En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".

sábado, 28 de enero de 2012

¿Me permite usted cargar su Niño un momento?


El bullicio que rodea la Navidad ha cesado, se han desarmado y guardado, prolijamente, coloridos arbolitos y pintorescos pesebres... Esperando, quizás, que en la próxima Navidad "las cosas mejoren", como si el mero paso del tiempo fuese garantía de mejoría...

- La Noche Buena ¿se fue así de rápido de tu corazón, María Santísima?

Jamás se fue, amiga mía, al contrario... quedaron grabados en mi alma todos los perfumes, los sonidos, cada respiración de mi pequeño, los húmedos ojos de José al tomarle en sus brazos, los destellos de luz que las estrellas me regalaban...

- ¿Las estrellas, Señora?

Podría verlas desde donde estaba dando a luz... resplandecían, amiga, resplandecían... esa noche, ese cielo, volvían a mi alma cada vez que el dolor, implacable, me recordaba que los caminos de la salvación tienen mas espinas que rosas...

- ¿Cuándo fue que la recordaste por primera vez? Digo, como aferrándote, como buscando respuestas...

Pues... al poco tiempo de nacer Jesús, precisamente a los cuarenta días, cuando debimos realizar la presentación en el Templo.

- Cuéntame, Señora, cuéntame...

No, mejor acompáñame, el alma tiene ciertos secretos que las palabras aún no han aprendido a expresar...

Y nos fuimos juntas a Belén...

El pequeño Jesús había aumentado más de un Kg. de peso desde su nacimiento, se veía rozagante, hermoso, con tranquilo sueño y acompasada respiración...

Belén dista unos 20 kilómetros de Jerusalén, salimos antes de que amaneciera, para llegar al primer destino pasado el mediodía ... El trayecto fue bastante tranquilo, los padres estaban felices por la ceremonia que iban a protagonizar... recordé el día del bautismo de mis hijos, sí, sé lo que sentía tu corazón, Madre querida...

Jerusalén se dibujó en el horizonte, llegamos a la casa de unos parientes de José, donde la Sagrada Familia descansó un poco de tan arduo trayecto, y se vistieron con la indumentaria apropiada para presentarse en el Templo...

Caminamos entre la gente, ellos eran unos más entre la multitud, nada los diferenciaba, María no hacía ningún gesto que hiciese pensar a las gentes que cargaba en sus brazos al Mesías...

¡Qué obediencia de amor! ¡Qué increíble silencio!... subimos las escalinatas del Templo, todo hacía pensar que se trataría de una ceremonia más, de un recién nacido más... pues varios niños sería presentados ese día... mas, Simeón estaba allí, había salido del recinto, tenía la mirada... iluminada... como si el viejo anuncio del Espíritu de que no moriría sin ver la salvación de Israel, acabara de hacerse... bueno, en realidad, ese es uno de los detalles de ese tipo de anuncios, a quienes el tiempo no afecta ni en su frescura, ni en su nitidez, ni en la impresión que deja en el alma que lo recibe...

José y María habían subido el último de los escalones, cuando fueron vistos por el anciano...

Se acercó lentamente a los padres, como quien emprende su último y mas importante trayecto... sus ojos estaban llenos de lágrimas... la pareja entró al recinto, el hombre los seguía...¡cuantas cosas pasaban en ese instante por su mente y por su corazón!, tantos años de espera... el anciano había imaginado este momento de mil maneras, ver llegar a los padres en fastuosos carruajes, o con custodias quizás, los imaginó vestidos de las mas diversas maneras, había pensado que les reconocería por los signos exteriores que el mundo valora....nada de eso había ocurrido, el Mesías había llegado ante él en brazos de una mamá-niña-virgen que le sostenía con seguridad, una mamita de rostro sencillo y mirada de luz, una mamita de ropas humildes y manos como pimpollos de rosa... ¡y el padre!, no era ni un rey, ni un noble, ni un rico hombre, ni un profeta, ni nada que sobresaliese... era un simple trabajador, sus manos callosas certificaban que el Mesías sería alimentado con el sudor de su frente... nada espectacular, nada ostentoso rodeaba a ese pequeño por cuya visión él se mantenía con vida, sin embargo, había algo que no podía explicar, el sol brillaba de una manera especial ese día, un extraño perfume inundaba el aire, era de esos días en los que uno siente que todo está perfecto y en su sitio, esos instantes que no deberían transcurrir.... Sí, Simeón ya no tenía dudas, se acercó a la pareja, les saludó con reverencia y dijo a María...

- ¿Me permite usted cargar su niño un momento, Señora?

- Pues ... claro- y María no entendía porque ese anciano le había pedido a su pequeño... quizás, le recordase sus hijos o sus nietos....

El anciano tomó al pequeño, le besó varias veces en la frente, le miró como extasiado, mientras las lagrimas no cesaban de brotar de los cansados ojos...., luego, con todas las fuerzas de su voz y con todo el amor que había en su alma, levantando el niño con exquisito cuidado dijo a toda la humanidad:

- Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: Luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo, Israel...

El hombre apretó por última vez al niño contra su pecho y lo devolvió a su madre, quien, junto con su esposo, estaba admirada por lo que el anciano decía...

Simeón bendijo al santo matrimonio, fue la última bendición que hizo en su vida y fue hecha desde lo más profundo del alma. Y a la madre le dijo:

- Este niño será causa de caída y elevación para muchos en Israel, y a ti misma, una espada te atravesará el corazón, así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos...

El anciano miró a María un momento a los ojos con infinita ternura, hizo luego una reverencia y partió para siempre...

José tenía los ojos enrojecidos, María, que guardaba todas estas cosas en su corazón, le tomó la mano fuerte, muy fuerte, pues eran demasiados acontecimientos juntos... Te miré, María, pues no entendía la reacción de José... me dijiste serenamente:

En este instante, tal como me lo explicaría él mismo después, mi esposo comprendió que no serían muchos los años en que estaría con nosotros, sobre todo, que en el momento de la realización de la misión de Jesús en este mundo, yo no le tendría a mi lado, que grandes dolores debería soportar mi corazón y estaría sola... para José, Simeón significó al anuncio de su propia y cercana muerte, pero, con la misma disposición de ánimo que aceptaba todas las cosas de su vida, aceptó este anuncio, su dolor no era por él sino por nosotros, por dejarnos... ahora sé, con absoluta certeza, de que nunca nos dejó, de que estuvo conmigo en cada alegría y en cada dolor, que fue su amor el que me sostuvo de pie al lado de la cruz... ero aún falta para eso, aún debe entrar Ana, la profetisa...

Callé, María tenía razón, debía conocer los acontecimientos de a uno, para darle a todos su justa dimensión...

Ana entró al Templo como cada día desde hacía más de sesenta años, conocía cada centímetro del lugar como la palma de su mano...

José y María aún estaban esperando su turno para la presentación, hablando entre ellos de lo sucedido con Simeón...

- Bendito sea este día y bendito seas, Oh Señor, que te has dignado mostrarme la salvación del mundo...

María giró la cabeza y se encontró con una mujer anciana, encorvada por el paso de los años, pero con una mirada serena y dulce...

- Mujer, que tienes en tus brazos a quien tanto hemos esperado, te agradezco en nombre de la humanidad doliente, tu entrega generosa...

Señora yo...

- Calla, niña, como has callado hasta ahora, que tu silencio será, para la historia, camino de salvación, ejemplo de entrega generosa, luz en la oscuridad

- Pero, ¿Quién es usted?- intervino José, a quien las palabras de de la mujer no hacían mas que confirmar su partida antes de la misión del hijo adoptivo.

- Mi nombre es Ana, hija de Fanel, de la familia de Aser....Joven era yo cuando el Señor me dio un buen esposo, al que acompañé por siete años hasta que la muerte se nos interpuso... desde entonces, y ya tengo ochenta y cuatro años, no he hecho mas que servir a Dios día y noche, con ayunos y oraciones, sin apartarme del Templo...Hoy sentí que debía venir mas temprano que de costumbre. Apenas salí de mi casa vi a mi buen amigo Simeón que caminaba rumbo a las montañas... me extrañó sobremanera. Al acercarme noté en él la mirada mas serena, iluminada y radiante que jamás tuvo... me dijo que era ese su ultimo viaje:”¿Sabes Ana?... El Señor jamás defrauda a los que en él depositan sus mejores sueños.... Y yo siempre soñé ver con mis propios ojos la salvación del mundo... ha llegado Ana... por fin... ve a verlo”, y partió feliz... feliz...

- ¿Cómo supo usted?- José era un estricto custodio del secreto.

- ¿Conoces esa voz interior que proviene de lo alto y, al mismo tiempo, de las profundidades del alma?

- Por cierto, la conozco- José sentía que podía confiar en Ana

- Pues la misma voz me acercó a ustedes...Ahora hablaré de este niño a todos los que esperan la redención de Jerusalén....

Los papás participaron de la ceremonia tal como lo ordena la ley. La cotidianeidad del Templo se vería alterada desde ahora por la ausencia de Simeón y los anuncios de Ana...

A la mañana siguiente caminamos lentamente rumbo a Nazaret, María guardaba todos los acontecimientos y los meditaba en su corazón, la identidad de Jesús había salido ya de la intimidad de sus padres, aunque por treinta y tres años su madre guardaría el secreto de su concepción, la palabra Mesías había comenzado a pronunciarse con renovadas fuerzas en Jerusalén y en Belén ¿Qué hacer?¿Como sigue esta historia ahora, Señora mía?

Pues, sencillamente, volvimos a casa y el niño crecía fuerte y sano, José trabajaba en su taller y teníamos lo suficiente para vivir... Muchas veces pensaba en los acontecimientos pasados, en cuales serian los tiempos de callar y los tiempos de hablar... pero una sola certeza guiaba mi corazón... la certeza de que Dios no nos dejaría tomar rumbos equivocados, que Él nos mostraría, de manera evidente, los caminos a seguir. La rutina contrastaba con la magnificencia de los anuncios del ángel y de Simeón, pero estaba allí con el propósito de ayudarme y enseñarme a modelar y dominar mi voluntad, ayudarme a darle el justo valor a las pequeñas cosas, para que comprendiese que la vida de un ser humano se construye desde las pequeñas cosas de la familia, como ladrillos que van formando una pared... Tu me habías preguntado cuando recordé la Noche buena por vez primera, y te he respondido desde el alma.... así como esa bendita noche ha sido para mí un faro en la oscuridad, debe serlo también para ti, amiga, guarda ordenadamente las luces del arbolito, pero deja que la luz de la nochebuena te ilumine el camino cada vez que sientas que la soledad te agobia o que los caminos se desdibujan y no sabes por donde se sigue...

Volvimos a casa, a la realidad de mi vida, tu te fuiste a ayudar a las señoras de la parroquia que confeccionaban los adornos para celebrar la Fiesta de la Candelaria, yo volví a los míos habiendo aprendido algo mas de tu vida, algo mas de ti, Señora mía...



NOTA:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."

Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net

domingo, 22 de enero de 2012

¡El Pan de mamá!


La misión que María trajo al mundo se resume en una palabra: ser MADRE, la Madre de Jesús y la Madre nuestra.

Ser la madre de Jesús es lo mismo que ser la Madre de Dios.

Ser la Madre nuestra es lo mismo que ser la Madre espiritual de todos los redimidos, porque Jesús desde la cruz le confió este encargo y esta misión grandiosa. En el orden de la Gracia, María es tan madre nuestra como la madre bendita y querida a la que debemos nuestros ser de hombres.

Por eso, para entender a María, no hay medio mejor que mirar a la madre que hemos tenido la dicha de tener en el mundo.

Es muy fácil pasar de la madre de aquí a la Madre del Cielo.

Pongamos en María, y en el grado máximo, todo lo bueno que vemos en nuestra madre, y habremos atinado del todo al querer valorar la Maternidad Espiritual de María sobre todos nosotros.

Hubo un caso durante la Primera Guerra Mundial que se hizo célebre en todos los periódicos italianos.
El muchacho había sido herido de gravedad en el frente de batalla. Avisada la familia, el papá se puso inmediatamente en camino y se fue lejos, donde el hijo hospitalizado se debatía entre la vida y la muerte. Eran de familia campesina, y todo lo que el padre pudo llevar al hijo eran cosas de la casa. Pero aquí estuvo la salvación. El muchacho no reaccionaba. No había modo de que comiera. Sin embargo, el padre le alargó un trozo de pan, diciéndole:
- Toma, es pan de la mamá. El que hace ella siempre en casa. Come, que te irá bien.
El muchacho se emociona y va repitiendo:
- ¡Es el pan de mamá! El pan de mamá, el pan de mamá...
Un bocadito, otro bocadito, un poco más... Se lo come todo. Viene la reacción del enfermo, y al poco tiempo la curación era total.

¡Es el pan de mamá!... El recuerdo del ser más querido hace prodigios en nuestras vidas. El pan amasado por las manos de mamá tiene un sabor diferente a cualquier otro pan.

Queremos decir: el amor de la madre, la enseñanza de la madre, los cuidados de la madre, el ejemplo de la madre, todo lo de la madre lleva una marca y un sello en su constitución que no se suple por nada. Dios se ha lucido en todas sus criaturas. Pero, donde se desbordó su solicitud y su providencia para con nosotros, fue en la formación de esa mujer-madre, que es la obra maestra salida de sus manos.

Nosotros vamos a sacar de aquí algunas consecuencias que saltan a la vista.
Por ejemplo, la conciencia que tiene la madre acerca de su alta misión.
Dios le ha confiado a ella la formación del hombre. Sobre todo, la de sus sentimientos.

De aquí se sigue, y lo comprobamos cada día, que cualquier mujer, con vocación de madre, se forma a sí misma en los sentimientos más nobles. Lo que ella es lo va dejando impreso de manera indeleble en el ser de los que son o serán sus hijos. Como llevada de un instinto natural, la madre, para formar, se forma ante todo a sí misma.

Otra consecuencia comprobada es el amor, el afecto, el cariño, que la madre sabe poner en todas sus cosas, hasta en las más ordinarias de la vida. La cara disgusto no dice, no pega, no cae bien con la cara-cariño que ostenta siempre la madre.

La madre, por naturaleza y por misión, tiene siempre una cara como un sol. Podrá muchas veces mostrar dolor y preocupación, pero nunca amargura y resentimiento.

El pan que se comió el muchacho moribundo era un pan como el de las demás casas campesinas de la región. Pero, al comerlo, le vino a la mente toda aquella solicitud que la mamá querida ponía en todo lo que ella hacía por los hijos. No le salvó la vida el pan, sino el amor con que la mamá hacía el pan...

Muchas veces en nuestros mensajes hablamos sobre la madre. O expresamente de ella, o cuando nos toca hablar del matrimonio, de la familia, de los hijos... El tema de la madre es siempre actual. No cansa nunca. Y siempre, aunque no lo advirtamos ni lo pretendamos, se pone todo el corazón cuando queremos al hablar del ser más querido.

Admira la confesión de uno de los pensadores más leídos:
- Todo lo que soy o espero ser se lo debo a la angelical solicitud de mi madre.

Al hablar así de la mamá que por dicha nos ha tocado tener en el hogar, se nos va el pensamiento a la mejor de todas las madres, la que Cristo nos dio en la Cruz, y ejemplar de todas las madres.

María, al darnos a Cristo, el Pan vivo bajado del Cielo y horneado en sus entrañas, ha puesto también y pone todo su Corazón de Madre cuando nos da Jesús a cada uno de nosotros. Así lo expresó, con belleza inigualable, San Juan de Ávila, uno de los clásicos de nuestra lengua:
- Allí está el manjar en el Altar; la Santísima Virgen es la que nos lo guisó, y por ser ella la guisandera, se le pega más el sabor al manjar, aunque él es de sí dulce y sabroso y pone gran codicia de comerlo.

Desde allí nos está convidando con él.
De este modo escribía aquel gran Maestro sobre el Pan de la Virgen en el siglo dieciséis. Y nosotros, al recibirlo hoy, sobre todo en la Eucaristía, nos vamos repitiendo el estribillo del soldadito italiano casi muerto, pero resucitado por el milagro de... ¡el Pan de mamá, el Pan de mamá!.

Autor: Pedro García, misionero claretiano | Fuente: Catholic.net

sábado, 14 de enero de 2012

Maestra incomparable en el callar

Una prueba muy elocuente de la prudencia de una persona consiste en saber callar y saber hablar en el momento oportuno; pues, como dice el Eclesiástico (III,7) hay un tiempo para callar y un tiempo para hablar. En lo uno y en lo otro, María fue incomparable.

Podría haber hablado, observa justamente un piadoso autor, manifestando a José el secreto misterio que se había obrado en Ella, despejando así el desconcierto del amantísimo Esposo; pero eso hubiera sido revelar el secreto del Rey del Cielo; se hubiera convertido en una celebridad para Ella; prefirió, pues, callar y dejó que hablase Dios por medio del Ángel.

Habría podido hablar en Belén, cuando le fue negado el hospedaje, dando a conocer la nobleza de su linaje, su sublime dignidad; la humildad profunda y el deseo de sufrir, de conformarse con la voluntad divina, La llevaron al silencio y calló.

Cuántas cosas habría podido decir a los Pastores y a los Magos que fueron a visitar al Divino Infante. Esto podría haber alborotado la adoración y la contemplación de esos santos personajes delante de Jesús: la gloria de Dios, la caridad para con los Magos y los Pastores le impedían hablar y se calló.

Oía con admiración todo lo que decían para gloria del Hijo, de su celestial doctrina, de sus milagros; María, más que los demás Lo admiraba en su corazón, y en éste conservaba con cuidado aquellas palabras y aquellos hechos.

El anciano profeta Simeón le predijo los destinos del Hijo y sus futuros y atrocísimos tormentos; María no dice una sola palabra, pues está dispuesta para todo; no ensalza su resignación, escucha, se ofrece a Sí misma en holocausto juntamente con el Hijo y calla.

Por las mismas justísimas razones, se calla al pie de la Cruz, se calla en las tribulaciones, en las humillaciones, como por modestia, se calla en la alegría y en la gloria. Estas son las pruebas admirables de prudencia divina que nos ofrece el silencio de María: Tempus tacendi.


Maestra insuperable en el saber hablar

Maestra incomparable en el callar cuando se debe callar, se mostró también maestra insuperable en el hablar a tiempo, en lugar y manera conveniente, es decir, cuando y cuanto conviene para dar gloria a Dios y hacer bien a los hombres.

También están aquí los hechos que lo prueban. Habló al Arcángel San Gabriel y no podemos dejar de admirar la prudencia de sus palabras. Habló a su prima Santa Isabel y sus palabras hicieron saltar de gozo, antes de su nacimiento, al futuro Precursor de su Hijo. Sus palabras fueron una profesión de humildad, de gratitud, un cántico de alabanza, un himno sublime de agradecimiento al Omnipotente: Magnificat anima mea Dominum.

Habló con el Hijo en el Templo y sus palabras fueron una admirable demostración de afecto y de solicitud maternales.

Habló en las bodas de Caná y con sus palabras quedó patente su compasiva misericordia con los necesitados y su ilimitada confianza en Dios. ¡Oh admirable prudencia de María, prudencia incomparable, tanto en el hablar como en el callar!... 

Autor: Juan S. Clá Díaz | Fuente: Catholic.net

 

sábado, 7 de enero de 2012

EN HONOR A LA VIRGEN DE GUADALUPE

PULSERA DE LA VIRGEN DE GUADALUPE (MODELO No. 2)



Acuérdate, oh misericordiosísima Virgen de Guadalupe, que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu asistencia y reclamando tu socorro ha sido abandonado por tí. Animado con esta confianza a tí acudo, Oh Virgen Madre! y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana. No deseches Oh Madre de Dios! mis humildes súplicas, antes bien inclina a ellas tus oídos y dignate atenderlas favorablemente. Amén.

 

 Esta pulsera esta hecha de turquesa y cuarzo amarillo, viene con la medalla de la Virgen de Guadalupe y dos angeles a cada lado como escoltando a nuestra señora

VALOR: $28.000

16 USD

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Con María, el día de los Santos Inocentes

Existen, en nuestra vida, dolores que nos resultan incomprensibles, atroces, injustos y, sobre todo, inmerecidos. Pero, sea cual fuere la reacción que tengamos frente al dolor, él sigue allí, y nos atraviesa el alma como una afilada espada. Hoy mi dolor y mi tristeza no me dejan verte, María, como ansía mi corazón, pero sé que estas allí, aunque no pueda sentirte, estas detrás de mi dolor para sostenerme, para transformar el llanto en camino hacia al Padre.

- En profecía cumplida... -dices a mi corazón, mas, no comprendo.

- Hoy voy a hablarte de esos dolores incomprensibles que desgarran el alma y que luego, por la misericordia de Dios, se transforman en camino.

- Háblame Señora, que mi alma tiene tanta sed de tu compañía. Mi alma ansía caminos que no encuentro en la oscuridad de esta noche demasiado larga.

- Yo conozco bien las noches largas. Te hablaré de una en especial, que me pareció eterna. De una noche anunciada, tan anunciada como la nochebuena, pero olvidada luego por muchos y, lo que me desgarra el alma, una recordación tomada hoy, por tantos, como excusa para bromas.

Esta vez temo seguirte, no sé si tendré valor, pero igualmente me llevas...me llevas... y estamos nuevamente en el recinto de Belén. Vemos como José está despidiendo a tres extraños extranjeros que le habían llevado a tu hijo oro, como símbolo de su dignidad y gran valor, incienso, como símbolo de su comunión con Dios y mirra, para preparar el aceite sagrado de su unción. Tres extraños venidos de lejanas tierras siguiendo una estrella, tres extraños que, buscando al Rey de la Vida, fueron a preguntarle a un rey embriagado de poder, el camino para hallarlo.... y, sin quererlo, despertaron en él fantasmas olvidados... la profecía, la profecía de Belén...

Los extranjeros, que el mundo llamará más tarde los tres Reyes Magos, parten a su tierra por otro camino, evitando pasar cerca del palacio de Herodes, quien los aguarda como un tigre al acecho, para saltar sobre el pequeño Rey desconocido que amenaza su seguridad.

Entramos a la precaria vivienda. José nos sigue y comienza a trabajar, pues el dueño de la finca le había encargado unos arreglos y le pagaría un buen precio por ellos. José tiene los pies sobre la tierra, sabe que debe alimentar a su familia y para ello sólo conoce un modo: su trabajo.

Tu, María, te dispones a preparar la cena. José no aparta la mirada de su labor, pero es evidente que sus pensamientos están en otro sitio, quizás detrás de los muros de un palacio, tratando de leer los pensamientos de un hombre fuera de sí, mas nada te dice. La cena transcurre en paz. La presencia de esos hombres y sus obsequios han dejado más preguntas que respuestas...¿Quiénes eran? ¿Por qué habían venido? ¿Cuál era el real significado de su presencia? ... quizás representan a todos aquellos que no pertenecen al pueblo de Israel y para cuya Salvación también ha venido este niño. Demasiados acontecimientos y pocas explicaciones. La pareja se dispone a descansar pues al día siguiente deberán iniciar el camino hacia Jerusalén, para realizar la purificación de María, tal como lo establece la Ley.

Yo estoy allí, con ellos, no puedo dormir, siento miedo... conozco la historia... la he escuchado mil veces de labios de los sacerdotes. La he leído, pero no es lo mismo estar... estar... y todos, de alguna manera, alguna vez en la vida, también estamos dentro de esta historia... sólo que, enceguecidos por nuestro propio dolor, no nos damos cuenta.

A la mañana siguiente parten hacia Jerusalén, María me hace señas de que los siga. El camino es largo, el niño, pequeño aún. El animal que nos acompaña va cargado de las pocas pertenencias de los padres y, en su mayor parte, de los pañales y ropita del bebé, recibida generosamente de la esposa del dueño del pesebre.

Luego de la ceremonia del Templo volvimos a Belén, José se nota nervioso... no como quien desconfía de la protección de Dios, sino como un padre responsable que sólo desea actuar correctamente y no sabe cómo, pues presiente que Herodes no ha olvidado la presencia de los extranjeros, ni se quedará quieto ante lo que él considera una amenaza.

Durante los siguientes tres días la familia se dedica a organizar el retorno a Nazaret. José termina sus trabajos pendientes, consiguiendo de esta manera dinero para el viaje y retribuyendo, al mismo tiempo, la hospitalidad al dueño del pesebre, quien sólo pide como pago, el arreglo de una vieja mesa labrada herencia de su padre, trabajo realizado impecablemente por José.

Los planes del Señor y nuestros propios planes no van siempre por iguales caminos. La noche del tercer día no aparenta nada en especial, sólo un cielo cargado de nubarrones amenazantes. Hace frío, María amamanta a su niño y lo recuesta bien calentito en la cuna hecha por su esposo, y una blanca piel de cordero cubre las demás mantas con las que la joven madre abriga a su pequeño. El matrimonio cena al tiempo que comenta los últimos acontecimientos. José tiene largos silencios que inquietan el corazón de María quien, como esposa prudente, no pregunta. Tiran las mantas en el suelo y se disponen a dormir, yo hago lo mismo, María me besa la frente y me dice “Valor, amiga, lo necesitarás...” es la noche de la locura, pero igualmente me quedo dormida... lástima, no tuve el valor de esperar despierta, como tantas veces en la vida en las que no tengo el valor de dominar mi voluntad.

Me despiertan los gritos de José. El hombre está sentado en el suelo, empapado en sudor, su rostro está aterrado pero es sólo por un instante... enseguida se pone en pie, da vueltas en el recinto tratando de ordenar sus pensamientos, seguidamente despierta a María, la toma por los hombros al tiempo que le clama en voz baja:

- ¡María, María! Por el amor de Dios despiértate María! - y la sacude casi con violencia.

Ella abre los ojos y se asusta...

- ¿Qué pasa, José? ¡Por Dios! ¿Por qué hablas de esa forma? ¡Jesús, Jesús! ¿Le pasó algo al niño?

- No, pero le pasará si sigues allí acostada... María... he tenido un sueño, que no fue un sueño en realidad... un hombre vestido de blanco me clamaba que te tomara a ti y al niño y huyera a Egipto, pues Herodes busca al niño para matarlo.

- ¡Matarlo!...Dios mío José, que atroz pesadilla.

- María, esposa mía ¡Nos vamos a Egipto! ¡Y nos vamos ya! ¿Comprendes? ¡Ya!.

- ¿Qué dices? José... ¿Te das cuenta la distancia que nos separa de Egipto, que es medianoche, afuera arrecia el viento y el frío cala los huesos?...

- María ¿Confías en mí?

- José, confío en ti más que en nadie en esta tierra

- Entonces, amada mía, junta todo y vámonos, los soldados se aproximan cada minuto, por cada palabra que decimos ellos están un metro más cerca... y vienen a matarlo... y no están jugando, pues un loco asesino les ha ordenado deshacerse de Jesús... la pregunta es ¿Cómo lo encontraran? Mientras a ese loco no se le ocurra... ¡Dios no puedo ni pensarlo!

- Mientras no se le ocurra matarlos a todos... - y María se estremece tanto que José debe sostenerla para que no caiga.

Yo estoy inmóvil, hubiera querido traerles un vehículo, un helicóptero, sacarlos prontamente de allí, pero eso pasa en las películas y esto es la vida real. Los padres (ahora me voy dando cuenta la clase de padre que Dios eligió para Jesús, un Hombre con mayúsculas) preparan todo prontamente, llevan sólo lo indispensable, deben dejar muebles, cuna, todo lo hecho por José. El oro de los magos les permitiría establecerse en Egipto. Dios siempre tan previsor, nos manda las pruebas y los medios para enfrentarlas. Salimos, el viento me termina de despertar, tengo varias mantas puestas encima, pero tiemblo como una hoja, parece que el corazón se me saldrá del pecho en cualquier momento. Montan los animales, María me hizo un lugar en el suyo... partimos... se ve poco, pero se ve, hay luna llena, los nubarrones ya no están, José se encamina hacia Egipto a través de la desértica región, apura el paso, no hay miradas extrañas que noten nuestra presencia. El hombre anda varias horas a marcha forzada, de tanto en tanto mira hacia atrás, con angustia, casi con desesperación. Yo, yo estoy muerta de miedo... veo soldados por todas partes... sé de sobra que no nos alcanzarán... pero una cosa es leerlo y otra estar... estar...

Falta poco para el amanecer. De pronto se escucha un galope cercano, se ve la arena removida por los cascos del animal que se acerca, es un jinete solitario, pero se dirige, peligrosamente, hacia nosotros. José nos recomienda calma, y no decir el nombre del niño. Por fin llega el personaje, un hombre más bien anciano, con la mirada perdida... loco... pobre infeliz... sólo decía:

- ¡Madres, corran, corran con sus hijos! ¡Huyan!...

José baja de su asno y se acerca al pobre hombre:

- ¿Qué le ocurre, amigo? ¿Se siente usted bien?...

- ¡Huyan, huyan mujeres con sus hijos! Sangre... muerte... niños muertos, en todo Belén... niños degollados, atravesadas sus carnecitas por las espadas de los soldados... no escapó ni uno... todo Belén es un grito... solo los pequeños murieron... los menores de dos años... ¿Por qué?¿Por qué Dios?- grita desgarradoramente el infeliz mirando al cielo- Huyan mujeres... huyan... corran... corran...

El pobre desquiciado comienza a cabalgar nuevamente repitiendo el ya inútil consejo. Tanto horror le ha enloquecido. Se pierde en el paisaje, queriendo huir de los macabros recuerdos pero no hay lugar en donde uno pueda esconderse de los recuerdos.

José y María se miran, abundantes lágrimas caen por sus mejillas, se abrazan y abrazan al niño. Es la noche más larga, más atroz, más cruel, que les ha tocado vivir a ambos. Es la noche anunciada por el profeta Jeremías:

“En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen porque ya no existen”( Mt.2,18)

La travesía dura largos días, María se esconde muchas veces a llorar para que José no la vea... no quiere preocuparlo, más su corazón de madre está destrozado. Recuerda la espada anunciada por el anciano Simeón... ya ha comenzado a lastimarla. También veo a José llorar a escondidas, es el llanto de un hombre que se siente impotente ante la injusticia, es el llanto de un hombre justo clamando justicia.

Las primeras casas del poblado egipcio se divisan a la distancia. La noche larga ha terminado, el niño está a salvo, momentáneamente.

- Amiga- dices María, mirándome a los ojos,( mientras tus ropas y las mías vuelven a estos tiempos y el ruido de los automóviles nos sorprende frente la parroquia de Luján, en mi barrio) gracias por compartir conmigo esta noche, una de las más duras de mi tiempo en esta tierra. Realmente, cuesta ver a Dios detrás de tanto dolor, cuesta poder encontrarlo para que nos tome de la mano, cuesta no enloquecer como ese pobre viejo del desierto... cuesta, buena amiga, pero no es imposible, es más, es el único camino. Dios, tras el dolor que nos causan los seres humanos. Dios, sosteniendo. Dios, poniendo rosas sobre tantas espinas. Dios, transformando el dolor en camino de salvación. Dios, permitiendo que nuestra angustia ayude a otros a superar la suya. Cuando tu alma tenga más preguntas que respuestas, más dolor del que crees poder soportar, más soledad que compañía, más desilusión que sueños entonces, más que nunca, búscalo; que siempre habrá un Egipto donde puedas esconderte hasta que pase el temporal.

- Señora- y apenas si puedo contener mis lágrimas- ¡Cuánto, cuánto me amas, cuánto me cuidas, cuánto me enseñas! ¿Te dije ya cuánto te amo?- y me arrojo en tus brazos y lloro por los niños muertos, lloro por mí, lloro por la humanidad.

Mientras te alejas, y yo seco mis lágrimas, un grupo de jóvenes pasa riéndose de uno de ellos, al tiempo que le dicen “¡Qué la inocencia te valga! Ja,ja,ja” típico comentario de las bromas del Día de los Inocentes.

Tengo ganas de gritar, ganas de decirles que el origen de esa recordación es la sangre de niños pequeños derramada por Jesús, pero siento que no vale la pena; prefiero escribir este relato, escribirlo para que tú, después de leerlo, ya no rías con las bromas de los 28 de diciembre. Porque si tú no ríes, si le cuentas esta historia a un amigo y él ya tampoco ríe... entonces... entonces algo habrá cambiado en este mundo... porque recordando a nuestros mártires, los honramos.


NOTA de la autora:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."

Autor: Maía Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Una Noticia Envuelta en Papel de Regalo

La vida, como todos sabemos está llena de sorpresas, y un buen día te levantas y te encontrás con que alguien te hizo un regalo inesperado, ¿alguna vez te pasó algo así?, y es mayor la sorpresa, cuando esa persona que te hizo el regalo, es alguien de quien  vos no  esperabas nada, porque realmente nunca la tuviste  en cuenta, no es parte del círculo de gente con la que vos te rodeas habitualmente. Y sentís como una especie de culpa, porque para vos esa persona siempre fue “un anónimo” en tu vida.
Hoy te quiero hablar de una mujer que recibió una tremenda sorpresa,! de alguien inesperado, su nombre era María, y el que le trajo el regalo era un ángel, Esta joven estaba haciendo las tareas cotidianas, como cualquiera de nosotros, y un buen día de repente se le aparece el ángel Gabriel y con voz muy fuerte le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo,” Imagínense la cara que habrá puesto María, realmente no entendía nada, el ángel entonces comienza a explicarle algo que era  TODO UNA SORPRESA! en pocas palabras le dice que ella había sido elegida por Dios para llevar en su vientre a quien sería el Salvador del Mundo.
Pongámonos un instante en los zapatos de María. Ella NUNCA había visto un ángel y menos había hablado con uno de ellos. La noticia era definitivamente UNA LOCURA, Pero ella tuvo la fortaleza para contestarle al ángel, pudo reaccionar y le preguntó cómo iba a concebir el bebé pues aún no estaba casada, tenía un novio llamado José con quien estaban en proyectos para casarse, pero aún faltaba para eso.
Pero ahí viene la GRAN NOTICIA el ángel le dice: “EL ESPÍRITU SANTO VENDRÁ SOBRE TI Y EL PODER DEL ALTÍSIMO TE CUBRIRÁ CON SU SOMBRA”. Estamos en presencia del milagro más grande que jamás se haya escuchado a través de todos los tiempos.
Entonces María cuando recibió la respuesta dijo: “Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia”.
Esta joven manifestó una obediencia sin igual, no acotó ni una sola palabra más, sólo tomó esa palabra y la hizo suya.
Sabés, podemos ver en esta historia que EXISTE UN DIA ESPECIAL PARA TODOS NOSOTROS, mientras estamos, trabajando, estudiando, o haciendo cualquier tarea, DIOS MISMO NOS VA A VISITAR, Porque Dios quiere darnos un regalo muy, pero muy especial a cada uno de nosotros. Ese regalo te va a cambiar la vida por completo. Porque contiene una doble sorpresa, viste que a hay regalos que adentro contienen otro… bien, esto es lo mismo.
EL PRIMER REGALO que Dios te quiere dar es a JESÚS, es tan sencillo, cómo lo fue con María…ella dijo: “hágase conmigo conforme a tu palabra”, vos tenés que decir lo mismo: “Señor hacé mi vida de nuevo, quiero que entres en mi corazón y limpies con tu sangre todos mis pecados”, en el momento que hagas esa oración vas a recibir EL SEGUNDO REGALO que es EL ESPÍRITU SANTO.
El ángel apenas la vio a María le dijo: “alégrate”, porque ella iba a ser la portadora del bebé más especial que existió en el universo, iba a acariciarlo, iba a criarlo, jugaría con él, ella acogió en su seno al ser más espectacular de la historia de todos los tiempos,
En este día, Dios te está dando LA MISMA OPORTUNIDAD que le dio a María, porque cuando Jesús entra en tu vida, vos podés acariciarlo, podés jugar con él, porque él te va a cambiar la vida para siempre.

Esas palabras que María recibió , fueron envueltas en un papel de regalo que no se compra en ningún lado, ¡Porque el regalo era sencillamente una gran noticia!

Autora: Silvia Trufffa

sábado, 17 de diciembre de 2011

Con María, hacia mi propia Navidad

Faltan pocos días para la Navidad aquí en mi ciudad. Ya has salido, junto a José, camino de Belén, Señora mía...

Preparaste amorosamente la ropita del pequeño, llevas todo lo que imaginas podrás necesitar. José organizó la logística del viaje, por donde ir, cuando parar, cuando llegar... cada uno en lo suyo, pero juntos. En el aire se respira “aroma de parto”.
¡Cómo quisiera acompañarte, Señora mía, en ésta, la más hermosa y decisiva peregrinación de la historia! ¡Cómo quisiera haber sido tan sólo uno de los perros que seguían al asno en su camino!...

Si tanto lo deseas, hija querida ¿Por qué entonces, no vienes con nosotros? ...Vamos ... sin tanto preámbulo ¿Vienes?

Tu voz clara, tu mirada serena, tu perfume indescriptible, le preguntan a mi pobre alma aturdida por las cosas del mundo. Tantas veces te he olvidado, Señora, tantas veces te he dejado esperando y, aún así, tu amor de madre me invita a caminar hacia Belén.

- ¡Claro que sí, Madre querida!- te contesta mi voz en un hilo... quisiera llorar, reír... no sé... opto por seguirte.

Anochece. Nazaret ha quedado atrás. Se han detenido a descansar un poco. José junta un poco de leña para hacer fuego. Tú estás sentada tratando de cocinar algo... justo se cruza un animal del campo, José lo atrapa.

El Señor nos mandó una buena cena, hermosa mía te dice el esposo cuando llega con su trofeo de caza.

Él nos provee siempre, esposo mío, sabe nuestras necesidades, pero por sobre todo, nos provee el alma con fuerza de su amor.

Te recuestas un rato, estás cansada. Yo te observo a pocos pasos... José va por más leña... Miras el cielo... Le hablas a tu bebé:

“Mira amor, desde aquella estrella grande, que brilla, Papá nos mira... ¿La ves?... bueno, bueno, tranquilo, no saltes así.- te ríes, una lágrima te acaricia la mejilla y se pierde en el viento de la noche - Amor, falta poco para llegar. ¿Qué haremos cuando sea tu tiempo? ¿Dónde nacerás? Seguro Papá ya tiene todo preparado, yo no pregunto, soy su esclava, voy donde me mande. ¿Sabes amor? Ser su esclava no es como las esclavitudes del mundo, que ahogan y atan, ser su esclava es como tener alas... como... soñar sin límites. Ser su esclava es llenarse de paz, no temer, caminar confiada, saber que todo camino es trazado por sus manos, que toda circunstancia es Camino hacia el Padre. Duerme ahora, hijo mío querido ¿Sabes? Estoy impaciente por verte, por besarte, por abrazarte... pero ya habrá tiempo, ahora, hijo, ahora es tiempo de caminar...

José vuelve con más leña, prepara la cena, y te sirve una abundante y rica porción. El olor de la carne asada trepa el aire... comen alegres, riendo con recuerdos del pasado, soñando con el día del nacimiento...

De pronto, les sobresalta un ruido...

Quédate aquí quieta, veré lo que es...

Teme José a los asaltantes que podían haberse escondido entre las sombras ¿Qué podrían llevarles? Nada, pues nada tienen. El mayor de los tesoros estaba escondido en el seno purísimo de María.

No temas, querida, es sólo un animal vagabundo. Duerme, duerme ahora, hermosa mía, que el viaje aún no termina, y el día de mañana será largo.

Te recuestas, Señora mía, cerca del fuego, José te cubre delicadamente con una manta. Te quedas dormida. Él te mira con ternura infinita. ¿Qué pensamientos estarán cruzando por su mente y su corazón en estos momentos? No quiero yo moverme, pues temo me vea José.

¿Te piensas quedar toda la noche tras una piedra? - el esposo voltea hacia mí y me mira con una mirada llena de paz, aunque no exenta de cierta preocupación.

- Yo... lo siento, no quería molestar... es que...

Lo sé ¿Olvidas que me cuenta todo? Ella te invitó a venir con nosotros en este viaje del 2009.

- ¿Qué dices José? ¿Cómo del 2009? ¿No es éste una especie de sueño donde yo los acompaño en un viaje realizado hace más de 2000 años?

Pues no, querida mía. Cada año, María y yo volvemos a viajar a Belén. Cada año es como si Cristo volviera a nacer. Sólo que su nacimiento no es físico... Jesús quiere nacer en el corazón de cada uno.

- Pero... no entiendo... hay mucha gente buena en el mundo, religiosos, sacerdotes, laicos, que también quisieran acompañarlos... ¿Cómo, entonces, viajan tan solos?

Porque éste, mi querida, es TU viaje hacia Belén, nadie puede hacerlo por ti. Éste es tu camino para dejar que Jesús nazca en tu alma. Éste es el viaje que debes hacer, a través de las montañas de tu corazón, debes cruzar los ríos de tu orgullo, que, aunque torrentosos, pueden cruzarse si te acompañamos. Debes soportar los vientos de la soledad y la tristeza. Debes enfrentarlos y vencerlos por amor a Jesús. ¿Comprendes ahora? .

Me quedo sin palabras. José es un hombre sabio, me explica lo que sucede con la sencillez de los grandes hombres. Estoy en el desierto de mi corazón, cuando amanezca... ¡Oh Dios! Cuando amanezca se mostrarán todos los valles, quebradas y torrentosos ríos de mi alma... ¡Qué vergüenza!. Mi corazón está tan lleno de pecados, que... no sé... quisiera salir corriendo pero ¿Adónde?. Ni siquiera hallaré un lugar donde esconder mi rostro...

¿Por qué quieres esconderte? preguntas, María querida, despertando de tu reparador descanso.

- Es que José me ha explicado... y temo que, al amanecer, no te guste lo que veas, Señora...

¿Y que se supone que veré?

- Mi corazón, que no es como yo quisiera, que hace el mal que no quiere y no hace el bien que desea, mi torpe corazón, tan lleno de culpas y olvidos para contigo.

Creo, hija mía, que no comprendes la verdadera dimensión del amor que Jesús tiene por ti- y colocas tu pequeña mano sobre el vientre abultado -Jesús estaba esperando a que tú desearas realizar este viaje, Jesús está esperando que tú te arrepientas de tus errores, pues Él es manantial de misericordia, Jesús espera que tú quieras recibirlo en tu alma. Para ello, busca el sacramento de la Reconciliación. Allí, verás cómo el paisaje de tu corazón se transforma, como los ríos se vuelven calmos, las quebradas se transforman en fértiles valles y el desierto de tu corazón se llena del perfume de su Amor. Jesús te llama, hija, te llama siempre. Desde su lastimado corazón, parte su pedido hasta el tuyo. El llamado es de Él, la decisión, tuya... indefectiblemente tuya... Ahora descansa, el día de mañana será largo.

Me recuesto cerca del fuego. No puedo dormir, mas bien no puedo dejar de llorar. Tanto me amas Jesús mío, que haces todo esto por mí, por cada ser humano, por todos, por todos. José me cubre con una manta... por fin me duermo.

Amanece. Tu esposo ha preparado un poco de pan para comer antes de reiniciar el viaje. Pan... me tiemblan las manos, lo recibo agradecida. Tiene el sabor del pan de la mesa de mi casa, el sabor conocido de las pequeñas cosas de mi vida.

Nos ponemos en camino, hay viento, cuesta avanzar, José y yo caminamos, María viaja sobre el animal que parece muy feliz de transportar tan preciado equipaje. Hay demasiado viento, la arena casi nos ciega, apenas si podemos conservar el rumbo.

- ¡Debemos detenernos!- le grito a José.

¡Aquí no, avanzaremos hasta esas rocas y buscaremos refugio!

- ¡No lo lograremos, casi no se ve nada!

Déjate guiar, conozco el terreno, no temas, llegaremos ¿Ves? Igual actúas en las tormentas de tu alma, en lugar de dejarte guiar por Jesús, acampas en cualquier parte de tu dolor y te tapa la arena de la desesperación.

Llegamos por fin a las rocas, que ofrecían buen refugio. La tormenta pasó. José propone seguir el viaje. María está realmente agotada pero calla, sabe que no puede quedarse a la mitad del camino, ahora debe seguir, no hay regreso.

Anochece. Se pone frío. A lo lejos se divisa una fogata, José nos deja en buen resguardo y se acerca a ver si son confiables. Regresa emocionado.

¡Es Pablo, mi primo y unas familias más! Ellos también deben registrarse en Belén. Dicen que la ciudad esta atestada de gente. Eso me preocupa, pero ya veremos al llegar, ahora vamos, nos invitaron a compartir la cena.

José avanza con el animal. María prefiere caminar un poco. Le ofrezco mi brazo, y se apoya.

¿Ves hija? Muchas veces Dios nos pone buenos amigos, buenos consejeros en el camino, la decisión es nuestra, o quedarnos en la oscuridad de nuestra propia noche o arriesgarnos a avanzar un poco hacia aquellos que nos pueden ayudar.

La familia de José se muestra amable. María tiene una sonrisa encantadora y una voz tan exquisita que todos quedan muy admirados de ella y no dejan de felicitar a José por tan bella esposa.

Al amanecer seguimos caminando, José se despide de su familia, ya que ellos se quedarán en el campamento por unos días esperando a otros parientes.

Belén se dibuja nítido en el horizonte. La gente va y viene a causa del censo. Vamos llegando, cuando María le dice a José.

Esposo mío, ya es tiempo... el niño nacerá pronto...

Ayúdame a encontrar un sitio para el nacimiento me pide José- recuerda que debe ser digno de Él, no por el lujo sino por la sencillez, el amor, la generosidad y la predisposición para recibirlo

- Pero ¿Dónde encuentro ese sitio, José?

No lo sé, recuerda que estamos en tu corazón, tú lo conoces, al menos, deberías. Busca en tu corazón un lugar donde María pueda dar a luz.

El lugar que José me solicitaba debía estar libre de las espinas de mi egoísmo, protegido y al reparo de los vientos de mi ira, sin grietas, para que no le inundase la lluvia fría de mi falta de fe.

José me pide ese lugar... antes de ponerme a buscar haré caso del consejo de María, buscaré el sacramento de la Reconciliación.

María me despide...

Aquí estaremos esperando, hija querida, ve y encuentra ese lugar para Jesús. Dale esa alegría a mi Corazón Inmaculado, busca, hija, busca... estoy segura que ese lugar existe, pero debes encontrarlo por ti misma Recuerda, nadie puede hacer esa búsqueda por ti. Vamos, que Jesús espera...

Abrazo a mi Madre querida con todas mis fuerzas, beso sus hermosas manos. Abrazo a José, quien besa mi frente y murmura...

Confío en ti, sé que volverás, sé que no nos dejarás en espera. No te distraigas en el camino, no te distraigas, por fuerte que sea la tentación. Busca, hija, que el que busca encuentra.

- Gracias, gracias- y mi voz es un susurro ahogado por el llanto.

Los dejo, cada tanto giro el rostro para verlos, aún están donde les dejé, en un recodo del camino... debo encontrar el mejor lugar dentro de mi corazón. Queda poco tiempo. Debo encontrar ese lugar y venir por ellos para guiarlos...

Sé que lo hallaré, no será fácil, deberé limpiarlo, asearlo y acondicionarlo. Llenarlo de amor y de fe. Pediré al Padre incremente mi fe... haré oración, seguiré los caminos del Adviento...


Dios jamás defrauda a los que en él depositan sus mejores sueños. Recuerdo que desde setiembre vengo pensando cómo hacer de ésta una Navidad especial... Dios me escuchó, María me escuchó, me invitó a caminar hacia Belén, nos invita a todos, no la dejemos sola, esperando, en un recodo del camino...


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NOTA de la autora:Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.

Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
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