tan profunda, como cualquier otro hijo se confía a su madre de la que todo lo espera: sangre, carne, respiración, alimento y amor para crecer cada día en su seno y luego –después del nacimiento– cada año crecer siempre junto a su madre.
Por esto, así como soy Madre de la Encarnación, así también soy Madre de la Redención, que tuvo aquí su admirable comienzo.
Vedme aquí, por ello, íntimamente asociada a mi Hijo Jesús; colaboro con Él en su Obra de salvación, durante su infancia, adolescencia y sus treinta años de vida oculta en Nazaret y su ministerio público; durante su dolorosa pasión hasta su Cruz, donde ofrezco y sufro con Él, y recojo sus últimas palabras de amor y de dolor, con las cuales me da como verdadera Madre a toda la humanidad.
Hijos predilectos, llamados a imitar en todo a Jesús porque sois sus Ministros, imitadlo también en esta su total entrega a la Madre Celeste. Por esto os pido que os entreguéis a Mí con vuestra consagración.
Podré ser así para vosotros madre atenta e interesada en haceros crecer en el designio de Dios, para realizar en vuestra vida el gran don del Sacerdocio, al que habéis sido llamados; os llevaré cada día a una cada vez mejor imitación de Jesús, que debe ser vuestro único modelo, y vuestro mayor y único amor. Seréis sus verdaderos instrumentos, fieles colaboradores de su Redención.
Hoy esto es necesario para la salvación de toda la humanidad, tan enferma y alejada de Dios y de la Iglesia.
El Señor la puede salvar con una extraordinaria intervención de su Amor Misericordioso, y vosotros, Sacerdotes de Cristo y mis hijos predilectos, estáis llamados a ser los instrumentos del triunfo del Amor Misericordioso de Jesús.
Hoy esto se hace indispensable para mi Iglesia, que debe ser curada de las llagas de la infidelidad y de la apostasía para retornar a una renovada santidad y a su esplendor.
Vuestra Madre Celeste quiere curarla a través de vosotros, mis Sacerdotes. Pronto lo haré, si me dejáis obrar en vosotros, si os confiáis, con docilidad y sencillez, a mi misericordiosa acción materna.
Por esto, una vez más hoy, con dolorosa súplica, os pido a todos que os consagréis a mi Corazón Inmaculado.”
7 de junio de 1986
Fiesta del Inmaculado Corazón de María
Áncora de Salvación.
"Hoy quiero expresaros mi gratitud maternal por haber acogido la invitación a consagraros a mi Corazón Inmaculado.
En gran número habéis respondido de todas las partes del mundo. Seguid respondiéndome con generosidad y dejaos conducir por Mí al seguro refugio, que mi amor maternal ha preparado para vosotros.
En estos tiempos, todos necesitáis correr al refugio seguro de mi Corazón Inmaculado, porque graves peligros de males os amenazan.
Son ante todo males de orden espiritual, que pueden dañar la vida sobrenatural de vuestras almas.
El pecado se extiende como la peor y más perniciosa de las epidemias, y lleva a todas partes la enfermedad y la muerte a muchísimas almas. Si vivías habitualmente en pecado mortal, estáis espiritualmente muertos; y si llegáis al término de vuestra existencia en ese estado, os aguarda la muerte eterna en el infierno.
El infierno existe, es eterno, y hoy muchos corren el peligro de caer en él, por estar contagiados por esa enfermedad mortal.
Hay males de orden físico, como enfermedades, desgracias, accidentes, sequías, terremotos, males incurables que se propagan. También en esto que sucede en el orden natural, ved una señal de aviso para vosotros.
Debéis ver en todo una señal de la Justicia Divina, que no puede dejar impunes los innumerables delitos que se cometen cada día.
Hay males de orden social, como la división y el odio, el hambre y la pobreza, la explotación y la esclavitud, la violencia, el terrorismo y la guerra.
Para protegeros de todos estos males, os invito a guareceros en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado.
Pero en estos tiempos, tenéis necesidad, sobre todo de ser defendidos de las terribles asechanzas de mi Adversario, que ha logrado instaurar su reino en el mundo.
Es el reino que se opone a Cristo, el reino del Anticristo. En el último período de vuestro siglo su reino llegará a la cumbre de su fuerza, de su poder, de su gran seducción.
Se acerca la hora en la que el hombre inicuo, que se quiere poner en el puesto de Dios, para hacerse adorar él mismo como Dios, se manifestará con todo su poder.
Bajo el flagelo sangriento de esta terrible prueba, ¿cómo podréis evitar la dispersión y el abatimiento y permanecer fuertes en la fe y fieles sólo a Jesús y al Evangelio?
Mi Corazón Inmaculado será vuestra defensa fortísima, el escudo de protección, que os salvará a todos de los ataques de mi Adversario.
Pero hoy tenéis especial necesidad de ser consolados.
¿A quién podréis recurrir, en los dolorosos momentos que os aguardan, cuando llegue al culmen la gran apostasía y la humanidad llegue al vértice máximo de la negación de Dios y de la rebelión, de la iniquidad y de la discordia, del odio y de la destrucción, de la maldad y de la impiedad?
¡En mi Corazón Inmaculado seréis consolados!
Por esto os repito hoy a cada uno de vosotros lo que dije en Fátima a mi hija Sor Lucía: -Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino seguro que te conducirá a Dios.
En este día, en que la Iglesia me venera de modo particular, deseo que mi Corazón Inmaculado se muestre como el áncora de salvación para todos".
Rubbio (Vicenza), 30 de julio de 1986
Arca de la Nueva Alianza
“Hijos predilectos, Yo os llevo cada día por el camino hacia la perfecta imitación de mi Hijo Jesús.
Sólo así podréis ser hoy una señal de alegría y de consolación para todos.
Éstos son los años dolorosos de la prueba. Ésta os ha sido ya preanunciada por Mí de tantos modos y con muchas señales.
Pero, ¿quién me cree?, ¿quién me escucha?, ¿quién se empeña de verdad en cambiar de vida?
Dos son las espadas que atraviesan mi Corazón de Madre. Por una parte veo el gran peligro que corréis, porque el castigo está ya a la puerta; y por otra veo vuestra incapacidad para creerme y aceptar las invitaciones a la conversión, que Yo os doy, para que podáis eludirlo.
Ahora me dirijo todavía a vosotros, mis predilectos e hijos a Mí consagrados, y os invito a levantaros sobre este mundo, de vuestras diarias preocupaciones, de los desordenados apegos a las criaturas y a vosotros mismos, de la mediocridad y de la tibieza, de una aridez más vasta cada día.
Entrad en el refugio, que la Madre celestial os ha preparado para vuestra salvación para que podáis pasar a salvo en mi Corazón Inmaculado los días terribles de la gran tempestad, que ya ha llegado.
Éste es el momento de refugiaros todos en Mí, porque Yo soy el arca de la Nueva Alianza.
“En los tiempos de Noé, inmediatamente antes del diluvio, entraban en el Arca aquellos que el Señor destinaba a sobrevivir a su terrible castigo. En vuestros tiempos Yo invito a todos mis hijos a entrar en el Arca de la Nueva Alianza, que Yo he construido en mi Corazón Inmaculado, para ser ayudados por Mí a sobrellevar el peso sangriento de la gran prueba, que precede a la llegada del día del Señor”.
No miréis a otra parte. Sucede como en el tiempo del diluvio y nadie piensa en lo que os espera.
Todos están muy ocupados en pensar solamente en sí mismos, en los propios intereses terrenales, en el placer, en satisfacer de todos los modos sus pasiones desordenadas.
¡Incluso en la Iglesia, qué pocos son los que se preocupan de mis llamadas maternales tan dolorosas!
Al menos vosotros, mis predilectos, debéis escucharme y seguirme. Entonces por medio de vosotros, Yo puedo llamar a todos a entrar lo más pronto en el Arca de la Nueva Alianza y de la salvación, que mi Corazón Inmaculado os ha preparado para estos tiempos del castigo.
Aquí estaréis en paz y podréis convertiros en señales de mi paz y mi maternal consolación para todos mis pobres hijos.”
Historia de la fiesta
Aunque las diferentes advocaciones de la Virgen María son muy numerosas, la Iglesia le da especial importancia a las tres apariciones de la Virgen María en diferentes partes del mundo:
Aparición de la Virgen de Guadalupe: 12 de Diciembre de 1531 en México.
Aparición de la Virgen de Lourdes: 11 de Febrero de 1858 en Francia.
Aparición de la Virgen de Fátima: 13 de Mayo de 1917 en Portugal.
Debemos recordar que es la misma Virgen María la que se ha aparecido en los distintos lugares, en estos tres momentos para ayudarnos y animarnos a seguir adelante en nuestro camino al cielo. En estas apariciones, la Virgen nos ha pedido rezar el Rosario, acudir al Sacramento de la Penitencia y hacer sacrificios para la salvación del mundo.
La Virgen de Guadalupe es muy importante para la fe de todos los mexicanos, pues en ella nuestra Madre del Cielo manifestó claramente su amor de predilección por este pueblo, dejando un hermoso mensaje lleno de ternura y dejando su imagen grabada en un ayate como muestra de su amor.
En el Nican Mopohua se puede encontrar la historia completa de las apariciones de la Virgen de Guadalupe, pero aquí presentamos un resumen de la misma:
Hace muchos años, los indios aztecas que vivían en el valle de México, no conocían a Jesús. Ellos tenían muchos dioses y eran guerreros. Los misioneros eran unos sacerdotes que vinieron de España y que poco a poco fueron evangelizando a los indios. Les enseñaron a conocer, amar e imitar a Jesús en la religión católica y los bautizaron.
Entre los primeros que se bautizaron, había un indio muy sencillo llamado Juan Diego, quien iba todos los sábados a aprender la religión de Cristo y a la misa del pueblo de Tlatelolco.
El sábado 9 de Diciembre de 1531, cuando Juan Diego pasaba por el Cerro del Tepeyac para llegar a Tlatelolco, escuchó el canto de muchos pájaros y una voz que le decía: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?". Al voltear Juan Diego vio una Señora muy hermosa.
La Señora le dijo: "Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios. He venido hasta aquí para decirte que quiero que se me construya un templo aquí, para mostrar y dar mi amor y auxilio a todos ustedes".
La Virgen le dijo a Juan Diego que fuera a ver al Obispo y le contara lo que Ella le había dicho.
Juan Diego salió de la casa del Obispo muy triste porque no le creyó. Entonces fue al Cerro del Tepeyac a pedirle a la Virgen que mejor mandara a un hombre más importante porque a él no le creían.
La Señora le dijo a Juan Diego que volviera el domingo a casa del Obispo. Esta vez, el Obispo le dijo que le trajera una señal, es decir, una prueba de que la Señora de verdad era la Virgen.
Juan Diego no pudo ir al día siguiente al Tepeyac, pues su tío Bernardino se puso muy enfermo y fue por un médico. Fue hasta el martes, cuando al pasar por el cerro para ir por un sacerdote que confesara a su tío, se le apareció la Virgen y le dijo: "Juanito, Juan Dieguito; ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿Por qué te preocupas?”. Después, le hizo saber que su tío ya estaba curado y le pidió que subiera a la punta del cerro a cortar unas rosas y las guardara en su ayate. Juan Diego se sorprendió de aquella orden, pues era invierno y no era tiempo de rosas. Sin embargo, obedeció y encontró las rosas tal como la Virgen le había dicho. Se las llevó y Ella le dijo: "Hijo mío, el más pequeño, estas rosas serán la prueba que llevarás al obispo".
Juan Diego fue de nuevo a ver al Obispo y le dijo que la Virgen le había mandado la prueba de que Ella era realmente la Virgen.
Al soltar su ayate, las rosas cayeron al suelo y apareció dibujada en la tela la preciosa imagen de la Virgen de Guadalupe.
Fue entonces cuando el Obispo creyó que la Virgen quería que le construyeran en ese lugar un templo.
El ayate permaneció un tiempo en la capilla del Obispo Fray Juan de Zumárraga. El 26 de diciembre de 1531 lo trasladaron a una ermita construida al pie del Tepeyac.
En 1754, Benedicto XIV nombró a al Virgen de Guadalupe patrona de la Nueva España, desde Arizona hasta Costa Rica.
El 12 de octubre de 1895 se llevó a cabo la coronación pontificia de la imagen, concedida por León XIII.
En 1904, San Pío X elevó el santuario de México a la categoría de Basílica y en 1910 proclamó a la Virgen de Guadalupe, Patrona de toda América Latina.
En 1945, Pío XII le dio el título de la Emperatriz de América. El 12 de Octubre de 1976 se inauguró la nueva Basílica de Guadalupe.
Miles de personas de México y del mundo entero, visitan cada año la Basílica de Guadalupe, en donde está la hermosa pintura que la Virgen pintó a Juan Diego en su ayate para pedirle a Nuestra Madre su amor, su protección y su ayuda.
Las peregrinaciones no sólo se llevan a cabo en México, las hay en todos los países del mundo a diferentes templos. Algunas personas van de rodillas, porque le hacen una promesa a la Virgen cuando le piden un favor. En las peregrinaciones, la gente va haciendo oración, sacrificios y cantando. Muchas veces, las peregrinaciones vienen de muy lejos y se tardan varios días en llegar a darle gracias a la Virgen por algún milagro o favor que les concedió. El amor a la Virgen es lo que mueve a todas estas personas a irla a visitar desde su ciudad.
En las peregrinaciones, las personas suelen llevar estandartes con la imagen de la Virgen y mantas donde escriben el nombre de su pueblo, de su familia, de su empresa.
Oración a la Virgen de Guadalupe
Préstame Madre tus ojos, para con ellos poder mirar, porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar, porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar, que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad, pues cubierta con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame Madre a tu Hijo, para poder yo amar.
Si tu me das a Jesús, qué más puedo yo desear
y ésta será mi dicha por toda la eternidad.
Amén.
Canciones guadalupanas
La Guadalupana
Desde el Cielo, una hermosa mañana (bis)
La Guadalupana (tres veces)bajó al Tepeyac.
Suplicante juntaba sus manos (bis)y eran mexicanos (tres veces) su porte y su faz.
Su llegada llenó de alegría (bis)
De luz y armonía (tres veces) el Anáhuac.
Junto al monte pasaba Juan Diego (bis)
Y acercóse luego (tres veces) al oír cantar.
A Juan Diego la Virgen le dijo (bis)este cerro elijo (tres veces) para hacer mi altar.
Y en la tilma entre rosas pintada (bis)Su imagen amada (tres veces)se dignó dejar.
Desde entonces para el mexicano (bis)Ser guadalupano (tres veces) es algo esencial.En sus penas se postra de hinojos (bis)Y eleva sus ojos (tres veces)hacia el Tepeyac.
Himno a la Virgen de Guadalupe
Mexicanos volad presurosos del pendón de la Virgen en pos, y en la lucha saldréis victoriosos defendiendo a la patria y a Dios.
De la santa montaña en la cumbre apareció como un astro María ahuyentando con plácida lumbrelas tinieblas de la idolatría.
Es patrona del indio, su mantoal Anáhuac protege y da gloria; elevad mexicanos el canto,alabanza y eterna victoria.
En Dolores brilló refulgente cual bandera su imagen sagrada dando arrojo al patriota insurgente y tomando invencible su espada.
Siempre así lucirá; invasores hollar quieren Anáhuac la tierra flameará nuevamente en la guerra.
En redor de esa enseña brill ante todo el pueblo luchará, volará,y por siempre en las lides triunfantecon arrojo sacarlas habrá.
Rosario a la Virgen Guadalupana
En estos misterios se medita en las apariciones de la Virgen de Guadalupe. Al iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la petición, se reza un Padrenuestro, 10 Avemarías y un Gloria y al final, se canta alguna estrofa de las canciones propias de la Virgen de Guadalupe.
Primer Misterio: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su pueblo.
“Sabe y ten entendido, tú, el más pequeño de mis hijos, que soy yo la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en quien está todo; y es Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy su piadosa Madre”.
Pedir a la Virgen María por todos aquellos que no la conocen y no la valoran como su Madre.
Segundo Misterio: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su pequeñez a los ojos de los hombres.
“Te ruego encarecidamente, Señora y niña mía, que alguno de los principales, conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda.”
Pedir a la Virgen que nos ayude a darnos cuenta del valor de la humildad y la sencillez de corazón.
Tercer Misterio: María de Guadalupe escogió a Juan Diego por su sencillez y no por su sabiduría.
“Oye hijo mío, el más pequeño, ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad, pero es de todo punto preciso que tú mismo solicites y ayudes y con tu mediación, que se haga mi voluntad”.
Pedir a la Virgen que nos ayude a saber transmitir la palabra de Cristo a los demás.
Cuarto Misterio: La Virgen María cura a Juan Bernardino como signo de que quiere salud y felicidad para su pueblo.
“Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas a esa enfermedad ni alguna otra angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete otra cosa, no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella. Está seguro de que ya sanó".
Pedir a la Virgen que, como Juan Diego, sepamos acompañar en la enfermedad, la angustia y el dolor a los que están cerca de nosotros.
Quinto Misterio: María nos deja su imagen para recordarnos su ternura, su amor y su constante protección.
Juan Diego trajo a la Señora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar; las que, así como las vio, cogió con sus manos y otra vez se las echó en el regazo diciendo: “Hijo mío, el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo, le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla. Tú eres mi embajador, muy digno de confianza.”
Pedir a la Virgen que, como Ella, sepamos escuchar y ayudar a nuestros hermanos.
A través de la historia todo fiel cristiano, que por serlo tiene que ser mariano, ha llevado a la práctica consciente o inconsciente este ruego del gran devoto de la Virgen, San Bernardo.
El niño en quien se sembró una gran piedad mariana al llegar a los años borrascosos de la adolescencia y juventud no olvidó aquellas vivencias de sus años infantiles y, como niño, acudió a María
Como niños en apuros acudamos al regazo de Nuestra Madre. tal vez destrozado su corazón por la pasión o el pecado, pero no por eso desesperanzado. Los años le irán haciendo más maduro, pero no por eso olvidará el cariño tierno a la Madre a quien si no de una manera particular, sí en su interior acudía a la Señora.
Ni que decir tiene que el anciano que ha vivido tantos años invocando a María, ahora en el declive de su vida sigue teniéndola muy presente, ya que tiene un presagio de pronta realidad el “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.
¡Cuántas invocaciones tienen los cristianos para dirigirse a la Señora y expresarle así la necesidad que tienen de ella en este peregrinar duro del vivir diario!. Será, por ejemplo, la “Virgen del Camino” que encontramos en nuestro peregrinaje por este mundo; la “Virgen del Paso” (Venerado en Otranto, al sur de Italia), quien en la fatiga del bregar diario nos alienta a proseguir en el camino hacia Dios; la “Virgen de la Luz”, quien en la oscuridad, fruto de nuestras dudas, aparece como disipadora de las tinieblas; “La Virgen de la Estrella”, quien en medio de la borrasca de la tentación nos encamina hacia Jesús, que es el camino.
¿Qué hombre en el dolor no se acuerda de su madre? ¿Qué cristiano verdadero en sus dificultades y luchas no invoca a María?.
“María es siempre el camino que conduce a Cristo” (Pablo VI).
Toda la razón de ser de las prerrogativas de María está en su función de Madre de Dios.
Todo el que se ha acercado a María es para terminar en Jesús. no se puede concebir un amor a María, que no germine en un amor a Cristo, ya que Él es el centro de nuestra vida y todo lo demás son medios para acercarnos a Él.
En la vida ordinaria vemos la lección, uno que es auténtico devoto de María, no puede menos de amar a Jesús. La experiencia nos la podrían contar todos los santuarios marianos, lugares de regeneración espiritual para muchos que llegan allí hechos un desastre en su conducta y que salen rejuvenecidos dispuestos a dar un sentido a su vida.
Nuestro amor a la Madre, si es auténtico, no se puede concebir sin el mismo amor al Hijo, ya que si amamos de verdad a una persona, tenemos que amar lo que Ella ama.
Nuestro acudir a María es sencillamente, porque Ella puede alegar sus méritos y su vida a favor nuestro ante su Hijo. Ella es licenciada en pleitos divinos-humanos.
Acudimos a María para llegar a Jesús. porque es acomodadora de la misericordia y del perdón.
Como el niño acude al regazo de la madre para buscar su protección, así los cristianos acudimos a María para ir de su mano a Dios, pues, nuestra condición de pecadores nos da vergüenza, si nos acercamos directamente.
María es un atajo seguro, que desemboca en Cristo, quien va de su mano tiene la certeza de que tarde o temprano se unirá a Jesús.
María consciente de su puesto de Medianera de todas las gracias está siempre a nuestra total disposición. Ella fue la que sirvió de enlace, para que Dios bajase a nosotros y sigue siendo el acceso que tenemos los hombres para llegar a Dios.
Padre Tomás Rodríguez Carbajo