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En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".
lunes, 25 de febrero de 2013
martes, 5 de febrero de 2013
Mensaje del 2 de febrero de 2013 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
“Queridos
hijos, el amor me trae a ustedes, el amor que también les deseo enseñar a
ustedes – el amor verdadero. El amor que mi Hijo les ha mostrado, cuando murió
en la cruz, desde el amor, por ustedes. El amor que siempre está dispuesto a
perdonar y pedir perdón. ¿Cuán grande es el amor de ustedes? Mi corazón materno
está triste mientras está buscando el amor en sus corazones. No están dispuestos
a someter, desde el amor, vuestra voluntad a la voluntad de Dios. No pueden
ayudarme a que, aquellos que no han conocido el amor de Dios lo conozcan, porque
ustedes no tienen el verdadero amor. Conságrenme sus corazones y yo los guiaré.
Les enseñaré a perdonar, a amar al enemigo y a vivir según mi Hijo. No tengan
miedo por ustedes mismos. Mi Hijo no olvida, en las desgracias, a aquellos que
aman. Yo estaré con ustedes. Oraré al Padre Celestial que los ilumine con la luz
de la eterna verdad y del amor. Oren por sus pastores, para que, a través de
vuestro ayuno y oración, puedan guiarlos en el amor. ¡Les agradezco!”
miércoles, 2 de enero de 2013
Mensaje del 2 de enero de 2013 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
"Queridos hijos, con mucho amor y paciencia procuro hacer que sus corazones sean como mi Corazón. Con mi ejemplo, procuro enseñarles la humildad, la sabiduría y el amor, porque los necesito; no puedo sin ustedes, hijos míos. Por la voluntad de Dios los elijo y por su fuerza los fortalezco. Por lo tanto, hijos míos, no tengan miedo de abrirme sus corazones, Yo los entregaré a mi Hijo y Él, en cambio, les concederá la paz divina que ustedes llevarán a todos los que encuentren; testimoniarán el amor de Dios con la vida y darán a mi Hijo por medio de ustedes. Por medio de la reconciliación, el ayuno y la oración, Yo los guiaré. Inmenso es mi amor, ¡no teman! Hijos míos, oren por los pastores. Que su boca permanezca cerrada frente a toda condena, porque no olviden: mi Hijo los ha elegido, y solamente Él tiene el derecho de juzgar. ¡Les agradezco!"
martes, 25 de diciembre de 2012
Aparición anual a Jakov – 25 de diciembre de 2012
“Queridos
hijos, entréguenme su vida y abandónense completamente a mí para que pueda
ayudarlos a comprender mi amor materno y el amor de mi Hijo hacia ustedes. Hijos
míos, yo los amo inmensamente y en particular hoy, en el día de la Natividad de
mi Hijo, deseo recibir a cada uno de ustedes en mi Corazón y entregar sus vidas
a mi Hijo. Hijos míos, Jesús los ama y les concede la gracia de vivir en Su
misericordia, pero muchos de sus corazones han sido aprisionados por el pecado y
viven en las tinieblas. Por tanto, hijos míos, no esperen más, digan no al
pecado y entreguen sus corazones a mi Hijo, porque solamente así podrán vivir la
misericordia de Dios y, con Jesús en sus corazones, emprender el camino de la
salvación.”
domingo, 2 de diciembre de 2012
Mensaje del 2 de diciembre de 2012 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
“Queridos hijos, con amor materno y paciencia materna, de nuevo los invito a vivir según mi Hijo, a vivir Su paz y Su amor. Que como mis apóstoles acepten, con todo el co
razón, la verdad de Dios, y que oren al Espíritu Santo para que los guíe. Entonces podrán servir fielmente a mi Hijo y con vuestra vida, mostrar Su amor a los demás. Por medio del amor de mi Hijo y de mi amor, yo como Madre, me propongo llevar a mi abrazo maternal, a todos los hijos extraviados y mostrarles el camino de la fe. Hijos míos, ayúdenme en mi lucha materna y oren conmigo para que los pecadores conozcan sus pecados y se arrepientan sinceramente. Oren también por quienes mi Hijo ha elegido y en Su Nombre ha consagrado. ¡Les agradezco!”
lunes, 26 de noviembre de 2012
Mensaje del 25 de noviembre de 2012 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina
“¡Queridos
hijos! En este tiempo de gracia, los invito a todos ustedes a renovar la
oración. Ábranse a la Santa Confesión, para que cada uno de ustedes pueda
aceptar mi llamada con todo el corazón. Yo estoy con ustedes y los protejo de la
perdición del pecado, y ustedes deben abrirse al camino de la conversión y de la
santidad, para que vuestro corazón arda de amor por Dios. Concedan-Le tiempo, y
Él se donará a ustedes, y así, en la voluntad de Dios, podrán descubrir el amor
y la alegría de vivir. Gracias por haber respondido a mi llamado.”
sábado, 3 de noviembre de 2012
María... ahora y en la hora de nuestra muerte...
Madre... hoy necesito preguntarte acerca de las almas del purgatorio.
- Bien hija. ¿Qué es lo que quieres saber, exactamente?- contestas a mi alma desde tu suave imagen de Luján.
En la parroquia de mi barrio sólo escucho un sereno silencio. Un momento más y comenzará la Santa Misa...
- Madre, es tan grande mi ignorancia que ni siquiera sé que preguntarte.
- Mira, antes de responderte quiero que te respondas a ti misma una pregunta. ¿Mueve tu corazón la curiosidad o el amor?
- Quiero que sea el amor, Señora mía ¡Ayúdame a que sea el amor!...
- Tus palabras alegran mi corazón. Me preguntas acerca de las almas del purgatorio. Te propongo que cierres los ojos y vengas conmigo.
- ¿Adónde Madre?
- A un lugar donde es grande la pena y larga la espera.
Mi imaginación dibuja, entonces, un sitio triste, solitario... en semipenumbras. Como un grande y profundo valle al que no puedo bajar. María permanece a mi lado. Desde una especie de acantilado diviso, en el fondo del valle, tantísimas almas suplicantes.
La Misa comienza en la Parroquia. Quiero oírla a tu lado, Madre. Pero necesito preguntar:
- Señora, nada soy y nada valgo. Ningún mérito tengo para pedirte ¡Oh Madre de Misericordia! ¿Puede mi nada hacer algo para aliviar el gran sufrimiento de estas almas?
Me miras con infinita ternura. Te acercas a mi corazón y tomas de él algo que parece una cadena.
- Pero ¿De dónde sacas esos eslabones, María?
- Esta cadena, hija mía, es la que has construido con tus oraciones de hoy.
Ella se acerca al borde del acantilado y arroja un extremo de la cadena pero... resulta demasiado corta para llegar, siquiera, al alma más cercana. Mis oraciones fueron tan apuradas, tan frías, tan débiles...
María camina ahora hacia una persona entre los bancos de la parroquia y toma la cadena que brota de su corazón.
¡Oh, sí! Ésta sí que alcanza. La pobre alma logra asirse de ella y María comienza a rescatarla. El alma a ascendido unos pasos cuando la cadena ¡Se rompe! ¡Ay, Madre, se ha cortado! ¿Qué se hace ahora María?
Mi amadísima Madre no se rinde. Se dirige ahora a una señora mayor que sigue la misa con devoción. Esta simple mujer diariamente reza el Santo Rosario en la Parroquia. También se preocupa de estar en estado de gracia, confesando asiduamente, ora por el Santo Padre y no tiene afecto alguno al pecado. A este último punto ella lo consigue a fuerza de gran lucha diaria con sus naturales inclinaciones, pidiendo continuamente la asistencia del Señor, quien la fortalece en la diaria Eucaristía.
María toma, delicadamente, el Rosario que pende de su cuello y con él, como irrompible y eterna cadena ¡Rescata un alma!. ¡Santo Dios! ¡Jamás vi algo semejante!¡Qué gratitud infinita la del alma liberada!¡Que exquisita es ahora su belleza!
- Explícame, Madre, por caridad.
- Hija, lo que acabo de tomar del alma de esa buena mujer, sencilla, callada y muchas veces inadvertida es, sencillamente ¡Una indulgencia plenaria! ¡La indulgencia del Rosario!
- Entonces, ¡Oh Madre!¡Mira esa alma allí!¡Rescátala con ese Rosario!
- Ya no puedo hija, pues sólo se puede ganar una indulgencia plenaria por día...
- Que pena, María, habrá que esperar, entonces, hasta mañana. Cuando ella vuelva a rezar el Rosario y recibir la Eucaristía ¿Verdad?
- Si querida, pero no debería darte pena tener que esperar. Más bien debería darte pena que yo no tenga otro rosario, con las debidas condiciones, que me regalara una indulgencia plenaria.
Allí, con profundo dolor por mis olvidos, me doy cuenta de que no tiene, mi corazón, el Rosario que necesita María... ¿Cuánto tiempo me hubiese llevado el rezarlo con devoción?¿Media hora, tal vez? ¡Oh alma mía! Te vas tras tantas preocupaciones vanas y descuidas las cosas eternas.
- Mi querida, tan grande es la misericordia de Dios que no sólo con el rezo del Rosario un alma puede ganar indulgencias. Puedes ganarlas plenarias o parciales, es decir, puedes alcanzar la remisión total o parcial de las penas debidas por los pecados de un alma, la tuya o la de un difunto, mas no la de otra persona que aún camina en la tierra.
- Dime, Madrecita dulce, de qué otras maneras puedo regalarte cadenas largas y fuertes para que tú, entre tus piadosas manos, las tornes santas y eternas.
- Veamos ¿Recuerdas la enseñanza de Jesús? “El que busca encuentra”... Busca hija, tómate el trabajo de averiguar, habla con tu párroco. Hallarás lo que buscas si media de tu parte voluntad y esfuerzo.
Se acerca la hora de la consagración. El coro de la parroquia canta ¡Santo, Santo, Santo!. Miro a esas pobres almas angustiadas en el fondo del valle. Sus miradas me dicen ¡Canta, hermana, canta fuerte!¡Canta por nosotras!¡Canta por todas las veces que no supimos hacerlo!
Canto entre lágrimas... canto por ellas...
Voy a recibir la Eucaristía. Vuelvo mis ojos al fondo del valle. ¡Qué miradas! ¡Cómo quisieran ellas estar, por un segundo, en mi sitio... a escasos metros del Santísimo!
Pobres almas, tantas veces olvidadas por mi corazón.
Si tan sólo pudiera, ahora, hacer algo por aliviar sus penas...
- Puedes... puedes, hermana.. -Claman a mi corazón las benditas almas del Purgatorio- Al menos escribe de nuestra espera y nuestra angustia por no poder llegar aún a la presencia del Padre. Escribe acerca de cadenas que se cortan y de cadenas que liberan. Pide a María, Madre de Misericordia, que tus letras lleguen a las almas de los hermanos. Pide que ellos sientan compasión de nosotras y nos alivien con sus oraciones y limosnas en nuestro nombre. Quizás esas almas hagan por nosotras todo lo que querrían que hicieran por ellas cuando mueran.
Así lo hice. Ya está escrito. Entre tus manos queda, Madre. Ahora rezaré el Rosario. Pido a Dios que los eslabones que broten de mi alma no defrauden las esperanzas de mi Reina y Señora.
NOTA:
"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
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