Así como hay dolor y alegría, así como hay inquietud y paz; así el
hombre tiene en su vida dos cauces por donde transcurre su existencia:
La palabra y el silencio.
La palabra, del latín parábola, es la
facultad natural de hablar. Solo el hombre disfruta de la palabra. La
palabra expresa las ideas que llevamos en nuestra mente y es el mejor
conducto para decir lo que sentimos. Hablar es expresar el pensamiento
por medio de palabras. Es algo que hacemos momento tras momento y no nos
damos cuenta de que es un constante milagro. Hablar, decir lo que
sentimos, comunicar todos nuestros anhelos y esperanzas o poder
descargar nuestro corazón atribulado, cuando las penas nos alcanzan, a
los que nos escuchan.
Nuestra era es la era de la comunicación y de la información. Pero la palabra tiene también su parte contraria: El silencio.
Nuestro vivir transcurre entre estos cauces: la palabra
y el silencio. O hablamos o estamos en silencio.
Cuando hablamos
"a voces" la fuerza se nos va por la boca... hablamos y hablamos y
muchas veces nos arrepentimos de haber hablado tanto... Sin embargo el
hablar es algo muy hermoso que nos hace sentir vivos, animosos y nos
gusta que nos escuchen.
El silencio es un tesoro de infinito valor. Cuando estamos en silencio somos más auténticos, somos lo que somos realmente.
El
silencio es algo vital en nuestra existencia para encontrarnos con
nosotros mismos. Es poder darle forma y respuesta a las preguntas que
van amalgamando nuestro vivir. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde
voy? Y va a ser en ese silencio donde vamos a encontrar las respuestas,
no en el bullicio, en el ajetreo, en el nerviosismo, la música ruidosa,
en el "acelere" de la vida inquieta y conflictiva porque es en el
silencio y por el silencio donde se escucha la voz de Dios
pues bien dicen que "Dios habla quedito"
Meditando en estas
cosas pienso en José el carpintero de Nazaret. El hombre a quien se le
encomendó la protección y el cuidado de los personajes más grandes de la
Historia Sagrada y no nos dejó el recuerdo de una sola palabra suya.
Nada nos dijo pero con su ejemplo nos lo dijo todo. Más que el más
brillante de los discursos fue su testimonio callado y lleno de amor.
San
José, el santo que le dicen: "Abogado de la buena muerte". Porque... ¿A
quién no le gustaría morir entre los brazos de Jesús y de María como él
murió?
José tuvo una entrega total. Una vida consagrada al
trabajo, un desvelo, un cuidado amoroso para estos dos seres que estaban
bajo su tutela y supo, como cualquier hombre bueno y padre de familia,
del sudor en la frente y el cansancio en las largas jornadas en su
taller de
carpintería y supo del dolor en el exilio de una tierra extranjera y
supo en sus noches calladas y de vigilia del orar a Dios mirando el
suave dormir de Jesús y de María, pidiendo fuerzas para cuidar y
proteger a aquellos amadísimos seres que tan confiadamente se le
entregaban. No tuvo que hablar.
No hay palabras que superen ese
silencio de amor y cumplimiento del deber. Ahí está todo. Ahí está Dios.
En las pequeñas cosas de todos los días, en la humildad del trabajo
cotidiano.
El no fue poderoso, él no tuvo un puesto importante
en el Sanedrín, él... supo cumplir su misión y su silencio fue su mayor
grandeza.
Las almas grandes no lo van gritando por las plazas y
caminos, se quedan en silencio para poder hablar con Dios y Dios sonríe
cuando las mira.
Que podamos tener cada día, aunque sean cinco minutos de silencio, para
oír la voz de Dios.
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
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En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".
lunes, 19 de marzo de 2012
lunes, 12 de marzo de 2012
LA LEYENDA DEL ROSARIO DE PÉTALOS DE ROSAS
Las viejas crónicas de la Orden del Carmen cuentan una historia
sencilla y emocionante a la vez.
Érase un Hermano lego, que se llamaba Joaquín; rudo y tosco como
un
roble de las montañas de Castilla, pero cándido y bueno como un trozo
de pan. No tenía letras, ni su cabeza estaba ya en condiciones
de aprenderlas, por lo que el Superior le encomendó guardar una
punta de ganado que poseía el Monasterio; los demás Hermanos le miraban con compasión, pero Fr. Joaquín estaba muy a su gusto
con el oficio, porque el campo le hablaba de Dios en el único
lenguaje que él entendía.
Con
esto dicho se está que Fr. Joaquín era un lego muy piadoso y bueno.
Hasta se llegó a susurrar por el Monasterio que Fr. Joaquín veía a la
Virgen en el campo y que Esta le cuidaba el ganado mientras él rezaba,
porque en sus muchos años de pastor nunca había extraviado una res,
ni el lobo voraz en los crudos días de invierno había hecho presa en
ninguna
de ellas. La historia no dice si estas visiones tuvieron lugar o no,
pero afirma que efectivamente Fr. Joaquín era muy devoto de
la Virgen y que todos los días le rezaba su rosario mientras
conducía su hato al aprisco acogedor. Esto era para él
una obligación sagrada, y nada ni nadie podían estorbar
su cumplimiento.
Cierto día se le olvidó el rosario en el Monasterio. ¿Cómo rezar
ahora su devoción favorita? El candoroso Hermano tuvo una idea original: a la vera de una ciénaga donde abrevaba el ganado,
crecía un juncal; arrancó de un tirón unos juncos verdes y con
ellos fue atando unas pedrezuelas de diez en diez que separó
con un palito atravesado, y así improvisó un rosario con el
que pudo cumplir con su devoción.
La Virgen se lo premió. Porque, cuenta la leyenda que al ir a
cerrar su rebaño en el aprisco colgó este original rosario de la
rama de un próximo enebro por si le necesitaba al día siguiente.
Y cuando con la luz del día se acercó al enebro para descolgar
su rosario, halló colgada en él una guirnalda de rosas blancas,
separadas de diez en diez por una rosa encarnada.
Era el rosario de Fr. Joaquín.
La noticia se corrió por el Monasterio y se quiso perpetuar
este regalo de la Virgen a su fiel devoto convirtiendo las
rosas en cuentas de rosario. Esta historia, con sabor de
leyenda medieval, es la que ha dado origen al rosario de
pétalos de rosa de olor permanente hecho con las rosas más
fragantes de Castilla y por procedimientos que se han venido transmitiendo en la Orden de generación en generación;
fragantes rosas de Castilla, que el azul intenso de su cielo cobra y
el clima duro de su suelo fija como ninguna otra región del mundo,
que ahora se tornan oración viva a la más perfumada de las rosas,
la Rosa Mística, la gloriosa Virgen María.
Publicado por PP. Carmelitas de Burgos
(España)
jueves, 8 de marzo de 2012
viernes, 2 de marzo de 2012
¿Qué pide la Virgen?
El principal llamado que nos hace Maria es a la Conversión, el
hombre, creado por Dios, solo en Él encuentra la plenitud y la
felicidad. La Virgen Maria nos invita a poner a Dios en el primer lugar
de nuestras vidas, para así encontrar la verdadera paz en nuestro
corazón. La espiritualidad de Medjugorje se basa en “5 piedras” dadas
por la misma Virgen, estas “5 piedras” son:
La oración con el corazón
Especialmente el rezo del Santo Rosario. Maria nos invita a rezar
esta humilde oración con el corazón y con atención, ya que la misma nos
permite contemplar los momentos (misterios) mas importantes de la vida
de Jesús con Maria. En la oración, nos dice Maria, podemos encontrar la
solución a aún aquello que nos parece imposible.
La Santa Misa
Un día dijo Maria a los videntes: “entre una aparición mía yla Santa
Misa, ustedes vayan a la Santa Misa, pues en la Santa Misa está Jesús.”
Los videntes han dicho que es más importante comulgar que ser vidente.
Ella nos invita a vivir la Santa Misa como una experiencia de Dios. Nos
pide que preparemos la Misa yendo unos minutos antes, estando atentos y
en estado de gracia, para de esta forma abrir el corazón para
encontrarnos con Jesús que viene a nuestro encuentro.
La lectura de la Biblia
Maria nos invita a leer, y especialmente a meditar, la Palabra de
Dios frecuentemente. Nos invita a orar con la Biblia, a hacer un pequeño
altar en nuestras casas, con una imagen de Jesús o Maria, agua bendita y
la Sagrada Escritura, de tal forma que nos estimule a leerla y a
meditarla.
El ayuno
También nos invita a hacer ayuno miércoles y viernes a pan y agua. El
ayuno es una practica que realizaban los profetas, el mismo Jesús
siendo Dios, ayuno durante 40 días; muchos fueron los santos que
siguieron los pasos de Jesús con el ayuno. El ayuno es una tradición
antiquísima de la Iglesia que lamentablemente se ha perdido en los
últimos tiempos. En la Biblia vemos como en un momento se le acercan a
Jesús sus discípulos y le preguntan por qué los discípulos de Juan el
bautista ayunaban y ellos no lo hacían. El Señor les respondió que ahora
no ayunaban porque Él estaba con ellos, pero que cuando Él se fuera
ellos lo harían. De esta forma vemos la importancia de esta práctica tan
contracultural en estos tiempos pero la cual es una herramienta
poderosísima para abrir nuestro corazón a la gracia y al amor de Dios.
No se trata de un mero auto-sufrimiento, sino de un sacrifico por un
bien infinitamente mayor. El ayuno no es un fin en íi mismo, sino un
medio poderosísimo que purifica nuestro corazón para el encuentro con
Dios.
La confesión
Por último Maria nos invita al Sacramento de la reconciliación. Al
igual que en la parábola del Hijo prodigo, Dios esta siempre
esperándonos para perdonarnos, para sanar nuestro corazón herido por
nuestros pecados. La Virgen nos invita a preparar bien este sacramento
donde nos encontramos con la infinita misericordia de Dios, quien se
alegra inmensamente al vernos volver a Él. Hoy día, los mismos
cristianos hemos olvidado y dejado de practicar este importante
Sacramento que nos sana y nos devuelve la verdadera paz. Muchos piensan
que pueden pedir perdón a Dios desde sus casas, que no es necesario
confesarse, que porque deben confesarse ante un Sacerdote. La respuesta a
estas preguntas nos la da el mismo Jesús que le dijo a Pedro y en él a
la Iglesia: “los pecados que desates en el la tierra, quedaran desatados
en el cielo”. El mismo Cristo, dejó en manos de la Iglesia este
Sacramento de amor que hoy la misma Virgen nos invita a celebrar con el
corazón.
martes, 28 de febrero de 2012
INICIAMOS GRUPO DE ORACIÓN
Hace un tiempo yo
cree una pagina llamada Oración de Cristal, la cual es en honor a
Nuestra Madre la Virgen Maria, yo soy devota de ella, puesto que en mi
corazón siempre la he amado y considerado nuestra mamá, solo un par de
ocasiones me dio el regalo de verla, y desde ese dia mi amor por ella se
acrecento mas, por diversos motivos personales, no habia podido llevar a
cabo el grupo de oración aunque siempre he tenido la intencion y deseo
en mi corazón, gracias a los angeles que les pedi me trajeran personas
que de verdad creyeran en ella, y les gustara hacer el santisimo rosario
, para poner iniciar este hermoso grupo. Es por eso que el dia de hoy,
invito a todas las personas que quieran participar, por ahora somos dos
personas, que estamos comprometidas con esto, pero se que llegaran más y
más, estoy muy contenta, puesto que esto de orar y no solo pedir por
nuestras necesidades, sino pedir por la de nuestros hermanos es lo mas
hermoso que podemos sentir y es algo que me llena completamente
Iniciaremos este viernes con el favor de Dios en la ciudad de Cali, a los interesados me envian un email y les comento la hora y el lugar, y a las personas que sean de otras ciudades y paises, los invito tambien hacer una cadena y orar a la misma hora y pedir por nuestros hermanos a los cuales tambien invito a dejar sus peticiones para orar por ellas
Iniciaremos este viernes con el favor de Dios en la ciudad de Cali, a los interesados me envian un email y les comento la hora y el lugar, y a las personas que sean de otras ciudades y paises, los invito tambien hacer una cadena y orar a la misma hora y pedir por nuestros hermanos a los cuales tambien invito a dejar sus peticiones para orar por ellas
miércoles, 22 de febrero de 2012
CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN MARIA
Consagrarse a María
significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Y Ella
nos guiará hacia Jesús. Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin
condiciones, sabiendo que Ella conoce mejor el camino y que podemos
dormir tranquilos en sus brazos de madre. Consagrarse a María significa
vivir permanentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del Corazón
divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros. Es como
prestarle nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón
para que ame a los demás por nuestro medio. En una palabra, es vivir en
unión total con María para que podamos llegar a decir: Ya no vivo yo, es
Cristo quien vive en mí por medio de María. Por eso, un consagrado a
María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin
condiciones.
Todos sabemos que el lema del escudo del Papa Juan Pablo II era Totus tuus (todo tuyo); palabras colocadas debajo del anagrama de María. Él aprendió a consagrarse a María en los escritos de san Luis María Grignion de Montfort. Este santo propone, como el camino más rápido para llegar a la santidad y como un secreto para los más esforzados, el consagrarse a María como esclavos, es decir, entregarnos totalmente a Ella, para que por medio de Ella seamos totalmente de Jesús.
Esta doctrina de la esclavitud mariana, que a algunos parece un poco trasnochada, no lo está, porque entregarnos y consagrarnos a María, siempre será el mejor medio para vivir enteramente con Jesús, en Jesús y para Jesús. Decía el Papa Juan pablo II: El acto de consagración en la situación de esclavitud indica una dependencia singular y una confianza sin límites. En este sentido, la esclavitud, la no libertad, expresa la plenitud de la libertad, de la misma manera que el Evangelio habla de la necesidad de perder la vida para encontrarla en su plenitud .
Esta doctrina de la consagración total a María, es una doctrina tan elevada y maravillosa que el diablo no quería que se publicara. Cuando san Luis María Grignion de Montfort escribió su libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, profetizó, inspirado por Dios, que el demonio haría todo lo posible para destruir este escrito. Dice así:
Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo, o sepultar al menos estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre a fin de que no sea publicado. Atacarán incluso a quienes lo lean y pongan en práctica .
Eso fue precisamente lo que sucedió en la realidad, pues el manuscrito quedó escondido en un cofre durante los días difíciles de la Revolución francesa. Un misionero lo encontró en 1842. Pero faltaban unas 96 páginas al comienzo y no se sabe cuántas al final. Sin embargo, la providencia de Dios quiso que se conservara lo esencial de la obra, donde se habla de la esclavitud mariana para gloria de Dios y santificación de las almas.
Por eso, nosotros podríamos suscribir las palabras de este gran santo que dice: Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la admirable María... Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas bajo su advocación! No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes... Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: “María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio” .
El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa María ha permanecido hasta ahora poco amada y que ésta es una de las razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De modo que, si el conocimiento y el reinado de Jesucristo debe extenderse en el mundo, como ciertamente sucederá, esto sucederá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen. Quien lo trajo al mundo la primera vez, lo hará resplandecer también en la segunda .
Este gran santo recomienda, para asimilar y vivir cada día más intensamente nuestra consagración, repetir continuamente: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía y cuanto tengo tuyo es. Es importante repetir ésta u otra fórmula de consagración diariamente para asimilarla más y más cada día, pues llegar a ser totalmente de María y de Jesús es un proceso de toda la vida.
Veamos algunas fórmulas de consagración más conocidas:
Oh, María, Madre mía, yo me consagro del todo a Vos y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser y ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como a cosa y posesión vuestra. Amén.
¡Oh Señora y Madre mía!
Con filial cariño vengo
a ofrecerte en este día
cuanto soy y cuanto tengo.
Mi boca para cantarte,
mi voz para bendecirte,
mi corazón para amarte,
mi vida para servirte.
Acepta, Madre, este don,
que te ofrenda mi cariño,
y guárdame como a un niño
cerca de tu Corazón.
Que nunca sea traidor
al amor que hoy me enajena
y que desprecie sin pena
los halagos de otro amor.
Que, aunque el dolor me taladre
y haga de mí un crucifijo,
que yo sepa ser tu hijo
y sienta que eres mi Madre.
En la dicha, en la aflicción,
en la pena, en la alegría,
¡mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía!
Ahora bien, no solamente podemos consagrarnos nosotros personalmente a María. También es muy importante que consagremos a nuestros seres más queridos y a otras personas o sus trabajos y cosas importantes. Consagrarlos es como ponerlos bajo el manto de María para que Ella los cuide y proteja con una especial protección. Por eso, es muy hermoso, cuando las madres consagran a su hijos al nacer. A este respecto, dice san Juan Bosco:
Cuando fui al Seminario a estudiar, mi santa madre me llamó y me dijo muy emocionada: Cuando tú naciste, yo te consagré a la Virgen. Cuando por primera vez fuiste a estudiar, te recomendé mucho que fueras muy devoto de Nuestra Señora y que escogieras tus amigos entre sus más fieles devotos. Ahora te vuelvo a recomendar que seas cada vez más devoto de María. Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre y en todas partes la devoción a la Virgen. Mi mamá estaba conmovida y yo lloraba. Le respondí:
- Mamá, yo te agradezco tus buenos consejos y te prometo que los cumpliré y los guardaré en mi memoria como un tesoro durante toda la vida.
Ser de María para ser de Jesús.
Pertenecer a María para pertenecer a Jesús.
Amar a María, para amar a Jesús.
¡A Jesús por María!
Todos sabemos que el lema del escudo del Papa Juan Pablo II era Totus tuus (todo tuyo); palabras colocadas debajo del anagrama de María. Él aprendió a consagrarse a María en los escritos de san Luis María Grignion de Montfort. Este santo propone, como el camino más rápido para llegar a la santidad y como un secreto para los más esforzados, el consagrarse a María como esclavos, es decir, entregarnos totalmente a Ella, para que por medio de Ella seamos totalmente de Jesús.
Esta doctrina de la esclavitud mariana, que a algunos parece un poco trasnochada, no lo está, porque entregarnos y consagrarnos a María, siempre será el mejor medio para vivir enteramente con Jesús, en Jesús y para Jesús. Decía el Papa Juan pablo II: El acto de consagración en la situación de esclavitud indica una dependencia singular y una confianza sin límites. En este sentido, la esclavitud, la no libertad, expresa la plenitud de la libertad, de la misma manera que el Evangelio habla de la necesidad de perder la vida para encontrarla en su plenitud .
Esta doctrina de la consagración total a María, es una doctrina tan elevada y maravillosa que el diablo no quería que se publicara. Cuando san Luis María Grignion de Montfort escribió su libro Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, profetizó, inspirado por Dios, que el demonio haría todo lo posible para destruir este escrito. Dice así:
Preveo claramente que muchas bestias rugientes llegan furiosas a destrozar con sus diabólicos dientes este humilde escrito y a aquel de quien el Espíritu Santo se ha servido para redactarlo, o sepultar al menos estas líneas en las tinieblas o en el silencio de un cofre a fin de que no sea publicado. Atacarán incluso a quienes lo lean y pongan en práctica .
Eso fue precisamente lo que sucedió en la realidad, pues el manuscrito quedó escondido en un cofre durante los días difíciles de la Revolución francesa. Un misionero lo encontró en 1842. Pero faltaban unas 96 páginas al comienzo y no se sabe cuántas al final. Sin embargo, la providencia de Dios quiso que se conservara lo esencial de la obra, donde se habla de la esclavitud mariana para gloria de Dios y santificación de las almas.
Por eso, nosotros podríamos suscribir las palabras de este gran santo que dice: Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la admirable María... Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos, que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas bajo su advocación! No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni región donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes... Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: “María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio” .
El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa María ha permanecido hasta ahora poco amada y que ésta es una de las razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De modo que, si el conocimiento y el reinado de Jesucristo debe extenderse en el mundo, como ciertamente sucederá, esto sucederá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen. Quien lo trajo al mundo la primera vez, lo hará resplandecer también en la segunda .
Este gran santo recomienda, para asimilar y vivir cada día más intensamente nuestra consagración, repetir continuamente: Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía y cuanto tengo tuyo es. Es importante repetir ésta u otra fórmula de consagración diariamente para asimilarla más y más cada día, pues llegar a ser totalmente de María y de Jesús es un proceso de toda la vida.
Veamos algunas fórmulas de consagración más conocidas:
Oh, María, Madre mía, yo me consagro del todo a Vos y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser y ya que soy todo tuyo, Oh Madre de bondad, guardadme y defendedme como a cosa y posesión vuestra. Amén.
¡Oh Señora y Madre mía!
Con filial cariño vengo
a ofrecerte en este día
cuanto soy y cuanto tengo.
Mi boca para cantarte,
mi voz para bendecirte,
mi corazón para amarte,
mi vida para servirte.
Acepta, Madre, este don,
que te ofrenda mi cariño,
y guárdame como a un niño
cerca de tu Corazón.
Que nunca sea traidor
al amor que hoy me enajena
y que desprecie sin pena
los halagos de otro amor.
Que, aunque el dolor me taladre
y haga de mí un crucifijo,
que yo sepa ser tu hijo
y sienta que eres mi Madre.
En la dicha, en la aflicción,
en la pena, en la alegría,
¡mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía!
Ahora bien, no solamente podemos consagrarnos nosotros personalmente a María. También es muy importante que consagremos a nuestros seres más queridos y a otras personas o sus trabajos y cosas importantes. Consagrarlos es como ponerlos bajo el manto de María para que Ella los cuide y proteja con una especial protección. Por eso, es muy hermoso, cuando las madres consagran a su hijos al nacer. A este respecto, dice san Juan Bosco:
Cuando fui al Seminario a estudiar, mi santa madre me llamó y me dijo muy emocionada: Cuando tú naciste, yo te consagré a la Virgen. Cuando por primera vez fuiste a estudiar, te recomendé mucho que fueras muy devoto de Nuestra Señora y que escogieras tus amigos entre sus más fieles devotos. Ahora te vuelvo a recomendar que seas cada vez más devoto de María. Si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre y en todas partes la devoción a la Virgen. Mi mamá estaba conmovida y yo lloraba. Le respondí:
- Mamá, yo te agradezco tus buenos consejos y te prometo que los cumpliré y los guardaré en mi memoria como un tesoro durante toda la vida.
Ser de María para ser de Jesús.
Pertenecer a María para pertenecer a Jesús.
Amar a María, para amar a Jesús.
¡A Jesús por María!
sábado, 4 de febrero de 2012
Soy tu Madre
Mamá
Es la primera palabra que aprenden los niños. Los niños crecen seguros cuando han logrado estrechar una relación con su madre. No importa que no la vean, saben que está ahí y por eso no tienen miedo.
¿Quién es esta Mujer? Juan Pablo II la invocaba: «totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt». Y la tenía en su escudo y en su corazón.
¿Quién es esta Mujer? Se le apareció a una niñita en una cueva y le dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción». ¿Quién es esta Mujer?
Miguel Ángel la esculpió en mármol de Carrara.
¿Quién es esta Mujer? París puso su nombre a su catedral.
¿Quién es esta Mujer? Éfeso le dio el título más grande que jamás ha recibido alguna mujer.
¿Quién es esta Mujer? En torno a Ella la Iglesia primitiva perseveraba unida en la oración.
¿Quién es esta Mujer? El ángel le dijo: «no temas».
Mujer, tú que escuchaste del ángel del Señor: «no temas», dinos: ¿es verdad? ¿Es verdad que no hay que tener miedo? Mira el mundo... Mira la Iglesia... Mira mi vida... Mira mi pecado... ¿Es verdad, Mujer? ¿Es verdad que no hemos de temer?
Dinos, Mujer, ¿qué le dijiste a san Juan Diego en el Tepeyac? ¿Qué le dijiste al joven Karol Wojtyla que después, siendo Papa, tantas veces nos repitió «no tengáis miedo»?
Respóndenos, Mujer, dinos algo... ¿quién eres?
No temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa difícil o aflictiva. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?.
Si es así, si eres mi Madre, si estás aquí... no temo, María. En medio de la oscuridad, en medio del desierto no temo, María, porque tú estás conmigo. Estoy a punto de comenzar una misión y no sé lo que me espera, pero no temo porque tú estás conmigo. En unos meses pueden pasar muchas cosas pero no temo porque tú estás conmigo.
Tengo una responsabilidad muy grande sobre mis hombros, no sé si puedo, pero no temo porque tú estás conmigo. Entonces, mi última palabra en la hora de mi muerte será la misma que la primera que pronuncié de niño... «Mamá».
Es la primera palabra que aprenden los niños. Los niños crecen seguros cuando han logrado estrechar una relación con su madre. No importa que no la vean, saben que está ahí y por eso no tienen miedo.
¿Quién es esta Mujer? Juan Pablo II la invocaba: «totus tuus ego sum et omnia mea tua sunt». Y la tenía en su escudo y en su corazón.
¿Quién es esta Mujer? Se le apareció a una niñita en una cueva y le dijo: «Yo soy la Inmaculada Concepción». ¿Quién es esta Mujer?
Miguel Ángel la esculpió en mármol de Carrara.
¿Quién es esta Mujer? París puso su nombre a su catedral.
¿Quién es esta Mujer? Éfeso le dio el título más grande que jamás ha recibido alguna mujer.
¿Quién es esta Mujer? En torno a Ella la Iglesia primitiva perseveraba unida en la oración.
¿Quién es esta Mujer? El ángel le dijo: «no temas».
Mujer, tú que escuchaste del ángel del Señor: «no temas», dinos: ¿es verdad? ¿Es verdad que no hay que tener miedo? Mira el mundo... Mira la Iglesia... Mira mi vida... Mira mi pecado... ¿Es verdad, Mujer? ¿Es verdad que no hemos de temer?
Dinos, Mujer, ¿qué le dijiste a san Juan Diego en el Tepeyac? ¿Qué le dijiste al joven Karol Wojtyla que después, siendo Papa, tantas veces nos repitió «no tengáis miedo»?
Respóndenos, Mujer, dinos algo... ¿quién eres?
No temas esta enfermedad, ni ninguna otra enfermedad, ni cosa difícil o aflictiva. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?.
Si es así, si eres mi Madre, si estás aquí... no temo, María. En medio de la oscuridad, en medio del desierto no temo, María, porque tú estás conmigo. Estoy a punto de comenzar una misión y no sé lo que me espera, pero no temo porque tú estás conmigo. En unos meses pueden pasar muchas cosas pero no temo porque tú estás conmigo.
Tengo una responsabilidad muy grande sobre mis hombros, no sé si puedo, pero no temo porque tú estás conmigo. Entonces, mi última palabra en la hora de mi muerte será la misma que la primera que pronuncié de niño... «Mamá».
Autor: H. Javier Ayala, | Fuente: Catholic.net
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