En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".

miércoles, 11 de abril de 2012

EL Rosario medio fácil y seguro de salvación



Por especial designio de la infinita misericordia de Dios, María Santísima reveló al gran Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicanos, un medio fácil y seguro de salvación: el Santo Rosario.
Siempre que los hombres lo utilizan, todo florece en la Iglesia, en la tierra pasa a reinar la paz, las familias viven en concordia y los corazones son abrazados de amor a Dios y al prójimo.
Cuando de Él se olvidan, las desgracias se multiplican, se implanta la discordia en los hogares, el caos se establece en el mundo...
El Avemaría, base del Nuevo Testamento
Santo Domingo vivió en una época de grandes tribulaciones para la Iglesia.
La terrible herejía de los albigenses se esparció en el sur de Francia y amenazaba toda Europa. La profunda corrupción moral de ella procedente hacia dudar sobre los fundamentos de la propia sociedad temporal.
Por medio de arduas predicaciones, durante años intentó él reconducir al seno de la Iglesia a aquellos infelices que se habían desviado de la verdad. Pero sus elocuentes e inflamadas palabras que no conseguían penetrar aquellos corazones empedernidos y entregados a los vicios.
El Santo intensificó sus oraciones...
Aumentó sus penitencias... Fundó un instituto religioso para acoger a los convertidos... De poco o nada sirvieron sus esfuerzos. Las conversiones eran pocas y de efímera duración.
Qué hacer? Cierto día, decidido a arrancar de Dios gracias superabundantes para mover a la conversión a aquellas almas, Fray Domingo entró a un bosque cerca de Toulouse y se entregó a la oración y a la penitencia, dispuesto a no salir de allí sin obtener del Cielo una respuesta favorable.
Después de tres días y tres noches de incesantes súplicas, cuando las fuerzas físicas ya casi lo abandonaron, se le apareció la Virgen María, diciendo con inefable suavidad: - Mi querido Domingo, sabes de qué medio se sirvió la Santísima Trinidad para reformar al mundo? - Señora, sabéis mejor que yo, porque, después de vuestro Hijo Jesucristo, fuiste Vos el principal instrumento de nuestra salvación.
- Yo te digo, entonces, que el instrumento más importante fue el Saludo Angélico, el Avemaría, que es el fundamento del Nuevo Testamento. Y, por lo tanto, si quieres ganar a Dios esos corazones endurecidos, reza mi Rosario.
Rayos y truenos para reforzar la predicación
Con nuevo ánimo, el celoso Dominicano se dirigió inmediatamente a la Catedral de Toulouse, para hacer una predicación.
Apenas él traspasó la puerta del templo, las campanas comenzaron a repicar, por obra de los ángeles, para reunir a los habitantes de la ciudad.
Apenas él comenzó a hablar, nubes espesas cubrieron el cielo y se desató una terrible tempestad, con rayos y truenos, agravada por un temblor de tierra.
El pavor de los asistentes aumentó cuando una imagen de Nuestra Señora, situada en local bien visible, levantó los brazos tres veces para pedir a Dios misericordia para los que no se conviertan y pidan la protección de su Santísima Madre.
El santo predicador imploró la misericordia de Dios, y la tempestad cesó, permitiéndole hablar con toda calma sobre las maravillas del Rosario.
Los habitantes de Toulouse se arrepintieron de sus pecados, abandonaron el error, y comenzaron a rezar el Rosario.
En consecuencia, grande fue el cambio de las costumbres en esa ciudad.
A partir de entonces, Santo Domingo en sus sermones, pasó a predicar la devoción al Rosario, invitando a sus oyentes a rezarlo con fervor todos los días. Así, obtuvo que la misericordia de Nuestra Señora envolviese las almas y las transformase profundamente.
María fue la verdadera vencedora de los errores de los albigenses.
Un sermón escrito por la Santísima Virgen
Relata el Beato Alano una aparición de Santo Domingo, en la cual éste le narró el siguiente episodio: Rezando el Rosario, estaba él preparándose para hacer en la Catedral de Notre Dame de Paris un sermón sobre San Juan Evangelista. Se le apareció entonces Nuestra Señora y le entregó un pergamino, diciendo: "Domingo, por bueno que sea el sermón que decidiste predicar, traigo aquí otro mejor".
Muy contento, leyó el pergamino, agradeció de todo corazón a María y se dirigió al púlpito para comenzar la predicación. Delante de él estaban los profesores y alumnos de la Universidad de Paris, además de un gran número de personas de importancia.
Sobre el Apóstol San Juan, apenas afirmó cuanto este mereciera haber sido escogido para guardián de la Reina del Cielo. Enseguida, agregó: "Señores y maestros ilustres, estáis acostumbrados a oír sermones elegantes y sabios, sin embargo, yo no quiero dirigirles las dotadas palabras de la sabiduría humana, sino mostrarles el Espíritu de Dios y su virtud".
Y entonces Santo Domingo pasó a explicar el Avemaría, como le había enseñado Nuestra Señora, conmoviendo así, profundamente, aquel auditorio de hombres cultos.
El Beato Alano de la Roche
Las propias gracias y milagros concedidos por Dios a través de la recitación del Rosario se encargaron de propagarlo por todas partes, tornándose esta devoción en la más querida por los fieles cristianos.
Mientras ella fue practicada, la piedad florecía en las Órdenes religiosas y en el mundo católico.
Pero, cien años después de haber sido divulgada por Santo Domingo, ya ella había caído casi en el olvido. Como consecuencia, se multiplicaron los males sobre la Cristiandad: la peste negra devastó Europa destruyendo un tercio de la población, surgieron nuevas herejías, la Guerra de los Cien Años esparció desórdenes por todas partes, y el Gran Cisma de Occidente dividió la Iglesia durante un largo período.
Para impedir el mal y, sobretodo, preparar a la Iglesia para enfrentar las futuras luchas, suscitó Dios al Beato Alano de la Roche, de la Orden Dominicana, con la misión de restaurar el antiguo fervor por el Rosario.
Un día en que él celebraba Misa, en 1460, Nuestro Señor le dijo : "Por qué me crucificas tú de nuevo? Y me crucificas, no sólo por tus pecados, sino también porque sabes cuánto es necesario predicar el Rosario y así desviar muchas almas del pecado. Si no lo haces, eres culpado de los pecados que ellas cometen".
A partir de entonces, el Beato Alano se tornó un incansable divulgador de esta devoción, y así convirtió gran número de almas.
Factor decisivo de grandes victorias
Fue, sobre todo, en los momentos de grandes peligros y pruebas para la Iglesia, que el Rosario tuvo un papel decisivo, propició la perseverancia de los católicos en la Fe y levantó una barrera contra el mal.
Al verse Europa amenazada por los ejércitos del imperio otomano, que avanzaban por mar y por tierra, devastando todo y persiguiendo a los cristianos, el Papa Pío V mandó rezar el Rosario en toda la Cristiandad, implorando la protección de Nuestra Señora. Al mismo tiempo, con el auxilio de España y de Venecia, reunió una escuadra en el Mar Mediterráneo para defender a los países católicos.
A siete de octubre de 1571, la flota católica encontró a la poderosa escuadra otomana en el golfo de Lepanto. Y a pesar de la superioridad numérica del adversario, los cristianos salieron triunfantes, alejando el riesgo de una invasión.
Antes de trabarse el combate, todos los soldados y marineros católicos rezaron el Rosario con gran devoción.
La victoria, que parecía casi imposible, se debió a la protección de la Virgen Santísima, la cual - según testimonio dado por los propios musulmanes - apareció durante la batalla, infundiéndoles gran terror.
En el siglo XVIII, para conmemorar la victoria del Príncipe Eugenio de Saboya sobre el ejército otomano, debida también a la eficacia del Rosario, el Papa Clemente XI ordenó que la fiesta de Nuestra Señora del Rosario fuese celebrada universalmente.
San Luis María Grignion de Montfort
La Iglesia sería todavía sacudida por muchas tempestades.
Necesitando fortalecer a sus hijos y prepararlos para soportar las grandes pruebas futuras, suscitó Dios un alma de fuego con la misión de reencender la llama de la devoción al Rosario, lo cual una vez más habría caído en el olvido.
San Luís Maria Grignion de Montfort, el gran doctor de la devoción a la Madre de Dios, ejerció su misión profética un siglo antes de la Revolución Francesa. Las regiones en las cuales se escuchó su predicación fueron las que mejor resistieron a los errores de su época y conservaron íntegra la Fe.
Fátima, 1917: "Soy la Señora del Rosario"
Ya en el siglo XX, cuando la Primera Guerra Mundial estaba en su auge, Nuestra Señora vino, Ella misma, en persona, a recordar a los hombres que la solución para sus males estaba al alcance de las manos, en las cuentas del Rosario: "Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz y el fin de la guerra", repitió Ella maternalmente a los tres pastorcitos, en Fátima.
En la última aparición, en octubre de 1917, la Virgen María dijo quién era: "Soy la Señora del Rosario". Y para justificar la autenticidad de las apariciones y la importancia del Rosario, operó un milagro de grandeza nunca vista, presenciado por una multitud de 70.000 personas que estaban en el lugar: el sol giró en el cielo, al mediodía, pareciendo precipitarse sobre la tierra, retomando después su posición habitual en el firmamento.
Milagros de esa magnitud, sólo en el Antiguo Testamento encontramos. Pero ni así el mundo dio oídos a la Madre de Dios. Y nunca se abatieron sobre la Tierra tantas desgracias, nunca hubo tantas guerras, nunca la desagregación moral llegó tan bajo.
Entre tanto, el medio de obtener la paz para el mundo, para las familias, para los corazones, continúa al alcance de nuestras manos, en las cuentas benditas del Rosario, que María Santísima traía colgado de su brazo cuando apareció en Fátima.
Se salvó porque llevaba el Rosario en la cintura
No es posible expresar cuánto la Santísima Virgen estima el Rosario sobre todas las demás devociones, y cómo es generosa en recompensar a los que trabajan para divulgarlo.
Cuenta San Luis María Grignion de Montfort el caso de Afonso IX, Rey de León, a quien Nuestra Señora protegió particularmente, por el simple hecho de portar el Rosario en la cintura.
Deseando que sus súbditos honrasen a la Santísima Virgen, y para animarlos con su ejemplo, se le ocurrió a ese monarca portar ostensivamente un gran Rosario, aunque no lo rezase.
Esto bastó para incentivar a sus cortesanos a rezarlo devotamente.
Algún tiempo después, el rey estuvo a las puertas de la muerte, acometido por una grave enfermedad. Fue entonces transportado en espíritu al tribunal de Dios, donde los demonios lo acusaron de todos sus crímenes. Y cuando iba ser condenado a las penas eternas, se presentó en su defensa la Santísima Virgen delante de Jesús.
En un plato de la balanza, fueron colocados los pecados del Rey. En el otro, la Virgen María colocó el gran Rosario que él portara en honor a Ella, juntamente con los Rosarios que, debido a su ejemplo, habían rezado otras personas, y estos pesaban más que todos los pecados por él cometidos.
Después, María Santísima, mirando con misericordia al Rey, dijo: "Conseguí de mi Hijo, como recompensa por el pequeño servicio que me hiciste, llevando en la cintura el Rosario, el prolongamiento de tu vida por unos años más. Empléalos bien, y haz penitencia".
Volviendo en sí, el rey exclamó: "Oh! Bendito Rosario de la Santísima Virgen, por él es que fui libre de la condena eterna!" Y, recuperando la salud, pasó a rezar el Rosario todos los días hasta el fin de la vida.
La palabra del Papa, portavoz de Jesús
"El Rosario nos transporta místicamente junto a María (...) para que Ella nos eduque y nos forme hasta que Cristo esté en nosotros plenamente" - enseña el Papa Juan Pablo II. Y agrega: "Nunca, como en el Rosario, el camino de Cristo y el de María aparecen unidos tan profundamente. María sólo vive en Cristo y en función de Cristo".
Recordemos sus inspiradas palabras en la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariæ": "El Rosario me acompañó en los momentos de alegría y en las pruebas.
A él confié tantas preocupaciones; en él encontré siempre consolación. El Rosario es mi oración predilecta. Oración maravillosa ! "El Rosario bendito de María, dulce cadena que nos prende a Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el naufragio general! "No te dejaremos nunca más! "Serás nuestro conforte en la hora de agonía. Sea para ti el último ósculo de la vida que se apaga. Y la última palabra de nuestros labios ha de ser vuestro nombre suave, oh Reina del Rosario, oh nuestra Madre querida, oh Refugio de los pecadores, oh soberana consoladora de los tristes. Seas bendita en todas partes, hoy y siempre, en la tierra y en el Cielo. Amén."
Nunca deje de rezarlo!
Sí, acata fielmente esa exhortación del Papa, nunca deje de rezar el Rosario, bajo pretexto de haber muchas distracciones involuntarias, falta de gusto en rezarlo, mucho cansancio, insuficiencia de tiempo, o cualquier otro. Para rezar bien el Rosario, no es necesario sentir gusto, tener consuelos, ni conseguir una aplicación continua de la imaginación.
Bastan la fe pura y la buena intención.
Y vea cuántos beneficios nos proporciona la recitación del Rosario!
• Nos eleva al conocimiento perfecto de Jesucristo.
• Purifica nuestras almas del pecado.
• Nos hace victoriosos contra todos nuestros enemigos.
• Nos torna fácil la práctica de las virtudes.
• Nos abraza en el amor de Jesucristo..
• Nos enriquece de gracias y méritos.
• Nos fortalece los medios de pagar todas nuestras deudas con Dios y con los hombres.
A todo eso, agrega San Luis María Grignion de Montfort: - "Aunque te encuentres al borde del abismo o ya con un pie en el infierno aunque estés endurecido y obstinado como un demonio, temprano o tarde te convertirás y salvarás, mientras que reces devotamente todos los días el santo Rosario, para conocer la verdad y obtener el arrepentimiento y el perdón de tus pecados".

(Revista Arautos del Evangelio, Out/2004, n. 34, p. 34 a 38)

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