En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".

domingo, 27 de mayo de 2012

Mensaje del 25 de mayo de 2012 en Medjugorje, Bosnia-Herzegovina


“¡Queridos hijos! También hoy los invito a la conversión y a la santidad. Dios les quiere dar alegría y paz a través de la oración, pero ustedes hijitos, aún están lejos, apegados a la tierra y a las cosas terrenales. Por eso los invito nuevamente: abran su corazón y su mirada hacia Dios y hacia las cosas de Dios, y la alegría y la paz reinarán en sus corazones. Gracias por haber respondido a mi llamado.”

sábado, 26 de mayo de 2012

Con María...esperado Pentecostés



Aquí te espero, Señora mía, en este punto de mi vida y unos días antes de Pentecostés para que tú, Madre querida, me enseñes, me expliques, me acompañes a recibir al que nos ha prometido Jesús...

Quiero encontrarte hoy Señora, mas, ¿dónde te busco?... mi alma comienza a susurrarte amorosamente un Ave María: Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo... Sí, Madre, el Señor es contigo y eres llena de gracia... llena de gracia, esa gracia que enamora al mismo Dios, y ha sido sembrada en tu alma por el Espíritu Santo... tú le conoces bien, Señora, háblanos de El...

Y mi corazón te busca, y tú, siempre atenta, te llegas a mi alma y a mis sueños y me cuentas... me enseñas... me amas...

- Hija querida, para que tu corazón entienda lo que significa albergar al Espíritu Santo, lo primero y mas necesario es que sea un corazón de puertas abiertas... un corazón que espera, un corazón que confía mas allá de los límites, un corazón que pide a Jesús a cada instante "Señor, aumenta mi fe"...

- Es bien cierto Señora, tú has hallado gracia delante de Dios por tu oración silenciosa, perseverante, confiadísima, y por tus virtudes, delicadamente sembradas en el alma de quien debía recibir al Salvador del mundo, y aceptadas por ti con alegría, y vividas con fe, no como carga u obligación, sino como signo de amor... Señora, tú conoces bien al Espíritu... no en vano la Iglesia nos dice que eres su fiel esposa...

- Así es hija, el Espíritu llego a mí el día de la Encarnación como propuesta de amor... Y me inundó el alma... mi vida no fue la misma a partir de aquel día, es que las personas ya no son las mismas luego que El entra en sus almas...

- ¿Cómo es esto, Señora? ¿Cómo sabemos que El ha llegado a nuestra alma?, lo sabemos por fe, sí, que lo hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación, pero... ¿como nos damos cuenta en nuestra vida diaria, en la rutina, de que nos estamos dejando guiar por El o si hacemos oídos sordos a sus consejos, a las santas inclinaciones que sugiere a nuestra alma?

- No eres la primera que me hace esta pregunta... Hace ya tiempo me la hizo Tomas... sí, Tomas, el Mellizo, el Apóstol, el que no había creído cuando Jesús se presentó a sus compañeros..., pero ven, vamos a Jerusalén, así lo ves por ti misma...

Mi corazón cierra los ojos al mundo y te sigue, es una sensación hermosa, seguirte, adondequiera que vayas, seguirte, no hay camino más hermoso, María, no hay camino mas seguro...

Jerusalén se presenta ante nuestros ojos quieto y sin ruido, apenas está por salir el sol, uno que otro habitante va saliendo a sus diarias tareas, entramos las dos a la ciudad sin ser vistas... Llegamos a una construcción de dos plantas, que en nada se diferenciaba del resto de las viviendas... Allí se reunían los Apóstoles y algunas mujeres... Quizás era la misma casa en que se celebró la Ultima Cena, pero no quise preguntar..., era demasiado fuerte toda la situación, preferí seguirte sin preguntas...

Entraste, delicadamente, como entras en las almas de los que te aman, te sigo..., era el día de Pentecostés, la fiesta de la cosecha, la plenitud y la abundancia, habían transcurrido 50 días desde el Domingo de Pascua..., los Apóstoles estaban ya reunidos en oración en el piso superior...Te dedicaste a prepararles unos alimentos, te ayudé en lo poco que yo sabía, en realidad, solo atinaba a mirarte, extasiada... Cuando todo estuvo listo, subiste a alimentar a tus amigos, a tus hijos... y recordé como alimentas a todos tus hijos, proporcionando a tus devotos todo lo necesario para el cuerpo y el alma...

Los hombres habían hecho un alto en la oración y agradecieron tu gesto maternal... Cuando bajaste, noté que te seguía Tomas, el Mellizo... el hombre estaba un poco turbado y sus ojos denotaban una gran preocupación...

Señora mía- te dijo, y su voz rebosaba de amor y respeto- necesito preguntaros algo...

Dime hijo, te escucho...

Señora, bien sabes lo que me ha sucedido con el Maestro, cuando me negué a creer en su Resurrección... cuando se presentó ante mí yo me sentí avergonzado a causa de mi incredulidad y lo que más me dolió fue la expresión de sus ojos cuando me dijo "En adelante no seas incrédulo sino hombre de fe"... su mirada reflejaba dolor por mi falta de fe... Señora, no quiero fallarle de nuevo al Maestro, Él nos dijo que nos enviaría el Paráclito, el Espíritu Santo y yo... yo tengo miedo de no reconocerlo... tu sabes, Madre...

Madre... la palabra revoloteaba en el aire y lo perfumaba, sí Madre, Madre nuestra, Madre de la Iglesia, Madre que escucha y aconseja, Madre que calma y consuela... Madre

Tomas, hijo, no temas...-contestó la llena de gracia- no temas... tu corazón debe tener abierta sus puertas al amor de Dios, confiar... Él conoce tus debilidades, pero también conoce tu amor... solo pide, hijo mío, solo pide a Dios luz para el alma, luz para tu corazón, y el Espíritu te dará todo lo que pides y más, mucho más...

¿Cómo lo reconoceré, Señora?

Porque El te dará la fuerza que necesites para cumplir la Voluntad de Dios...

¿Cómo sabré que es lo que Dios espera de mí?

Hijo, lo que Dios espera de ti es que ames como Jesús te ama... el amor, además de mandamiento es camino, y es mandamiento porque es camino... ama, hijo, pero ama como Jesús te ama, con esa intensidad.... No esperes realizar grandes milagros u obras para sentir que estás cumpliendo la voluntad de Dios.... Se puede cumplir la voluntad del Padre en las cosas más sencillas, y se puede desobedecer al Padre también en las cosas más sencillas... La madre, cumple la voluntad de Dios amando, cuidando, alimentando a sus hijos, siendo su amiga y serena consejera.... El padre, cumple la voluntad de Dios protegiendo a su familia, velando por su unidad, siendo faro en las tormentas del alma, llevando calma y paz... un trabajador cumple la voluntad de Dios siendo fiel en su labor, respetando a los demás, buscando siempre la paz... 

Tomas te miró con rostro aliviado, te abrazó con infinita ternura y vi como gruesas lágrimas surcaban el rostro del hombre... qué hermosa imagen me regalabas al corazón, Madre querida, un hombre que se abraza a ti y puede llorar... toda la angustia del alma, se transforma en lágrimas y caen sobre tu manto... Y retornan al hombre hechas consejo y camino...

Subimos nuevamente al piso superior, y Pedro comenzó nuevamente las oraciones... De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa, y aparecieron unas lenguas, como de fuego, que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos... Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran...

Los hombres estaban entre maravillados y emocionados, y comenzó a escucharse el griterío de la gente que había llegado atraída por el ruido del viento y se agolpaba fuera de la casa... Los Apóstoles bajaron y se acercaron a las personas que allí estaban y comenzaron a proclamar las maravillas de Dios en distintos idiomas, así, cada uno de los presentes les escuchaba en su propia lengua nativa...

Tan opuesta esta escena a la de la Torre de Babel, donde el orgullo de los hombres provocó el nacimiento de las distintas lenguas y no podían entenderse... aquí, gracias al Espíritu, las diferentes lenguas no eran obstáculo para el mensaje, sino canal por el que llegar a todo hombre...

Tú, Señora mía, te quedaste arriba... yo te pregunté, tímidamente...

¿Y ahora, Madre?

Pues, acabas de presenciar el nacimiento de la Iglesia... Una Iglesia que proclama el amor de Dios en toda lengua y a toda cultura... Una Iglesia de puertas abiertas y corazón orante... una Iglesia que es cuerpo de Cristo... y, como todo cuerpo, tiene muchos miembros...

Explícame esto, Señora...

Hija, todos acaban de ser bautizados en el único Espíritu, y así lo serán los que vayan creyendo el mensaje de Jesús... pero cada uno tiene un lugar dentro del cuerpo Místico de Cristo... para que entiendas... un cuerpo no es solo ojos, o manos, o pies, eso no seria un cuerpo, un cuerpo esta formado por muchos miembros, unos mas notables, otros menos notables, pero todos igualmente necesarios y dignos... algunas personas piensan que porque no es evidente en ellos alguna habilidad especial, no pueden encontrar la voluntad de Dios para ellos, nada más lejos de la realidad... mira, no se trata de las cosas que se hacen, sino del amor con que se hacen.... Tiene mas mérito a los ojos de Dios una mamá que sirve un plato de arroz a sus hijos con infinito amor en la intimidad del hogar, que una persona que alimenta a diez solo para que los demás vean su generosidad..., no se trata de las escalas del mundo sino de las escalas de Dios ¿puedes entenderlo? Todos los bautizados han recibido un don especial del Espíritu Santo... Encontrar ese don, a veces dormido dentro del alma, es todo un esfuerzo, implica idas y venidas en el interior de uno mismo, pero luego de la búsqueda y del esfuerzo, el don despliega las alas... todas las personas son muy capaces para algo, según los dones del Espíritu, algunos serán favorecidos con el don de la sabiduría, otros de la inteligencia, otros de la fortaleza, otros del consejo, para otros habrá espíritu de ciencia y en otros de piedad, y para otros habrá un santo temor de Dios..., pero encontrar esos dones dentro del alma, supone un esfuerzo, nadie pretenda descubrirlos mágicamente... además, luego de encontrarlos hay que hacerlos dar fruto, pues recuerda lo que dijo Jesús "Al que tiene se le dará más y al no tiene, aun lo poco que posee le será quitado" se refería aquí a los dones del Espíritu...

Te acercas a mí, tu mirada me da paz, mucha paz... bajamos, la gente se agolpa a la puerta de la casa, salimos sin ser vistas... Un hombre reparó en ti y te reconoció, se acercó y te dijo...

Señora... Señora...

Me alejé para que hablaran solos... Cuando te retiraste, el hombre tenía la mirada como iluminada, y una sonrisa llena de paz... Los primeros devotos tuyos, Señora, los primeros sencillos y fieles devotos...

Volvemos juntas a mi realidad de todos los días... se acerca el domingo de Pentecostés, quiero esperarlo en oración y con las puertas de mi corazón abiertas, como tu me enseñaste... Debemos despedirnos...

-Gracias, Madre -susurra mi alma sin ganas de dejarte- gracias... cada vez que mi corazón te encuentra termina fortalecido, gracias...

- Nos vemos, querida, nos vemos en la misa de Pentecostés, te estaré esperando...

Vuelvo a mi realidad, mientras mi corazón te da el último abrazo y se despide de ti...

Tú susurras algo, que no alcanzo a escuchar... Me quedo con la duda ¿Qué dijiste María, que mi apuro no me dejó oír?... Un pensamiento me viene al corazón, quizás dijiste..."Hija, algún día comprenderás que no hay despedidas entre nosotras, que siempre estamos juntas, que siempre estoy a tu lado, aunque muchas veces, tu angustia, tu soledad, tu tristeza, no te permita verme"....

Amigo que lees estas líneas... espero que tengas un hermoso domingo de Pentecostés... que tu corazón se llene de fuerza para multiplicar los hermosos dones con que el Espíritu ha adornado tu alma...


NOTA:

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."



Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net

lunes, 21 de mayo de 2012

Con María, recordando la Ascensión

Cuarenta largos y extraordinarios días han trascurrido, Madre querida, desde el glorioso Domingo de Pascua.

Durante este tiempo, tu humilde corazón de madre repasó una y otra vez sus tesoros escondidos. En ése volver del alma cada acontecimiento vivido cobra ahora, sentido diferente. Pero tú, dulce Madre, a pesar de ser la elegida, la llena de gracia, la saludada por los ángeles y por los creyentes, tú no quieres brillar por esos días, pues Aquél cuya luz es inextinguible aún debe terminar la labor por la que había bajado del cielo a habitar en tu purísimo vientre. Por eso te mantienes casi oculta, limitándote a ser una presencia orante en la Iglesia naciente. Así te encuentro en los Evangelios, pero... necesito que me cuentes, Señora, lo que ha sido para ti el día de la Ascensión.

Y cierro los ojos tratando de imaginar tu rostro, tu mirada, tu voz serena que me responde al alma.

El día de la Ascensión fue el final ansiado, presentido, mas nunca totalmente imaginado por mí, de la historia de amor más bella que jamás haya existido. Una historia de amor que comenzó un día, ya lejano, y al mismo tiempo tan cercano, en Nazaret. Una historia que trascurrió durante treinta años, en el silencio y sumisión a mi amor materno, de Aquél por quien el mundo debía salvarse.

- ¡Ah, Señora!, en esa sumisión a ti Jesús glorificó grandemente al Padre, por ello es que tus hijos glorificamos al Padre sometiéndonos a ti (1).

Sonríes...

Tu mirada se pierde ahora en la lejanía.

Como te decía, la Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza... por esos días Jesús se aparecía a sus amigos y les daba, con la fuerza extraordinaria de quien es la Verdad, los últimos consejos, las últimas recomendaciones, y les regalaba al alma, las más hermosas promesas.

Recuerdo claramente el día de su partida... era casi mediodía, el sol brillaba con fuerza, y hasta casi con alegría. Mi Hijo caminaba cerca de Betania con sus amigos, les pedía que fuesen hasta los confines de la tierra enseñando su Palabra. Su voz sonaba segura, serena, protectora, especialmente cuando les entregó aquella promesa que sería luego manantial de fe y esperanza para tantos hijos de mi alma...” Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”

Yo presentía la partida... y Él sabía que necesitaba abrazarlo... como cuando era pequeño, como cuando le hallamos en el Templo, luego de aquella lejana angustia. Él lo sabía y vino hasta mí, me miró con ternura infinita y me abrazó fuerte, muy fuerte, y susurró a mis oídos...:

- Gracias Madre, gracias... gracias por tu entrega generosa, por tu confianza sin límites, por tu humildad ejemplar... gracias.

Cuando se alejaba ya de mí se acercó Juan, el discípulo a quien Jesús amaba mucho. Entonces el Maestro le dijo, mirándome:

- Cuídala Juan, cuídala y hónrala... protégela y escúchala. Ella será para ti, y para todos, camino corto, seguro y cierto hasta mi corazón. Hónrala Juan, pues haciéndolo... me honras.

- Lo haré, Maestro, lo haré...- contestó Juan desde lo más profundo de su corazón.

Jesús y Juan volvieron con los demás. En ese momento mi Hijo, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y subió al cielo ante sus ojos y una nube comenzó a cubrirlo, delicadamente.

Los apóstoles se arrodillaron ante Él.
Mientras yo levantaba mi mano en señal de despedida y mis ojos se llenaban de lágrimas, sentí que me miraba... y su mirada me hablaba...


- ¿Qué te decía, Señora? ¿Qué te decía Jesús mientras partía?

- “Espérame, Madre, enviaré por ti... espérame...”
Ay! Hija mía, mi corazón rebosaba de gozo. En tanto los amigos de Jesús miraban fijamente al cielo, como extasiados. En ese momento se acercaron a ellos dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “ Hombres de Galilea, ¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”( Hch 1,11)

Los hombres tardaron un rato en reaccionar, luego, uno a uno, se fueron acercando a mí.

- Debemos volver a Jerusalén, tal como Él lo pidió- dijo Pedro, quien sentía que debía velar por esa Iglesia naciente, hasta en el más mínimo detalle.

Los demás asintieron. Volvimos y subimos a la habitación superior de la casa. Nos sentamos todos. Pedro comenzó a recitar, emocionado, la oración que Jesús nos enseñó, al finalizar dijo:

- Hermanos, permanezcamos en oración hasta que llegue el día en que, según la promesa de Cristo, seamos bautizados con el Espíritu Santo.

Yo me retiré a prepararles algo para comer. Juan se acercó y me abrazó largamente. Yo sentía que comenzaba a amarlos como a mis hijos... me sentía madre... intensamente madre... y nacía en mí una necesidad imperiosa de repetir a cada hijo del alma, aquellas palabras que pronunciara en Caná de Galilea: “...Hagan todo lo que él les diga”( Jn 2,5)

Así nos quedamos, hija, nos quedamos todos esperando Pentecostés, la Iglesia primera, en una humilde casa de Jerusalén.

Espero haber contestado lo que tu alma me preguntó...


-Claro, Madre amada, claro que sí, como siempre, eres para tus hijos modelo de virtud, camino seguro hacia Jesús... compañera y amiga . Una vez más y millones de veces te lo diría, gracias, gracias por haber aceptado ser nuestra mamá, gracias por ocuparte de cada detalle relacionado a la salvación de nuestras almas, gracias por enseñarnos como honrarte, porque haciéndolo, honramos a Jesús... gracias por defendernos en el peligro... gracias por ser compañera, compañera, compañera....

Ahora, Santa Madre, debes enseñarnos a esperar, adecuadamente, Pentecostés.

Amigos que leen estas líneas, María ansía entrar a sus corazones para contarles las maravillas de Pentecostés... háganle sitio... es la mejor decisión que pueden tomar... no lo duden jamás...

___________________________

(1) San Luis María Grignon de Montfort “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen” pag 94. Edit. Esin, S.A. -1999


NOTA

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."



Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net

domingo, 20 de mayo de 2012

Mensaje extraordinario dado por la Virgen a Iván el día 18 de mayo de 2012 en el Podbro



«La Virgen ha venido esta noche muy contenta y feliz. Y al inicio, como en cada encuentro, nos ha saludado a todos con su saludo materno: “Sea alabado Jesús, queridos hijos míos.” Luego la Virgen ha extendido los brazos y ha orado aquí sobre todos nosotros un largo tiempo. Ha orado especialmente por los enfermos aquí presentes. Luego, en particular, nos ha bendecido a todos con su bendición materna y ha bendecido todo lo que ustedes han traído para la bendición. Después la Virgen oró particularmente por los Sacerdotes, los Obispos, el Santo Padre, luego nos dijo:
“Queridos hijos, también hoy deseo invitarlos: oren junto conmigo por mis Pastores, para que guíen a su rebaño incansablemente en la fe. La Madre ora junto con ustedes: oren, queridos hijos, con la Madre. Gracias, queridos hijos, porque también hoy han respondido a mi llamada.”
Iván encomendó a todos los presentes, todas sus necesidades, sus intenciones, sus familias, y en particular a los enfermos. Luego siguió una breve conversación entre él y la Virgen, después de esto la Virgen se marchó en el signo luminoso de la luz y de la cruz con su saludo: “Vayan en paz, queridos hijos míos.”
Me gustaría subrayar una vez más que la Virgen ha orado por un tiempo prolongado especialmente por los Sacerdotes, Obispos y por el Santo Padre y nos invita a orar por esta intención.»

jueves, 17 de mayo de 2012

" QUE NADIE LLAME A MARÍA, MADRE DE DIOS, Y ES IMPOSIBLE QUE DIOS NAZCA DE UNA MUJER ELLA ES UNA MUJER"


Esta afirmación hecha en el año 428 por un sacerdote llamado Anastasio, en la catedral de Constantinopla, sorprendió y estremeció a la multitud de fieles que escuchó como se negaba una verdad reconocida hacia mucho tiempo: María es madre de Dios.
El pueblo escandalizado comenzó a abandonar la Catedral y le pidió a su obispo, el Patriarca Nestorio, que se pronunciase. Este respondió dándole la razón al monje Anastasio y acrecentó: María es madre de la naturaleza de Cristo, pero no podemos llamarla madre de Dios.
Fue así, que su doctrina se empezó a difundir rápidamente por oriente medio, hasta que llegaron los textos de sus homilías a manos de San Cirilo, obispo de Alejandría en Egipto. Este Santo decidió escribir a Nestorio para tratar de explicarle su error. Sorprendido, recibió como respuesta unas cartas en tono elevado, reafirmando todas sus ideas.
San Cirilo, decidió poner al tanto al Papa San Celestino I, para que tomara cartas en el asunto, pero ya Nestorio le había escrito al Papa queriendo ganar su favor. Para resolver el problema el Santo Padre convocó un sínodo de obispos y leyendo atentamente los argumentos, definieron que Nestorio se había apartado de la fe, al negar la maternidad divina de María y al afirmar que en Jesús habían dos personas.
Para calmar los ánimos, el Emperador de Constantinopla Teodosio II, pidió al Papa, convocar un Concilio para definir con precisión el problema, y acabar con la discusión.
Se convocó un Concilio en la ciudad de Éfeso, Presidido por San Cirilo, en la ciudad donde había vivido la misma Santísima Virgen, junto a San Juan. La multitud de fieles esperaba ansiosa escuchar la respuesta en favor del dogma mariano.
El concilio finalmente decretó que en Jesucristo hay dos naturalezas una humana y otra divina, y que hay solo una persona, así pues, María es madre de esa persona que es Dios y hombre.
El pueblo exultante de alegría partió en procesión hacia la Iglesia de Santa María al grito de: “¡Theotokos!” -Madre de Dios- a fin de festejar la sentencia de la maternidad divina.
Finalmente las doctrinas de Nestorio fueron declaradas contrarias a la Fe Católica.

  • Si en Jesús hubieran dos personas, (como afirmaba Nestorio) una persona humana y otra divina, su cuerpo al padecer en la cruz, lo haría en cuanto hombre y la redención no tendría sentido. Pues sólo Dios puede satisfacer con méritos infinitos la ofensa hecha a Dios Padre.
  • Como en Jesús hay solo una persona, la Virgen María es madre de esa persona que es Dios y hombre al mismo tiempo, por eso llamamos a María: Theotokos que significa Madre de Dios.
  • Si en Jesucristo no hubiese una sola persona -humana y divina-, no podría haber dicho a Felipe: “El que me ha visto, ha visto al Padre”.

lunes, 14 de mayo de 2012

OSADIA MATERNAL (CUENTO INFANTIL)


Repasando antiguas revistas, llegué a unas páginas ya amarillentas donde se contaba la historia de un pequeño condado perdido entre las montañas de Europa, que en medio de las turbulencias del siglo XVII se ufanaba de llevar décadas gozando la más perfecta paz.

Comienza el interesante rela­to contando cómo buena parte de la población se encontraba reunida en la majestuosa catedral. Era misa de domingo. Los vitrales filtraban en mil colores el sol veraniego. Llegado el momento oportuno, el viejo obispo leyó las intenciones de la misa; la última de ellas era siempre la misma:
  • Señor, aparta de los hogares de nuestro condado las calamidades de la guerra.

Una comadrona sentada en la primera fila murmuró entonces a su vecina:
  • ¿No te lo dije? Siempre repite la misma intención. ¡Qué exagerado!
El obispo, aunque entrado en años, conservaba el oído fino y contestó:
  • Muchos no dan el debido valor al don de la paz porque jamás conocieron los terribles sufrimientos de la guerra.
Sin embargo, estas sabias palabras no causaron mayor efecto en la numerosa asamblea reunida bajo las bóvedas de la gran catedral. Era gente que ya no sabía apreciar debidamente la paz que disfrutaba.
Una excepción a la indiferencia general era la condesa Alicia, que oía atentamente las palabras del obispo. Durante un duelo, tan común en esa época, había perdido cinco años atrás a su marido. Desde ese día, todo el amor de su corazón lo volcaba en el único hijo que la Providencia le había dado.
Consciente del dolor que causa la pérdida de un ser querido, estrechó al pequeño Gerardo junto a sí, mientras su mirada suplicante buscaba la imagen de María: “¡Oh Madre Santísima, aparta de nosotros el flagelo de la guerra! ¡Ya perdí a mi marido, que no pierda a mi hijo!”

Pasaron 15 años… ¡Ah, desdicha! Ni los temores de la afligida madre ni los insistentes ruegos del piadoso obispo fueron suficientes para alejar del condado el mal que ambos tanto temían.
La riqueza de la región y el descuido de sus habitantes alimentaron las esperanzas de un codicioso rey vecino por conseguir una conquista fácil y rentable. Así, cuando menos lo esperaban, se vieron obligados a empuñar las armas en defensa de su libertad y su tierra.
Antes del comienzo de las hostilidades, se celebró una última misa en la catedral, repleta como nadie recordaba haberla visto. En el primer banco estaba la condesa y a su lado Gerardo, convertido ahora en un gallardo oficial de imponente uniforme. Alicia no podía ocultar su dolor y aprensión. ¡Qué acierto demostraban las plegarias elevadas durante años por el anciano obispo!
Durante las semanas siguientes se libraron sangrientas batallas. Pero el Altísimo se compadeció de aquella gente y al poco tiempo se firmó un tratado de paz. Felizmente, el condado logró conservar intactas su autonomía y sus fronteras. ¡Pero a qué precio! Pocas, muy pocas eran las familias sin muertos que llorar.
La condesa Alicia estaba angustiada. Gerardo había escapado con vida, pero lo habían capturado y ahora llevaba una vida miserable en la mazmorra de una inexpugnable fortaleza enemiga.
Todos los días muy temprano la condesa iba a la iglesia, oía misa y luego se quedaba largas horas rezando frente a la imagen de la Virgen María. Sus lágrimas mojaban un pañuelo tras otro, y todos se emocionaban al ver tamaño dolor.
Además de las persistentes súplicas al Cielo, la noble dama envió varios emisarios al reino vecino con ventajosas propuestas a cambio de la libertad de su hijo. Todas fueron rechazadas.
Así pasaron casi dos años y la angustiada condesa, después de llorar y pensarlo mucho, tomó una osada resolución. Al amparo de la noche se dirigió a la catedral; pues sabía que a esa hora estaba vacía. Sólo la tenue luz de las velas votivas iluminaba aquí o allá las piedras seculares. Se arrodilló frente a la imagen de la Virgen y rezó esta oración:
  • Virgen Santa, durante todo este tiempo te rogué la liberación de mi hijo y tú no quisiste venir en ayuda de una madre desdichada. Pues bien, así como me quitaron a mi hijo, permitirás que yo tome ahora al tuyo y lo guarde como rehén. Prometo devolvértelo tan pronto como tenga al mío de nuevo en mis brazos, sano y salvo.
Una vez segura de que nadie la observaba, se acercó a la imagen, retiró de sus brazos al pequeño Niño Jesús, lo escondió bajo el manto y lo llevó a su castillo. Ahí lo envolvió en tejidos ricamente bordados y lo guardó en un cofre.
Mientras tanto, a muchos kilómetros de distancia, el infeliz Gerardo seguía prisionero en la mazmorra de la fortaleza. Cargaba su trágico destino con pesadumbre, cuando una súbita luz brilló con fuerza iluminando la celda: ¡era la propia Madre de Dios, resplandeciente de gloria y hermosura! A un suave gesto suyo las pesadas puertas del calabozo se abrieron de par en par. Con una mirada dulce y firme, la Reina del Cielo le dijo:
  • Joven conde, ahora eres libre. Ve a tu hogar y dile a tu madre que me devuelva a mi Hijo, ahora que le he restituido al suyo.
Extasiado, Gerardo se restregaba los ojos, creyendo estar soñando.
  • Pero… pero… ¡Señora!
La celestial visión se esfumó y la cárcel volvió a caer en la oscuridad. El joven Gerardo, con el alma en vilo, se escapó por los corredores. Sorprendido vio a todos los guardias en el suelo, presos de un sueño profundo y misterioso.
Tres días más tarde, poco después del almuerzo, la condesa Alicia escuchó un agitado vocerío en el gran salón de entrada. Sobresaltada, bajó deprisa y encontró una multitud de cortesanos, guardias y criados en torno a un personaje flaco, barbudo y andrajoso. Cuando giró hacia ella, ¡qué sorpresa!
  • ¡Ay, Dios! ¡Hijo, hijo mío querido!
Madre e hijo se estrecharon en un largo y tierno abrazo. Recompuesto de la primera emoción, Gerardo le dijo:
  • Madre, antes que nada es preci­so que cumplas con tu parte del trato.
Alicia comprendió inmediatamente ese mensaje. Para sorpresa de todos, subió a sus aposentos y trajo de vuelta, con lágrimas de alegría, al pequeño y divino cautivo que guardaba consigo.
Una singular procesión se encaminó entonces a la catedral, en donde, frente a una admirada multitud, la condesa fue a los pies de la Virgen Madre, esta vez para decirle:
  • ¡Celestial Señora, te agradezco que me hayas devuelto a mi hijo! Fiel a mi promesa, aquí traigo al tuyo.
Más que la victoria en una terrible guerra, la Virgen premió al condado con el precioso don de ese milagro que demuestra lo que pueden, ante el trono de Dios, el amor y la osadía de una madre. 

jueves, 10 de mayo de 2012

MARÍA Y LA FE DE UNA MAMÁ



Hoy te encuentro, mujer cananea, en un pasaje del Evangelio... (San Marcos 7, 24-30) Y me quedo pensando en ti, en tu dolor de madre, en tu búsqueda de caminos para tu hija.

Pasan las horas y siento que sigues estando allí, en mi corazón, tratando de hacerme entender, tratando de explicarme algo... Pero no te entiendo.

Y como mi corazón sabe que cuando no entiende debe buscar a su Maestra del alma, entonces te busco, Madre querida, te busco entre las letras de ese pasaje bíblico que leo y releo una y otra vez.

De pronto mi alma comienza a sentir tu perfume y me voy acercando al lugar de los hechos...

Allí te encuentro, Madrecita, mezclada entre la gente que hablaba de Jesús... me haces señas de que tome tu mano. ¡Qué alivio para el alma tomar tu Mano, Señora Mía!!! ¡¡¡Como se abren caminos santos cuando nos dejamos llevar por ti!!!

Así, aferrada a ti, te sigo hasta muy cerquita de una mujer de triste mirada... Esa mirada que tiene una mama cuando un hijo no esta bien, sea cual sea el problema. Es la cananea. Pasa por aquí, quizás va a buscar agua o comida... Ve la gente que habla y se acerca. Su dolor le pesa en el alma.

- Presta atención, hija, - me susurras dulcemente, Madrecita...

Alguien habla de Jesús, de sus palabras, de sus enseñanzas, de sus milagros... Los ojos de la cananea parecen llenarse de luz.

No alcanzo a divisar a quien habla, ni a escuchar lo que dice, pero, en cambio, puedo ver el rostro de la cananea.

- Mira cómo cambia la mirada de ella, Madre- te digo como buscando tu respuesta

- ¿Sabes que es ese brillo que va creciendo en sus ojos? Es la luz de la esperanza. Una esperanza profunda y una fe incipiente que, como lluvia serena en tierra árida, va haciendo florecer su alma. Dime, qué piensas de esto.

- Pues... que me alegro por ella.

- Esta bien hija, que te alegres por ella, pero si te explico esto, es también para que comprendas algo. Te alegras por esa mama, pero nada me has dicho de quien estaba hablando de Jesús.

- No te entiendo, Madre

- Hija ¿Cómo iba a conocer a mi Hijo esa sencilla mujer si esa persona no hubiese hablado de Él? Lee con atención nuevamente el pasaje del Evangelio, "habiendo oído hablar de Él, vino a postrarse a sus pies..." habiendo oído, hija mía, habiendo oído...

Te quedas en silencio, Madre, y abres un espacio para que pueda volver, con mi corazón, a muchos momentos en los que mi hermano tenía necesidad de escuchar acerca de tu Hijo, acerca de ti... y yo les devolví silencio, porque estaba apurada, porque tenía cosas que hacer.

Trato de imaginar, por un momento, como fue aquel "habiendo oído". Cuáles fueron los gestos y el tono de voz de quien habló, cuáles fueron sus palabras y la fuerza profunda de su propia convicción. Cómo la fe que inundaba su corazón se desbordó hacia otros corazones, llegando hasta uno tan sediento como el de la cananea.

¡Bendito sea quien haya estado hablando de tal manera! los Evangelios no recogen su nombre pero sí recogen su fruto, el fruto de una siembra que alcanzó el milagro. 
¡Dame, Madre, una fe que desborde mi alma y así, llegue al corazón de mi hermano!

De pronto, veo que la cananea va corriendo a la casa donde Jesús quería permanecer oculto... Tu mirada, Madre, y la de ella se encuentran. Es un dialogo profundo, de Mamá a mamá...

Entonces, con esa fuerza y ese amor que siente el corazón de una madre, la mujer cananea suplica por su hija. Jesús le pone un obstáculo, pero este no es suficiente para derribar su fe....

Ella implora desde y hasta el fondo de su alma... Todo su ser es una súplica, pero una súplica llena de confianza.

Entonces, María, entonces mi corazón ve el milagro, un milagro que antes no había notado... un milagro que sucede un instante antes de que Jesús pronuncie las esperadas palabras...

El milagro de la fe de una mamá...

Aprieto tu mano, María Santísima y te digo vacilante:

- Madre, estoy viendo algo que antes no había visto...

- ¿Qué ves ahora, hija?

- Pues... que Jesús no le dice a esa mujer que cura a su hija por lo que su hija es, por lo que ha hecho, por los méritos que ha alcanzado, ni nada de eso. Jesús hace el milagro por la fe de la madre.

Así es, hija, es la fe de la madre la que ha llegado al Corazón de Jesús y ha alcanzado el milagro la fe de la madre. Debes aprender a orar como ella.

- Enséñame, Madre, enséñame

- La oración de la cananea tiene dos partes. La súplica inicial, la súplica que nace por el dolor de su hija, ese pedido de auxilio que nace en su corazón doliente. Pero su oración no termina allí. Jesús le pone una especie de pared delante.

- Así es Madre, si yo hubiese estado en su lugar quizás esa pared hubiera detenido el camino de mi oración...

- No si hubieses venido caminando conmigo. Pero sigamos. Jesús le pone una pared que ella ve y acepta... y así, postrada a los pies del Maestro su fe da un salto tal que le hace decir a Jesús "¡Anda! Por lo que has dicho, el demonio ha salido de tu hija". Ese salto de su fe es esa oración que persevera confiada a pesar de que las apariencias exteriores la muestren como "inútil" "para qué insistir"... por tanto, hija, te digo que no condiciones tu oración a actitudes de otras personas...

-¿Cómo es esto Madre?

Cuando hagas oración por alguien, no esperes que esa persona ponga de sí "algo" para alcanzar el milagro. Tú continúa con tu oración, que los milagros se alcanzan por la fe de quien los pide más que por los méritos del destinatario. Suplica para ti esa fe, una fe que salta paredes, una fe que no se deja vencer por las dificultades, una fe como la de la cananea...

Y vienen a mis recuerdos otras personas que han vivido lo mismo... desde Jairo (Mt 9,18; Mc 5,36; Lc 8,50) o ese pobre hombre que pedía por su hijo (Mt 17,15 Mc 9,24) hasta Santa Mónica, suplicando tanto por su Agustín... y alcanzando milagros insospechados, pues ella solo pedía su conversión y terminó su hijo siendo no solo santo sino Doctor de la Iglesia...

Las oraciones de una mamá.

La fe de una mamá.

Te abrazo en silencio, Madre y te suplico abraces a todas las mamás del mundo y les alcances la gracia de una fe como la de la cananea, esa fe que salta paredes y se torna en milagro.


NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.



Autor: Susana Ratero | Fuente: Catholic.net
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