En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".

sábado, 7 de abril de 2012

Rosario bendito de María, dulce candela que nos prende a Dios

"El Rosario me acompañó en los momentos de alegría y en las pruebas. A él confié tantas preocupaciones, en él siempre encontré refugio. El Rosario es mi oración predilecta. Maravillosa en la simplicidad y en la profundidad." - Estas palabras son del Papa Juan Pablo II, en la Carta Apostólica "Rosarium Virginis Mariae", con la cual inició el "Año del Rosario", que se encierra en este mes de octubre, coronando el 25º aniversario de su proficuo Pontificado. Uniéndose al júbilo universal por esta significativa fecha, reproducimos abajo algunos trechos de esa Carta, en los cuales el Papa procura transmitirnos su amor a esta devoción. (Los subtítulos son de la Redacción.)
Estimulada por numerosos Santos y Pontífices1.jpg
El Rosario de la Virgen María, que al soplo del Espíritu de Dios se fue formando gradualmente en el segundo milenio, es oración amada por numerosos Santos y estimulada por el Magisterio. Muchos de mis predecesores atribuyeron gran importancia a esta oración. Yo mismo no perdí ocasión para exhortar la frecuente recitación del Rosario. Desde mi juventud, esta oración tuvo un lugar importante en mi vida espiritual. El Rosario es mi oración predilecta.
Sería imposible citar la multitud incontable de Santos que encontraron en el Rosario un auténtico camino de santificación. Bastará recordar San Luís María Grignion de Montfort; y, en nuestros días, Padre Pío de Pietrelcina, que recientemente tuve la alegría de canonizar.
Repeticiones de actos de amor
La meditación de los misterios de Cristo es propuesta en el Rosario con un método característico, apropiado por su naturaleza para favorecer la asimilación de los mismos. Es el método basado en la repetición. Esto es visible, sobre todo, con el Avemaría repetida diez veces en cada misterio. Considerando superficialmente una tal repetición, se puede ser tentado a ver el Rosario como una práctica árida y aborrecida. Se llega, sin embargo, a una idea muy diferente cuando se considera el Rosario como expresión de aquel amor que no se cansa de volver a la persona amada con efusiones que, a pesar de semejanzas en su manifestación, son siempre nuevas por el sentimiento que las penetra.
En Cristo, Dios asumió verdaderamente un "corazón de carne". No tiene apenas un corazón divino, rico de misericordia y perdón, sino también un corazón humano, capaz de todas las vibraciones de afecto. Si hubiese necesidad de un testimonio evangélico de esto mismo, no sería difícil encontrarlo en el diálogo conmovedor de Cristo con Pedro después de la Resurrección: "Simón, hijo de Juan, tú me amas?" Por tres veces es hecha la pregunta, y tres veces recibe como respuesta: "Señor, Tú sabes que Te amo" (cf. Jo 21, 15- 17). Además del significado específico del texto, tan importante para la misión de Pedro, no pasa desapercibida a nadie la belleza de esta triple repetición, en la cual la solicitud insistente y la respectiva respuesta son expresadas con términos bien conocidos de experiencia universal del amor humano. Para comprender el Rosario, es preciso entrar en la dinámica psicológica típica del amor.
Una cosa es clara! Si la repetición del Avemaría se dirige directamente a María, con Ella y por Ella es para Jesús que, en último análisis, va el acto de amor. La repetición se alimenta del deseo de una conformación cada vez más plena a Cristo, verdadero "programa" de la vida cristiana.
María, maestra inigualable
Cristo es el Maestro por excelencia, el Revelador y la Revelación. No se trata solamente de aprender las cosas que Él enseñó, sino de "aprender a Él". Sin embargo, en esto, cuál maestra más experimentada que María? Si al lado de Dios es el Espíritu, el Maestro interior, que nos conduce a la verdad plena de Cristo (cf. Jo 14, 26; 15, 26; 16, 13), de entre los seres humanos, nadie mejor que Ella conoce a Cristo, nadie como la Madre puede introducirnos en el profundo conocimiento de su misterio.
La primera de las "señales" realizada por Jesús - la transformación de agua en vino en las bodas de Cana - nos muestra precisamente a María en el papel de maestra, cuando exhorta a los siervos a cumplir las disposiciones de Cristo (cf. Jo 2, 5). Y podemos imaginar que Ella haya desempeñado la misma función con los discípulos después de la Ascensión de Jesús, cuando se quedó con ellos a la espera del Espíritu Santo y los animó en la primera misión. Recorrer con Ella las escenas del Rosario es como frecuentar la "escuela" de María para leer a Cristo, penetrar en sus secretos, comprender su mensaje.
Una escuela, la de María, todavía más eficaz, cuando se piensa que Ella la da obteniéndonos los dones del Espíritu Santo con abundancia y, al mismo tiempo, proponiéndonos el ejemplo de aquella "peregrinación de fe", en la cual es maestra inigualable. Delante de cada misterio del Hijo, Ella nos invita, como en su Anunciación, a colocar humildemente las preguntas que abren a la luz, para concluir siempre con la obediencia de la fe: "He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38).
Valor catequético del Rosario
2.jpgSi en la recitación del Rosario todos los elementos para una meditación eficaz fueren debidamente valorizados, tornase, especialmente en la celebración comunitaria en las parroquias y en los santuarios, una significativa oportunidad catequética que los Pastores deben saber aprovechar. La Virgen del Rosario continúa también de este modo su obra de anuncio de Cristo. La historia del Rosario muestra cómo esta oración fue utilizada especialmente por los Dominicos, en un momento difícil para la Iglesia por causa de la difusión de la herejía albigense..
Hoy nos encontramos delante de nuevos desafíos. Por qué no retomar en la mano el Rosario con la fe de los que nos precedieron? El Rosario conserva toda su fuerza y permanece como un recurso no despreciable en el equipaje pastoral de todo buen evangelizador.
Misterios luminosos
De tantos misterios de la vida de Cristo, el Rosario, tal como se consolidó en la práctica más común confirmada por la autoridad eclesial, apunta sólo algunos. Tal selección fue dictada por la estructuración originaria de esta oración, que adoptó el número 150, como el de los Salmos.
Para que el Rosario pueda considerarse más plenamente "compendio del Evangelio", es conveniente que, después de recordar la encarnación y la vida oculta de Cristo (misterios de la alegría), y antes de detenerse en los sufrimientos de la Pasión (misterios del dolor), y en el triunfo de la Resurrección (misterios de gloria), la meditación se concentra también sobre algunos momentos particularmente significativos de la vida pública (misterios de la luz).
El Rosario converge hacia el Crucificado
Un instrumento tradicional en la recitación del Rosario, es el rosario. En su uso más superficial, se reduce frecuentemente a un simple medio para contar y registrar la sucesión de las Avemaría. Pero, se presta también a exprimir simbolismos, que pueden conferir mayor profundidad a la contemplación.
A ese respecto, la primera cosa a notar es cómo el rosario converge hacia el Crucificado, que de esta forma abre y cierra el propio itinerario de la oración. En Cristo, está centrada la vida y la oración de los creyentes. Todo parte de Él, todo tiende a Él, todo por Él, en el Espíritu Santo, llega al Padre.
Rosario, salvación de la Cristiandad Amenazada
Todo lo que fue dicho hasta ahora, manifiesta ampliamente la riqueza de esta oración tradicional, que tiene no sólo la simplicidad de una oración popular, sino también la profundidad teológica de una oración adaptada a quien siente la exigencia de una contemplación más madura.
La Iglesia reconoció siempre una eficacia particular al Rosario, confiándole, mediante su recitación comunitaria y su práctica constante, las causas más difíciles. En momentos en que estuviera amenazada la propia Cristiandad, fue a la fuerza de esta oración que se atribuyó la liberación del peligro, habiendo la Virgen del Rosario sido saludada como propiciadora de la salvación.
Oración orientada para la paz
Las dificultades que el horizonte mundial presenta, en este inicio del nuevo milenio, nos llevan a pensar que sólo una intervención de lo Alto - capaz de orientar los corazones de aquellos que viven en situaciones de conflicto y de cuantos rigen los destinos de las Naciones - permite esperar un futuro menos sombrío.
El Rosario es, por naturaleza, una oración orientada para la paz, precisamente porque consiste en la contemplación de Cristo, Príncipe de la paz y "nuestra paz" (Ef 2, 14). Quien asimila el misterio de Cristo - y el Rosario reconoce esto - aprende el secreto de la paz y de él hace un proyecto de vida. Además de eso, debido a su carácter meditativo con la serena sucesión de las Avemaría, ejerce una acción pacificadora sobre quien lo reza, predisponiéndolo a recibir y experimentar en lo más hondo de sí mismo, y a esparcir a su alrededor, aquella paz verdadera que es un don especial del Resucitado (cf. Jo 14, 27; 20, 21).
En suma el Rosario, al mismo tiempo que nos lleva a fijar los ojos en Cristo, nos torna también constructores de la paz en el mundo. Por sus características de petición insistente y comunitaria, en sintonía con la invitación de Cristo para "orar siempre, sin desfallecer" (Lc 18, 1), aquel permítenos esperar que, también hoy, se pueda vencer una "batalla" tan difícil como es la de la paz.
Oración por la familia: los padres...
El Rosario fue desde siempre también oración de la familia y por la familia. Además, esta oración era particularmente amada por las familias cristianas y favorecía ciertamente su unión. Es preciso no dejar perder esta preciosa herencia. Importa volver a rezar en familia y por las familias, sirviéndose todavía de esta forma de oración. Pido, pues, a todos aquellos que se dedican a la pastoral de las familias para sugerir con convicción la recitación del Rosario.
Retomar la recitación del Rosario en familia significa inferir en la vida diaria imágenes bien diferentes - las del misterio que salva: la imagen del Redentor, la imagen de su Madre Santísima. La familia, que reza unida el Rosario, reproduce en cierta medida el clima de la casa de Nazaret: se pone Jesús en el centro, se comparten con Él alegrías y sufrimientos, se colocan en sus manos necesidades y proyectos, y de Él se recibe la esperanza y la fuerza para el camino.
... y los hijos
Es bueno y fructífero también confiar a esta oración el itinerario de crecimiento de los hijos. Por ventura no es el Rosario el itinerario de la vida de Cristo, desde su concepción hasta la muerte, resurrección y gloria? Hoy se torna cada vez más ardua para los padres, la tarea de guiar a los hijos por las varias etapas de su vida. En la sociedad de la tecnología avanzada, de los mass-media y de la globalización, todo se tornó tan rápido y la distancia cultural entre las generaciones es cada vez mayor. Los pedidos más diversos y las experiencias más imprevisibles temprano invaden la vida de los niños y adolescentes, y los padres se sienten a veces angustiados para hacer frente a los riesgos que aquellos corren. No es raro experimentar fuertes desilusiones, constatando la falencia de sus hijos delante de la seducción de la droga, la atracción de un hedonismo desenfrenado, las tentaciones de la violencia, las expresiones más variadas de falta de sentido y de desespero.3.jpg
Rezar el Rosario por los hijos y, más todavía, con los hijos, educándolos desde tierna edad para este momento diario de "paraje orante" de la familia, no trae por cierto la solución de todos los problemas, pero es una ayuda espiritual que no se debe subestimar.
Se puede objetar que el Rosario parece una oración poco adaptada al gusto de los niños y jóvenes de hoy. Pero la objeción parte tal vez de la forma muchas veces poco cuidada de rezarlo. Si el Rosario es bien presentado, estoy seguro de que los propios jóvenes serán capaces de sorprender una vez más a los adultos, asumiendo esta oración y recitándola con el entusiasmo típico de su edad.
"Que este pedido mío no quede ignorado!"
Queridos hermanos y hermanas! Una oración tan fácil y al mismo tiempo tan rica merece verdaderamente ser descubierta de nuevo por la comunidad cristiana.
Me dirijo de modo particular a vosotros, amados Hermanos en el Episcopado, sacerdotes y diáconos, y a vosotros, agentes pastorales en los diversos ministerios, pidiendo que, experimentando personalmente la belleza del Rosario, vosotros os tornéis en solícitos promotores del mismo.
Pienso en vosotros todos, hermanos y hermanas de cualquier condición, en vosotros, familias cristianas, en vosotros, enfermos y ancianos, en vosotros, jóvenes: retomad confiadamente en las manos el Rosario, haciendo su explicación a la luz de la Escritura, de armonía con la Liturgia, en el contexto de la vida cotidiana.
Que este pedido mío no quede ignorado!

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