En su casa de Pietralcina, como en todas las familias italianas de la época, el rosario era la oración familiar. Se encontraban alrededor del fuego todas las noches antes de ir a dormir rezando el Rosario. Pero cuando la Virgen apareció en Fátima como la Virgen del Rosario y recomendó el rosario como oración potente para obtener todo bien y alejar todo mal, Padre Pío hizo del rosario su oración incesante e incansable de día a día. Decía el Beato Padre Pío: “¿si la Virgen Santa lo ha siempre calurosamente recomendado donde quiera que ha aparecido, no nos parece que deba ser por un motivo especial?”.
Entre más crecía su clientela mundial, como la llamó
el Papa Pablo VI, de sus hijos espirituales, más él aumentaba las
coronas del Rosario de recitar. Era su secreto, con esta cadena que lo
unía al Corazón de Jesús a través del Corazón Inmaculado de María, él
alejaba los males y obtenía las gracias para sus hijos. Llegó a recitar,
en el curso de un día un número incalculable de rosarios. Su oración
asidua lo hizo un “Hombre hecho Rosario” o como podría ser llamado el
“Santo del Rosario”.
Una
vez lo oyeron decir: “quisiera que los días tuvieran 48 horas para
poder redoblar los Rosarios”. Todo los dones y prodigios para las almas
los obtenía a través del Santo Rosario.
Un
día le pidieron sus hijos espirituales les dejara su herencia
espiritual. Padre Pío respondió inmediatamente sin pensar siquiera: “El
Rosario”. Y poco antes de la muerte a su amigo y hermano Fray Modestino
le dijo: “¡Amen a la Virgen y háganla amar. Reciten siempre el
Rosario!”. El Padre Pío vivió su vida del altar al confesionario.
Siempre con el rosario en la mano, unido al Corazón Inmaculado de María,
quien lo formó imagen encarnada de la misericordia del Corazón
Eucarístico de Jesús para con el siglo XX. Este siglo de tantos pecados y
desafíos a los derechos de Dios como nuestro creador y de ataques
horrendos a la dignidad del Hombre.
Una historia sobre su amor al rosario
Nos
narra P. Stefano Manelli, uno de sus hijos espirituales y gran
conocedor de su espiritualidad, una historia de cuando aún era un
seminarista capuchino:
“P.
Pío oraba mucho aún fuera de las horas de oración comunitaria.
Encontrarlo en el coro (lugar donde rezan los religiosos en las
iglesias), o en su cuarto haciendo oración, era una cosa normal. Le
gustaba mucho ya entonces la oración del Santo Rosario. En sus
propósitos espirituales escribió de rezar cada día quince rosarios.
Llegó
a comprometerse en una competencia (maravilloso y santo deporte) con un
compañero Fray Anastasio, a ver quien rezaba un mayor numero de
rosarios. Una noche sintió un ruido y alguien que se movía en el cuarto
cerca del suyo. Se despertó y pensó que los ruidos eran causados por
fray Anastasio que estaba todavía despierto para hacer rosarios, siempre
en competencia (santa competencia) con este hermano capuchino.
Un
cierto momento, desde la ventana, llamó a fray Anastasio y cual fue su
sorpresa cuando de la ventana no se asomó su compañero sino un enorme
perro negro con los ojos de fuego. Fray Pío se quedó como piedra, y el
horrible perro, con un salto formidable, desapareció. Fray Pío apenas
pudo llegar a la cama casi desmayado. Al día siguiente supo que a su
hermano Fray Anastasio lo habían cambiado de cuarto la noche anterior.”
Su batalla contra Satanás, el mundo y la carne las libró en modo eficaz a través de la recitación del Santo Rosario.
P. Berardo María
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