"El Rosario me acompañó
en los momentos de alegría y en las pruebas. A él confié tantas
preocupaciones, en él siempre encontré refugio. El Rosario es mi oración
predilecta. Maravillosa en la simplicidad y en la profundidad." - Estas
palabras son del Papa Juan Pablo II, en la Carta Apostólica "Rosarium
Virginis Mariae", con la cual inició el "Año del Rosario", que se
encierra en este mes de octubre, coronando el 25º aniversario de su
proficuo Pontificado. Uniéndose al júbilo universal por esta
significativa fecha, reproducimos abajo algunos trechos de esa Carta, en
los cuales el Papa procura transmitirnos su amor a esta devoción. (Los
subtítulos son de la Redacción.)
Estimulada por numerosos Santos y Pontífices
El Rosario de la Virgen
María, que al soplo del Espíritu de Dios se fue formando gradualmente en
el segundo milenio, es oración amada por numerosos Santos y estimulada
por el Magisterio. Muchos de mis predecesores atribuyeron gran
importancia a esta oración. Yo mismo no perdí ocasión para exhortar la
frecuente recitación del Rosario. Desde mi juventud, esta oración tuvo
un lugar importante en mi vida espiritual. El Rosario es mi oración
predilecta.
Sería imposible citar la multitud incontable de Santos que encontraron en el Rosario un auténtico camino de santificación. Bastará recordar San Luís María Grignion de Montfort; y, en nuestros días, Padre Pío de Pietrelcina, que recientemente tuve la alegría de canonizar.
Sería imposible citar la multitud incontable de Santos que encontraron en el Rosario un auténtico camino de santificación. Bastará recordar San Luís María Grignion de Montfort; y, en nuestros días, Padre Pío de Pietrelcina, que recientemente tuve la alegría de canonizar.
Repeticiones de actos de amor
La meditación de los
misterios de Cristo es propuesta en el Rosario con un método
característico, apropiado por su naturaleza para favorecer la
asimilación de los mismos. Es el método basado en la repetición. Esto es
visible, sobre todo, con el Avemaría repetida diez veces en cada
misterio. Considerando superficialmente una tal repetición, se puede ser
tentado a ver el Rosario como una práctica árida y aborrecida. Se
llega, sin embargo, a una idea muy diferente cuando se considera el
Rosario como expresión de aquel amor que no se cansa de volver a la
persona amada con efusiones que, a pesar de semejanzas en su
manifestación, son siempre nuevas por el sentimiento que las penetra.
En Cristo, Dios asumió
verdaderamente un "corazón de carne". No tiene apenas un corazón divino,
rico de misericordia y perdón, sino también un corazón humano, capaz de
todas las vibraciones de afecto. Si hubiese necesidad de un testimonio
evangélico de esto mismo, no sería difícil encontrarlo en el diálogo
conmovedor de Cristo con Pedro después de la Resurrección: "Simón, hijo
de Juan, tú me amas?" Por tres veces es hecha la pregunta, y tres veces
recibe como respuesta: "Señor, Tú sabes que Te amo" (cf. Jo 21, 15- 17).
Además del significado específico del texto, tan importante para la
misión de Pedro, no pasa desapercibida a nadie la belleza de esta triple
repetición, en la cual la solicitud insistente y la respectiva
respuesta son expresadas con términos bien conocidos de experiencia
universal del amor humano. Para comprender el Rosario, es preciso entrar
en la dinámica psicológica típica del amor.
Una cosa es clara! Si la
repetición del Avemaría se dirige directamente a María, con Ella y por
Ella es para Jesús que, en último análisis, va el acto de amor. La
repetición se alimenta del deseo de una conformación cada vez más plena a
Cristo, verdadero "programa" de la vida cristiana.
María, maestra inigualable
Cristo es el Maestro por
excelencia, el Revelador y la Revelación. No se trata solamente de
aprender las cosas que Él enseñó, sino de "aprender a Él". Sin embargo,
en esto, cuál maestra más experimentada que María? Si al lado de Dios es
el Espíritu, el Maestro interior, que nos conduce a la verdad plena de
Cristo (cf. Jo 14, 26; 15, 26; 16, 13), de entre los seres humanos,
nadie mejor que Ella conoce a Cristo, nadie como la Madre puede
introducirnos en el profundo conocimiento de su misterio.
La primera de las
"señales" realizada por Jesús - la transformación de agua en vino en las
bodas de Cana - nos muestra precisamente a María en el papel de
maestra, cuando exhorta a los siervos a cumplir las disposiciones de
Cristo (cf. Jo 2, 5). Y podemos imaginar que Ella haya desempeñado la
misma función con los discípulos después de la Ascensión de Jesús,
cuando se quedó con ellos a la espera del Espíritu Santo y los animó en
la primera misión. Recorrer con Ella las escenas del Rosario es como
frecuentar la "escuela" de María para leer a Cristo, penetrar en sus
secretos, comprender su mensaje.
Una escuela, la de María,
todavía más eficaz, cuando se piensa que Ella la da obteniéndonos los
dones del Espíritu Santo con abundancia y, al mismo tiempo,
proponiéndonos el ejemplo de aquella "peregrinación de fe", en la cual
es maestra inigualable. Delante de cada misterio del Hijo, Ella nos
invita, como en su Anunciación, a colocar humildemente las preguntas que
abren a la luz, para concluir siempre con la obediencia de la fe: "He
aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
Valor catequético del Rosario
Si
en la recitación del Rosario todos los elementos para una meditación
eficaz fueren debidamente valorizados, tornase, especialmente en la
celebración comunitaria en las parroquias y en los santuarios, una
significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber
aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra
de anuncio de Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración
fue utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil
para la Iglesia por causa de la difusión de la herejía albigense..
Hoy nos encontramos
delante de nuevos desafíos. Por qué no retomar en la mano el Rosario con
la fe de los que nos precedieron? El Rosario conserva toda su fuerza y
permanece como un recurso no despreciable en el equipaje pastoral de
todo buen evangelizador.
Misterios luminosos
De tantos misterios de la
vida de Cristo, el Rosario, tal como se consolidó en la práctica más
común confirmada por la autoridad eclesial, apunta sólo algunos. Tal
selección fue dictada por la estructuración originaria de esta oración,
que adoptó el número 150, como el de los Salmos.
Para que el Rosario pueda
considerarse más plenamente "compendio del Evangelio", es conveniente
que, después de recordar la encarnación y la vida oculta de Cristo
(misterios de la alegría), y antes de detenerse en los sufrimientos de
la Pasión (misterios del dolor), y en el triunfo de la Resurrección
(misterios de gloria), la meditación se concentra también sobre algunos
momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de
la luz).
El Rosario converge hacia el Crucificado
Un instrumento
tradicional en la recitación del Rosario, es el rosario. En su uso más
superficial, se reduce frecuentemente a un simple medio para contar y
registrar la sucesión de las Avemaría. Pero, se presta también a
exprimir simbolismos, que pueden conferir mayor profundidad a la
contemplación.
A ese respecto, la
primera cosa a notar es cómo el rosario converge hacia el Crucificado,
que de esta forma abre y cierra el propio itinerario de la oración. En
Cristo, está centrada la vida y la oración de los creyentes. Todo parte
de Él, todo tiende a Él, todo por Él, en el Espíritu Santo, llega al
Padre.
Rosario, salvación de la Cristiandad Amenazada
Todo lo que fue dicho
hasta ahora, manifiesta ampliamente la riqueza de esta oración
tradicional, que tiene no sólo la simplicidad de una oración popular,
sino también la profundidad teológica de una oración adaptada a quien
siente la exigencia de una contemplación más madura.
La Iglesia reconoció
siempre una eficacia particular al Rosario, confiándole, mediante su
recitación comunitaria y su práctica constante, las causas más
difíciles. En momentos en que estuviera amenazada la propia Cristiandad,
fue a la fuerza de esta oración que se atribuyó la liberación del
peligro, habiendo la Virgen del Rosario sido saludada como propiciadora
de la salvación.
Oración orientada para la paz
Las dificultades que el
horizonte mundial presenta, en este inicio del nuevo milenio, nos llevan
a pensar que sólo una intervención de lo Alto - capaz de orientar los
corazones de aquellos que viven en situaciones de conflicto y de cuantos
rigen los destinos de las Naciones - permite esperar un futuro menos
sombrío.
El Rosario es, por
naturaleza, una oración orientada para la paz, precisamente porque
consiste en la contemplación de Cristo, Príncipe de la paz y "nuestra
paz" (Ef 2, 14). Quien asimila el misterio de Cristo - y el Rosario
reconoce esto - aprende el secreto de la paz y de él hace un proyecto de
vida. Además de eso, debido a su carácter meditativo con la serena
sucesión de las Avemaría, ejerce una acción pacificadora sobre quien lo
reza, predisponiéndolo a recibir y experimentar en lo más hondo de sí
mismo, y a esparcir a su alrededor, aquella paz verdadera que es un don
especial del Resucitado (cf. Jo 14, 27; 20, 21).
En suma el Rosario, al
mismo tiempo que nos lleva a fijar los ojos en Cristo, nos torna también
constructores de la paz en el mundo. Por sus características de
petición insistente y comunitaria, en sintonía con la invitación de
Cristo para "orar siempre, sin desfallecer" (Lc 18, 1), aquel permítenos
esperar que, también hoy, se pueda vencer una "batalla" tan difícil
como es la de la paz.
Oración por la familia: los padres...
El Rosario fue desde
siempre también oración de la familia y por la familia. Además, esta
oración era particularmente amada por las familias cristianas y
favorecía ciertamente su unión. Es preciso no dejar perder esta preciosa
herencia. Importa volver a rezar en familia y por las familias,
sirviéndose todavía de esta forma de oración. Pido, pues, a todos
aquellos que se dedican a la pastoral de las familias para sugerir con
convicción la recitación del Rosario.
Retomar la recitación del
Rosario en familia significa inferir en la vida diaria imágenes bien
diferentes - las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la
imagen de su Madre Santísima. La familia, que reza unida el Rosario,
reproduce en cierta medida el clima de la casa de Nazaret: se pone Jesús
en el centro, se comparten con Él alegrías y sufrimientos, se colocan
en sus manos necesidades y proyectos, y de Él se recibe la esperanza y
la fuerza para el camino.
... y los hijos
Es bueno y fructífero
también confiar a esta oración el itinerario de crecimiento de los
hijos. Por ventura no es el Rosario el itinerario de la vida de Cristo,
desde su concepción hasta la muerte, resurrección y gloria? Hoy se torna
cada vez más ardua para los padres, la tarea de guiar a los hijos por
las varias etapas de su vida. En la sociedad de la tecnología avanzada,
de los mass-media y de la globalización, todo se tornó tan rápido y la
distancia cultural entre las generaciones es cada vez mayor. Los pedidos
más diversos y las experiencias más imprevisibles temprano invaden la
vida de los niños y adolescentes, y los padres se sienten a veces
angustiados para hacer frente a los riesgos que aquellos corren. No es
raro experimentar fuertes desilusiones, constatando la falencia de sus
hijos delante de la seducción de la droga, la atracción de un hedonismo
desenfrenado, las tentaciones de la violencia, las expresiones más
variadas de falta de sentido y de desespero.
Rezar el Rosario por los
hijos y, más todavía, con los hijos, educándolos desde tierna edad para
este momento diario de "paraje orante" de la familia, no trae por cierto
la solución de todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no
se debe subestimar.
Se puede objetar que el
Rosario parece una oración poco adaptada al gusto de los niños y jóvenes
de hoy. Pero la objeción parte tal vez de la forma muchas veces poco
cuidada de rezarlo. Si el Rosario es bien presentado, estoy seguro de
que los propios jóvenes serán capaces de sorprender una vez más a los
adultos, asumiendo esta oración y recitándola con el entusiasmo típico
de su edad.
"Que este pedido mío no quede ignorado!"
Queridos hermanos y
hermanas! Una oración tan fácil y al mismo tiempo tan rica merece
verdaderamente ser descubierta de nuevo por la comunidad cristiana.
Me dirijo de modo
particular a vosotros, amados Hermanos en el Episcopado, sacerdotes y
diáconos, y a vosotros, agentes pastorales en los diversos ministerios,
pidiendo que, experimentando personalmente la belleza del Rosario,
vosotros os tornéis en solícitos promotores del mismo.
Pienso en vosotros todos,
hermanos y hermanas de cualquier condición, en vosotros, familias
cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes:
retomad confiadamente en las manos el Rosario, haciendo su explicación a
la luz de la Escritura, de armonía con la Liturgia, en el contexto de
la vida cotidiana.
Que este pedido mío no quede ignorado!
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