Nadie
se crea completamente perdido por sus pecados e innumerables y graves culpas,
porque si invoca a María, ciertamente que obtendrá el perdón y la salvación.
No hay
nadie que en medio de su desesperación haya invocado a María y haya quedado
desilusionado, porque la Virgen no se deja ganar en generosidad, y acude presto
al encuentro del pecador y le tiende su mano para salvarlo del mar tempestuoso.
Aunque
estemos con un pie en el Infierno, aunque nos creamos ya condenados y estemos
convencidos de que ya para nosotros no hay salvación posible y que nos espera el
averno, ¡no dejemos de invocar a María en nuestro auxilio!, y veremos cómo poco
a poco se van disipando nuestros terrores y recuperaremos la esperanza perdida;
y no solo eso, sino que Ella, la Virgen poderosa, nos premiará y elevará a un
grado más alto de santidad y nos tomará como sus hijos más queridos, porque el
diablo se ensañó con nosotros, y por eso somos más amados de María.
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