En la última aparición, octubre de 1917, la Virgen María dijo por fin su nombre: “Soy la Señora del Rosario”, y volvió a insistir en su recomendación: “Sigan rezando el rosario todos los días".

jueves, 31 de marzo de 2011

5 PIEDRAS DE NUESTRA MADRE CELESTIAL



Cuando David salió de su tienda para enfrentarse al temible gigante Goliat, tomó del suelo cinco piedras, única munición para su honda. A pesar de su desproporcionada dimensión respecto a su rival y la aparente precariedad de sus armas, Dios intercedió para que aquel joven, que tenia puesta su confianza en El, obtuviera una victoria que aún hoy sigue maravillándonos. En estos tiempos actuales, nuestro Goliat es el demonio que en todo momento busca destruirnos. Maria, nuestra mejor aliada, en su sabiduría e inteligencia, nos proporciona la solución más eficaz y segura para salir victoriosos: Las Cinco Piedras Las 5 piedras que La Reina de la Paz nos proporciona son: La oración con el corazón, el ayuno, la confesión, la Eucaristía y la lectura de la Biblia, son los puntos que María nos da para recorrer un camino de santidad, de paz, de transformación interior totalmente asegurado, un camino sencillo, accesible a todos".



1. LA ORACION "hijos, orad, la oración es el fundamento de vuestra paz" Si no tienen paz en sus corazones poco importa todo lo demás. Pueden perder la paz un momento como dice San Serafín de Sarov, pero enseguida poniéndose en oración, hundiéndose en la oración encontrarán la paz nuevamente. "Si vivis angustiados, con estrés, es que todavía no orais con el corazón". Esta palabra "con el corazón" nunca acabaremos de entenderla, no se trata de cumplir, de escuchar Misa, de rezar el rosario rápidamente, no se trata de eso. "Dedicad tiempo a Dios" Dios nunca vendrá a nosotros rezando de esta manera, para que Dios establezca su morada en nosotros, para que la unción del Espíritu Santo y su soplo nos visite, hay que tomar tiempo. Hoy, muy poca gente va a la Iglesia a sentarse durante una hora para orar frente al Santísimo Sacramento. Orar con el corazón es esta disposición interior, como dice Santa Teresita: "la oración es un grito de amor hacia el cielo". Tomad tiempo con Dios. Marija, una de las videntes, regresando de Rusia, estaba totalmente sorprendida y comento en Europa: La gente en aquel país como en cualquier otro, pide egoístamente, sus oraciones van referidas a ellos mismos a sus intereses, "reza por mí, por mi abuelo, por mi país", yo, yo, yo, esto no es posible, esto no es oración. La Virgen María dijo: "Hijos, rezad por mis intenciones y yo me encargaré de vuestras preocupaciones, de vuestros dolores", eso es la verdad. La gente no cree porque no se abren realmente al Espíritu Santo, no se abren a la paz de Dios. Entonces, la oración del corazón es la clave para aprender junto con María a orar.



2. EL AYUNO Tienen que perseverar en la oración y el ayuno. Ayunar a pan y agua, los miércoles y viernes. Pueden comenzar absteniéndose de las comidas o del desayuno, ustedes verán la forma con la que cada uno puede comenzar poco a poco a hacer sus ayunos. No se preocupen por la falta de alimento, no morirán, vivimos en un mundo en que todos tomamos como compulsión la comida, como adicción, nos sobrealimentamos, por eso hay tantas enfermedades, colesterol, cáncer, etc. porque la gente come, come, come. El ayuno nos purifica el alma, el ayuno nos permite realmente dominar, tener el dominio de sí, fruto del Espíritu Santo. (Carta a los Gálatas). María dijo: "La Iglesia Católica olvidó el ayuno. Por la oración y el ayuno hijitos, pueden obtener cualquier cosa". ¿Desean la conversión de alguien de sus familias?, pónganse a orar a ayunar y verán el cambio. Por supuesto, Jesús lo había dicho en el Evangelio cuando regresaban sus discípulos: "no hemos podido sacar este demonio. Y Jesús dijo: hay demonios que solamente salen con la oración y el ayuno". Si quieren vivir en paz hijitos, háganse una vida sencilla. El ayuno repara, es muy poderoso en la intercesión. Hay muchos matrimonios que conozco que descubrieron en Medugorge el ayuno, y Miércoles y Viernes ayunan fielmente. No se trata de tener hambre, dice la Virgen, pueden beber agua. Verán la fuerza del ayuno en la transformación interior, si tienen problemas, rencores, amarguras, resentimientos contra personas y tienen problemas para reconciliarse; la Virgen nos dice: para reconcialirse hay que creer, orar, ayunar y confesarse. Todos los mensajes son muy sencillos y si tú los vives, actúa en ti el Espíritu Santo.



3. LA LECTURA DE LA BIBLIA Vicka le pregunto a la Virgen: ¿por qué lloras? "porque los cristianos dejaron de leer la Palabra de Dios". La Virgen pide de leer la Biblia diariamente, aunque empecemos con 10 min. ¿Cómo quieren descubrir la verdad? ¿cómo podemos ubicarnos en este mundo lleno de ideologías? Si yo no leo el único libro que me trae al alma la luz del cielo, ¿cómo podemos pasar dos horas o más frente a la televisión que nos presenta una visión totalmente equivocada del mundo y no se cuántas porquerías? Sin embargo, pasar una hora enfrente del Santísimo, eso no lo queremos. ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios sobre nuestra vida? ¿Cómo podemos discernir cuando tenemos que tomar decisiones si no conocemos la palabra de Dios? "Tu Palabra Señor es una luz sobre mi camino". Nuestra mente y corazón deberían tener continuamente presente los versículos y las palabras de Jesús. Versículos de San Pablo, de sus cartas, para que enfrente de cualquier situación difícil nos brote en el espíritu la palabra adecuada. ¿Cómo quieren que Dios les hable si no conocemos su Palabra? ¡Es imposible! Hay una ignorancia que condene al pecado y a la muerte espiritual que viene del hecho que los que se dicen cristianos católicos no conocen la Palabra de Dios. ¡Ah!, pero las revistas que nos ofrecen el mundo como "vanidades" u otras, esas si las conocemos y estamos esperando con ansia para leer el siguiente número, y la Palabra de Dios, la Biblia, en un rincón de la casa. La Virgen dice: "Pongan la Biblia en el centro de sus casas, para que recuerden leerla en familia todos los días". Cosas muy sencillas, claro. Un corazón que no recibe todos los días el Pan de la Palabra, se muere. Vivir el Evangelio, no vivir en la ignorancia causa de muchos males.



4. LA CONFESION "Hijos si no os confiesais mensualmente, será muy difícil para vosotros convertiros". La confesión, pero la verdadera confesión, no como el 80% de los casos en que me acerco al sacerdote y digo esto, esto y eso y me "limpio", me quito la ropa sucia, la pongo en la lavadora, aprieto el botón y listo. Eso no es confesarse. La confesión necesita el arrepentimiento, por ejemplo: he faltado a misa el domingo, pero esto no es pecado, el pecado es que no amas a Dios y hasta llegas a no tener ninguna clase de arrepentimiento por no haber ido a Misa, no hay arrepentimiento porque no hay amor, entonces, tampoco hay confesión. Esto es claro en Semana Santa, cuando todos quieren confesarse porque es el deber mensual; gente que "dice" sus pecados y al terminar la semana empiezan nuevamente su vida de pecado. Es posible que nosotros también nos parezcamos a estas personas. La confesión es ir con arrepentimiento: perdón Señor, como dice la Palabra de Dios: "te he matado, te he crucificado en mi debilidad, en mi pecado, en mi tibieza. Hay que llorar los pecados, pero si no hay vida de oración con el corazón, no hay verdadera confesión. El Espíritu Santo es el motor de todo, la oración con el corazón es una comunicación con Dios, "durante la oración, Dios los llena, los transforma", dice la Virgen. Si no hay oración con el corazón no hay verdadera confesión con arrepentimiento porque nos falta el Espíritu Santo. En primer lugar, no vemos nuestros pecados, muy a menudo confesamos culpabilidades o tonterías, porque hay que decir algo; pero el verdadero pecado escondido, egoísmos, rencores, apegos materiales los olvidamos. Dice el salmo "Señor, líbrame de mi pecado escondido", especialmente de ese pecado que yo no veo, porque yo no lo quiero ver, y no lo veo porque he puesto tantas defensas y justificaciones bajo una apariencia de piedad, que impiden que la luz del Espíritu Santo llegue hasta mí. Hay que volvernos a reeducar en la confesión con el corazón, con un verdadero arrepentimiento. Son nuestros pecados que clavaron a Cristo sobre la Cruz, no es un chiste, como dijo Jesús a Santa Catalina: ¡No es para reír que he muerto sobre la cruz para ti! La confesión es para descubrir mis pecados y corregirme, no solamente confesarme por confesarme, tener un mes o quince días para volver a pecar y seguir en lo mismo al fin que de todas maneras me confesaré al siguiente mes.



5. LA EUCARISTIA Vuelvo a insistir sobre lo mismo, recibir la Eucaristía con el corazón, es terrible ver hoy, como muchos viven la Misa. La Virgen dice: "Si no os preparais para vivir la Misa con un corazón abierto, mejor quedaos en casa". A la Misa hay que llegar a tiempo, prepararse, disponerse a la oración 10 minutos antes, no llegar tarde, corriendo. "En ningún otro lugar mi hijo derrama tantas gracias como en la Eucaristía, comulgar es más que ser vidente", dice la Virgen. Aquí tienen que meditar los mensajes sobre la Eucaristía, podríamos hablar más de una hora sobre la Eucaristía siendo un tema tan extenso. A la Misa hay que llegar a tiempo, interiorizarse, prepararse a recibir a Jesús. Después de la comunión entrar en su corazón, orar y dar gracias a Dios. Esta es la verdadera espiritualidad. Entonces verán que las cosas cambiarán. Nos dice María: "Si en lugar de llegar corriendo a la Misa pudieran llegar un poco antes para prepararse., y después de haber comulgado, si se pueden quedar, tomen tiempo con Jesús para hablarle, si hacen esto hijitos, verán muchos milagros en sus vidas y menos enfermos de la mente, del corazón y del cuerpo en medio de ustedes". Este mensaje lo coloque de manera que todos pudieran observarlo a la entrada de la Iglesia. Recibimos el gran Sacramento de la Salvación como un boleto de avión o del metro. La Eucaristía debe ser el centro de nuestra vida, y saben lo que dice la Virgen: "Hijos, asistid a Misa cada vez que las circunstancias lo permitan". Hoy en día el mundo vive en una situación de agonía y desesperación, necesita portadores de luz, de amor y de paz. La Eucaristía es el lugar donde Dios nos transforma. Todos los Sacramentos, toda la devoción, toda la vida espiritual me conduce a la Eucaristía, es el lugar donde mi alma encuentra substancialmente el cuerpo y la sangre de Jesús: "El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida en Mí", y de comunión en comunión Dios va transformando mi alma, mi cuerpo, mi mente, mi afectividad. Es increíble, pero si lo recibimos, sabemos que la Eucaristía actúa en nosotros en la medida de nuestra fe y de nuestro deseo de Dios. Si lo recibo de una manera distraída, hablando con mi vecino, no se hará ningún efecto en mí, Jesús necesita mi permiso para actuar, me respeta.

lunes, 28 de marzo de 2011

Si me hiciste daño, no lo tomo en cuenta


Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net
Cada vez que en la Cuaresma se nos presenta el grito de súplica, de perdón por parte del pueblo de Israel, al mismo tiempo está hablándonos de la importancia que tiene la conversión interior. La Escritura habla de que se han cometido iniquidades, de que se han hecho cosas malas, pero, constantemente, la Escritura nos habla de cómo nuestro corazón tiene que aprender a volverse a Dios nuestro Señor, de cómo nuestro corazón tiene que irse convirtiendo, y de cómo no puede haber ninguna dimensión de nuestra vida que quede alejada del encuentro convertido con Dios nuestro Señor. Así es importante que convirtamos y cambiemos nuestras obras, es profundamente importante que también cambiemos nuestro interior.

La Escritura nos habla de la capacidad de ser misericordiosos, de no juzgar, de no condenar y de perdonar. Esto que para nosotros podría ser algo muy sencillo, porque es que si me hiciste un daño, yo no te lo tomo en cuenta; requiere del alma una actitud muy diferente, una actitud de una muy profunda transformación. Una transformación que necesariamente tiene que empezar por la purificación, por la conversión de nuestra inteligencia.

Cuántas veces es el modo en el cual interpretamos la vida, el modo en el cual nosotros «leemos» la vida lo que nos hace pecar, lo que nos hace apartarnos de Dios. Cuántas veces es nuestro comportamiento: lo que nosotros decimos o hacemos. Cuántas veces es simplemente nuestra voluntad: las cosas que nosotros queremos. ¡Cuántas veces nuestros pecados y nuestro alejamiento de Dios viene porque, en el fondo de nuestra alma, no existe un auténtico amor a la verdad! Un amor a la verdad que sea capaz de pasar por encima de nosotros mismos, que sea capaz de cuestionar, de purificar y de transformar constantemente nuestros criterios, los juicios que tenemos hechos, los pensamientos que hemos forjado de las personas. Cuántas veces, tristemente, es la falta de un auténtico amor a la verdad lo que nos hace caminar por caminos de egoísmo, por caminos que nos van escondiendo de Dios.

Y cuántas veces, la búsqueda de Dios para cada una de nuestras almas se realiza a través de iluminar nuestra inteligencia, nuestra capacidad de juzgar, para así poder cambiar la vida. ¡Qué difícil es cambiar una vida cuando los ojos están cerrados, cuando la luz de la inteligencia no quiere reconocer dónde está el bien y dónde está el mal, cuál es el camino que hay que seguir y cuál el que hay que evitar!

Uno de los trabajos que el alma tiene que atreverse a hacer es el de cuestionar si sus criterios y sus juicios sobre las personas, sobre las cosas y sobre las situaciones, son los criterios y los juicios que tengo que tener según lo que el Evangelio me marca, según lo que Dios me está pidiendo. Pero esto es muy difícil, porque cada vez que lo hacemos, cada vez que tenemos que tocar la conversión y la purificación de nuestra inteligencia, nos damos cuenta de que estamos tocando el modo en el cual nosotros vemos la vida, incluso a veces, el modo en el cual nosotros hemos estructurado nuestra existencia. Y Dios llega y te dice que aun eso tienes que cambiarlo. Que con la medida con la que tú midas, se te va a medir a ti; que el modo en el cual tú juzgas la vida y la estructuras, el modo en el cual tú entiendas tu existencia, en ese mismo modo vas a ser juzgado y entendido; porque el modo en el cual nosotros vemos la vida, es el mismo modo en el cual la vida nos ve a nosotros.

Esto es algo muy serio, porque si nosotros vamos por la vida con unos ojos y con una inteligencia que no son los ojos ni la inteligencia de Dios, la vida nos va a regresar una forma de actuar que no es la de Dios. No vamos a ser capaces de ver exactamente cómo Dios nuestro Señor está queriendo actuar en esta persona, en esta cosa o en esta circunstancia para nuestra santificación.

“Con la misma medida que midáis, seréis medido”. Si no eres capaz de medir con una inteligencia abierta lo que Dios pide, si no eres capaz de medir con una inteligencia luminosa las situaciones que te rodean, si no eres capaz de exigirte ver siempre la verdad y lo que Dios quiere para la santificación de tu alma en todas las cosas que están junto a ti, ésa medida se le está aplicando, en ese mismo momento, a tu alma.
Qué importante es que aprendamos a purificar nuestra inteligencia, a dudar de los juicios que hacemos de las personas y de las cosas, o por lo menos, a que los confrontemos constantemente con Dios nuestro Señor, para ver si estamos en un error o para ver qué es lo que Dios nuestro Señor quiere que saquemos de esa situación concreta en la cual Él nos está poniendo.

Pero cuántas veces lo que hacemos con Dios, no es ver qué es lo que Él nos quiere decir, sino simplemente lo que yo le quiero decir. Y éste es un tremendo riesgo que nos lleva muy lejos de la auténtica conversión, que nos aparta muy seriamente de la transformación de nuestra vida, porque es a través del modo en el cual vemos nuestra existencia y vemos las circunstancias que nos rodean, donde podemos estar llenando nuestra vida, no de los criterios de Dios, no de los juicios de Dios, sino de nuestros criterios y de nuestros juicios. Además, tristemente, los pintamos como si fuesen de Dios nuestro Señor, y entonces sí que estamos perdidos, porque tenemos dentro del alma una serie de criterios que juzgamos ser de Dios, pero que realmente son nuestros propios criterios.

Aquí sí que se nos podría aplicar la frase tan tremenda de nuestro Señor en el Evangelio: “¡Ay de vosotros, guías ciegos, que no veis, y vais llevando a los demás por donde no deben!”. También es muy seria la frase de Cristo: “Si lo que tiene que ser luz en ti, es oscuridad, ¿cuáles no serán tus tinieblas?”.

La conversión de nuestra inteligencia, la transformación de nuestros criterios y de nuestros juicios es un camino que también tenemos que ir atreviéndonos a hacer en la Cuaresma. ¿Y cuál es el camino, cuál es la posibilidad para esta transformación? El mismo Cristo nos lo dice: “Dad y se os dará”. Mantengan siempre abierta su mente, mantengan siempre dispuesto todo su interior a darse, para que realmente Dios les pueda dar, para que Dios nuestro Señor pueda llegar a ustedes, pueda llegar a su alma y ahí ir transformando todo lo que tiene que cambiar.

Es un camino, es un trabajo, es un esfuerzo que también nos pide la Cuaresma. No lo descuidemos, al contrario, hagamos de cada día de la Cuaresma un día en el que nos cuestionemos si todo lo que tenemos en nuestro interior es realmente de Dios.

Preguntémosle a Cristo: ¿Cómo puedo hacer para verte más? ¿Cómo puedo hacer para encontrarme más contigo?

La fe es el camino. Ojalá sepamos aplicar nuestra fe a toda nuestra vida a través de la purificación de nuestra inteligencia, para que en toda circunstancia, en toda persona, podamos encontrar lo que Dios nuestro Señor nos quiera dar para nuestra santificación personal.

viernes, 25 de marzo de 2011

¿Dios te salve, María. Llena eres de Gracia?


El Saludo del Arcángel Gabriel fue en lengua hebrea, lengua santa, que María de Nazaret conocía bien. No en vano vivió once años en el Templo de Jerusalén (desde los tres años y 3 meses hasta los 14, cuando fue desposada); allí leía la Biblia en hebreo y en hebreo rezaba. Quien narra lo de este Saludo es San Lucas, y lo escribió en griego (Lengua per-fecta, como el latín): JAIRE, KEJARITOMENE: ALÉGRATE, LLENA DE GRACIA.
En Hebreo
לשמוח, מלא חן
En Griego
Χαίρε, κεχαριτωμένη
En Latín
Gaude plena gratia
Como se ve, hay variante entre una y otra lengua; en griego: ALÉGRATE; en latín: Vive. En cambio, el Arcángel dijo, en hebreo: Shalom Laj: Bienaventuranza para Ti (Cf. Lucas I, 28). Y es que la Palabra Bíblica pierde fuerza y sentido al traducirla a otra lengua. Si se quiere captar su sentido pleno hay que leer esa Palabra en la lengua original.
Y recalquemos: ningún idioma es tan desafortunado como la lengua castellana, en que tradujeron: DIOS TE SALVE.
La Real  Academia Española nos dice cuál es el sentido y alcance de ese “Te Salve”. Acorde con la Academia, Domingo José Cela, literato Laureado, dice a Nuestra Señora: “Dios Te Salve y Nos Salve”.
Así queda María de Nazaret bien equiparada. Ella Nuestra Señora con todos sus Títulos, equiparada con el pecador. Que la Madre de la Misericordia nos perdone semejante des-liz y torpeza en el Saludo que le damos, por falta de reflexión, de atención y de amor sincero.
Si bien el Kejaritomene griego, el ‘Gratia Plena’ del latín y el ‘Llena de Gracia’ del español son versiones correctas. El ESHET HEN del hebreo tiene un sentido más perfecto. Por-que “ESHET HEN” (mujer Gracia, Mujer Hermosura) puede con entera propiedad traducir-se por Gracia-hecha-Mujer o Hermosura-hecha-Mujer; como quien dijera: Hermosura encarnada en la Mujer.
Es término absoluto, cosa que no logran las versiones griega y latina. Y tal término abso-luto responde bien a la promesa de Dios, Uno y Trino: “Pongo enemistad entre TI y la MUJER” ( Cf. Génesis 3,15 ).
La Mujer es la Inmaculada y Santísima Virgen María. Por eso le da tal título su Hijo Jesús, en las Bodas de Caná: “¿Mujer, qué nos a Mí y a Ti? (Cf. San Juan 2,4). Y en el Calvario: “¡Mujer, he ahí a tu hijo!” (Cf. San Juan 19, 26). La Gracia tiene sinónimos: hermosura y don, obsequio o favor. Por eso hay quienes dicen: ‘Llena de gracias’ u “Océano de gracias”.
“Y vi, la hermosura y el resplandor de los rayos tan bellos…”Son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las piden”…”Las piedras que se quedan en sombra, son símbolos de las gracias que no me piden” (Cf., La Virgen María durante su Segunda Aparición el 27 de Noviembre de 1830 en Rue du Bac en París, a Santa Catalina Labouré).
Y ciertamente no se equivocan varios autores, porque de dones del Altísimo está plena Nuestra Señora, muchos y variadísimos. Con todo, ellos son sólo complemento del sentido y valor principal: HERMOSURA LLENA DEL REGOCIJO DE DIOS. Hermosura llena de pureza Celestial y Terrenal.
El Cantar de los Cantares, le dice: “Tota pulchra es, Amica mea” ó “Toda Hermosa eres, Amiga mía”. Y “no hay mancha (ni defecto) en Ti”.  Esa Hermosura es perfección y santidad, y también perfección corporal. Y en esa Hermosura de la Santísima Virgen María se complace el PADRE CELESTIAL y toda la creación. Toda Hermosa es Nuestra Señora, en su alma y en su cuerpo. Por eso se le puede decir: MUJER GOZO de DIOS.
LA ABSOLUTA PUREZA DE MARÍA DE NAZARET
* * *
- “María el tabernáculo exento de profanación y de corrupción”. Hipólito, Ontt, in illud, Dominus Pascit Me.
- “Inmaculada del Inmaculado”. Orígenes, Hom. I in diversa.
- “Virgen inmune por la gracia de toda mancha de pecado”.,Ambrosio, Sermo XXII in Ps. CXVIII.
- “Morada preparada para Cristo, no a causa del hábito del cuerpo, sino de la gracia original”. Máximo de Turín, Nom VII de Natali Domini.
- “Virgen inocente, sin mancha, libre de culpabilidad, Santa en el cuerpo y en el Alma, un lirio primaveral entre espinas, incontaminada del mal de Eva”. Teodoto de Ancyra, Orat. in S. Dei Genitr.
- “Todos los justos han conocido verdaderamente el pecado excepto la Santa Virgen María”. San Agustín, De Natura et Gratia 36.
“María fue prenda de Cristo”. Pedro Crisólogo, Sermo CXI de Annunt. B.M.V.
- “Es evidente y notorio que fue pura desde la Eternidad, exenta de todo defecto”. Typicon S. Sabae.
- “Fue formada sin ninguna mancha”, S. Proclo, Laudatio en S. Dei Gen. Ort, I, 3.
- “Fue creada en una condición más sublime y gloriosa que cualquier otra criatura”, Teodoro de Jerusalén en Mansi, XII, 1140.
- “No puede existir otra creatura igual o mayor en perfección, pureza, belleza y santidad que María Santísima la Inmaculada Concepción y siempre Virgen; porque ese es el querer de Dios”. Lino Sevillano Q., Manual de Espiritualidad, para el Arte – Misterio de ser Cristiano, Lección # 160, Act. 259, Bog. Jun. 13 de 1986. Pág. 397.
- “¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios! Y , ¿Después de Dios? ¡Nadie como María! Amén”. Salmo 35, 10; LAM.
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María no es, en forma pasiva, llena de gracia, como un recipiente en el cual vertemos un líquido hasta que ocupa todo su espacio, sino que ella es la Gracia hecha carne, hecha mujer. Ese recipiente que acoge la Gracia de Dios Padre es en sí mismo Gracia porque desde el inicio ella es la Gracia, la Inmaculada, en quien Dios se regocija y en quien Dios pone sus esperanzas. La Nueva Eva que no caerá en pecado sino que, por humildad, se hará esclava ante Dios para acoger al mismo Dios.

martes, 22 de marzo de 2011

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

Dóciles a la invitación de tu voz maternal, oh Virgen Inmaculada de Lourdes, acudimos a tus pies en la humilde gruta donde aparecisteis para indicar a los extraviados el camino de la oración y penitencia, dispensando a los que sufren las gracias y prodigios de tu soberana bondad.
Recibid, oh reina compasiva, las alabanzas y súplicas que pueblos y naciones, unidos en la angustia y la amargura, elevan confiados a Ti.
¡Oh blanca visión del paraíso, aparta de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística rosa, socorre las almas abatidas, con el celeste perfume de la esperanza! ¡Oh fuente inagotable de aguas saludables, reanima los corazones endurecidos, con la ola de la divina caridad!
Haz que nosotros tus hijos, confortados por Ti en las penas, protegidos en los peligros, apoyados en las luchas, amemos y sirvamos a tu dulce Jesús, y merezcamos los goces eternos junto a Ti. Amén.
Oración compuesta por Pío XII

sábado, 19 de marzo de 2011

María Reina de Todos los Santos

De un simple plumazo con esta invocación se quiere poner a María en lo más alto de la santidad conseguida por todas las criaturas humanas.

Motivos muy distintos tenemos para llamar a María "Reina de todos los Santos":
1.- En primer lugar, porque es la Madre del Rey le pertenece a Ella el título de Reina.

2.- Aventaja a todo ser humano en privilegios: "Es la Bendita entre todas las mujeres", es la única que puede ostentar la gracia de tener por Hijo a Dios, no por mérito propio, sino por pura gratuidad de Dios, su actitud de colaboración a los planes de Dios la hacen partícipe en la gran obra de la Redención por la que los humanos podemos alcanzar la gran dignidad de ser partícipe de la naturaleza divina, que nos hace ser Santos.

3.- Aventaja a todos los Santos en virtudes y perfecciones, observa al respecto San Bernardo, el apóstol por excelencia de María en la Edad Media: "No le falta a María: Ni la fe de los Patriarcas,ni la esperanza de los Profetas,ni el celo de los Apóstoles, ni la constancia de los Mártires, ni la templanza de los Confesores, ni la pureza de las Vírgenes".

Si María es modelo de todas las virtudes, los Santos tuvieron en Ella un espejo en donde mirarse, un estímulo para superarse.

Ella como Madre reprodujo todas las virtudes, que están al alcance de las personas. La ejemplaridad de María está en todos los órdenes y para todos los estados.

Nos confirma esto el ejemplo de los Santos, quienes con el auxilio de María han llegado al grado de perfección del que en el cielo disfrutan.

No hay estado ni forma posible de vida que no encuentre en María la virtud o virtudes, que necesitan para sobresalir en un limpio pugilato de amor a Dios.

La intercesión de María nos es imprescindible en nuestra vida espiritual todo ello por pura gratuidad de Dios.

Así nos lo ha contado el "Doctor Melifluo" (Maestro que destila miel), quien entre las alabanzas que dirige a María sobresale la que nos cuenta de su patrocinio y poderosa mediación: "Nada quiso darnos Dios que no pasase por manos de María. Tal es la voluntad de aquel que ha querido que todo lo conseguimos por su medio".
Esto nos lleva a la conclusión de que toda persona santa tiene que ser mariana. Gráficamente nos lo decía San Juan de Avila. "Más quiero estar sin pellejo que sin devoción a María".

Muchos se han distinguido por un singular amor filial a Nuestra Señora, pero todos se han acercado a Ella como modelo a imitar e intercesora a quien acudir.

San Efrén, diácono (300 - 370) nos indica lo que María es para todos y cada uno de los Santos: "Oh Virgen, Vos sois el júbilo de los Santos".

No hay Santo, si no hay amor a Dios, y esto supone que amemos lo que El ama, al prójimo, entre los que tienen derecho al amor de los demás sobresale: María.

Son muchas las razones que tenemos para amarla:. Es la Madre de Dios, a quien tengo que amar. Es mi Madre, este es el motivo para amarla. Es la Madre de la Iglesia, a la que pertenecemos.

El marianismo es una tónica común a todos los Santos, algunos sobresalen por el espíritu de invocación, otros por el de alabanza, gratitud, imitación y servicio. Los matices pueden ser distintos, pero su labor sigue siendo la misma, cumplir la recomendación que María nos ha dejado en el Evangelio: "Haced lo que El os diga". (Jn. 2, 5).

Los Santos ayudados por María e imitadores de sus virtudes nunca han superado al modelo, pues, la santidad está en proporción directa con el amor de Dios y ninguna criatura supera a María, ya que Ella es la "llena de gracia".

La misión para la que Dios la había escogido exigía que Ella sobresaliese entre todos por la santidad, que es el valor más cotizado por Dios, pues, su amor le hizo acercarse a nosotros hasta el punto de ser "en todo semejante a nosotros menos en el pecado", para que nosotros podamos participar de la naturaleza divina y ser santos.A María la podemos contemplar en cada una de las virtudes: caridad, esperanza, fe, pureza, humildad etc.., y veremos como ninguna criatura la ha superado en el ejercicio de la misma, por eso con toda razón podemos llamarla "Reina de Todos los Santos".


miércoles, 16 de marzo de 2011

¿Cuáles son mis actitudes frente a María?

  
Autor: P Mariano de Blas | Fuente: Catholic.net
 Si quiero muchísimo a la Santísima Virgen, tengo que querer muchísimo a Jesús. 

¿Qué actitudes debo de tomar de frente a la Santísima Virgen?

En primer lugar, gloriarme en Ella como me glorío en Cristo. Decía San Pablo que Cristo en la cruz es el culmen de todo: “Líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Jesucristo”.

También podemos decir de modo semejante ¿cuál es tu gloria más grande, oh, Niña Eterna? Tu imagen más maravillosa con tu hijo muerto en tus brazos aquel Viernes Santo, Santísimo. Yo también digo: "Líbreme Dios de gloriarme si no es en María Santísima, con su hijo muerto en los brazos, aquel Viernes Santo”.

Si quiero muchísimo a la Santísima Virgen, tengo que querer muchísimo a Jesús, a quien llevó en sus brazos de niño, al que tuvo muerto sobre sus rodillas, al que Ella ama más que a sí misma. Por eso, no hay peligro en amar mucho a la Santísima Virgen y que esto pueda ir en perjuicio del amor a Jesucristo. Todo lo contrario: Ella es un camino hacia Cristo, ella lo sabe, ella lo quiere, para ella es su máxima gloria: llevarnos a Cristo. Y, por eso, uno que se empeña en amar a María, acabará amando a Jesús, por necesidad.

Segundo, ser un niño. Si yo tuviera alma de niño me llevaría mil veces mejor con Cristo, con mi madre y con los hombres, y, aún, conmigo mismo. Cuanto más sencillo sea con la Santísima Virgen más nos vamos a entender. A veces le he preguntado, le he pedido que me dé un conocimiento y un amor muy grande hacia Jesús. La respuesta que me dio fue tan sencilla, que tardé mucho tiempo en saber que venía de Ella. Yo me esperaba una respuesta grandiosa, solemne. La respuesta fue ésta: "Sé como un niño y ten una fe viva y operante". Es decir, si te dicen que Él es Dios, créelo; si te dicen que murió crucificado por ti, créelo; si te dicen que está en la Eucaristía por amor a ti, acéptalo y créelo como un niño, con fe viva y operante.

Si la Santísima Virgen me dice que sea un niño con Jesús, ¿qué tengo que ser con Ella? Un niño eterno. En el orden espiritual soy como un niño, no soy más que eso. Por tanto, comportarme con María como un niño impotente, inexperto, pero confiado.

Tercero, amar y confiar. “ ¡Oh, Madre, somos otros niños Jesús que corren a tu encuentro, que quieren amarte como Él y ser amados por ti! ¡Oh, María, yo te quiero decir, hoy y siempre: tú eres mi victoria, tú eres mi paz, mi seguridad! “ Y esto lo debe de decir cada sacerdote, cada cristiano, si de veras quiere a María como madre.

Resucitar es sentir la alegría del triunfo de Cristo en mi corazón. “Jesucristo, Tú eres mi victoria.” Pero, también sentir el triunfo de María Santísima en su Asunción. “ ¡Madre bendita, tú también eres mi victoria! Y así como me alegro del triunfo de Cristo resucitado, me alegro del triunfo tuyo, Madre mía, en tu Asunción al cielo. Es también mi triunfo, porque es el triunfo de mi madre. Cuando un hijo tuyo te toma en serio, todas las cosas se vuelven posibles.” Esas cosas que uno piensa a veces: ¿podré? ¿Me curaré, algún día, de esa enfermedad? ¿Podré superar esa tentación alguna vez? ¿Podré lograr esas metas apostólicas?

Esas cosas que uno considera imposibles, o muy difíciles, se hacen posibles cuando se toma en serio, en serio, a María Santísima. Por ejemplo, vencer todas las tentaciones, conquistar las metas difíciles y, sobre todo, llegar al cielo.

Quiero arriesgarme del todo con la mujer más maravillosa del mundo, la madre más tierna, la reina más poderosa: María. Es una gran diferencia tener una madre como tú, una gran diferencia. A veces se nos ve a los cristianos tristes, desorientados, desanimados, como niños huérfanos. ¿Dónde está tu madre? ¿Quién es? ¿Cómo se llama? Cuando estoy enojado, desanimado o impaciente, al mirar tu rostro, al contemplar tus ojos, al mirar tu sonrisa, se me va el enojo, el desaliento y la impaciencia, Madre.

Y cuanto más incapaz me sienta por falta de cualidades, de tiempo y experiencia, más me debo lanzar. Eso es fe y confianza y amor. Lo otro es la vanidad de siempre, el mirarme a mí, y a mi barca y a mis redes, y no a Cristo Omnipotente y a María, omnipotencia suplicante. La diferencia de Pedro. Primero dijo: "Toda la noche he tirado mis redes y no he sacado ni un pez". Lo segundo: "En tu nombre echaré las redes". Las redes llenas de peces: ésa es la diferencia. Y no crean que Jesús se enoja porque uno tira las redes, también, en nombre de María Santísima. Jesús sonreirá de gusto, de emoción, al ver que no sólo confiamos en Él y tiramos las redes en su nombre, sino que también confiamos en María, su madre y la nuestra, y en su nombre, en el nombre de Ella, echamos también nuestras redes. En nombre de María también se llenarán nuestras redes de peces. No te quiero perder, madre mía. El día que te pierda, estaré perdido. Ese día sí estaré perdido.

Y cuando se juntan muchos contratiempos -que eso nos suele suceder en nuestra vida- podemos recordarnos a nosotros mismos, o recordar a otros, quién es la causa de nuestra alegría. Si realmente creemos en esto que decimos diariamente en las letanías del rosario, debería siempre asomarse a nuestro rostro una sonrisa eterna, una paz permanente, una fortaleza continua, aún en medio del dolor y del sufrimiento. ¡Oh, María, tú eres mi salvación! ¡Contigo sí me atrevo! ¡Contigo sí puedo! ¡Contigo voy al fin del mundo! Esto lo tenemos que decir, lo tenemos que gritar, a todos aquellos enemigos que nos desafían: llámese mundo, llámese demonio, llámese la carne; que nos desafían a que no llegaremos a santos, y no llegaremos a realizar grandes cosas en el apostolado. Hay que profundizar la confianza en Ella hasta sentir en las venas, en el cuerpo, en el alma toda, una seguridad y un valor absolutos. Yo sé que una Mujer me llevará al cielo, me obtendrá la gracia de la santidad, el valor de los mártires, el celo de los apóstoles.

Como San Pablo, yo también, y tú, podemos decir: "todo lo puedo en Cristo, que me conforta". Pero también podemos y debemos decir: "todo lo puedo en María, que me fortalece". Si tengo a María Santísima, si tengo a Cristo, y creo que me aman muchísimo y lo pueden todo, no debo temer, andar asustado, inquieto, derrumbado: jamás.

Se ha hablado de que el sacerdote ha perdido su identidad. Su identidad es ser otro Cristo en la tierra. ¿Ustedes creen que a María Santísima se le puede olvidar el rostro de su Hijo? ¿Ustedes creen que María Santísima ha perdido, o desconoce, la identidad del sacerdote, cuando ve en él la imagen, el rostro, de su propio hijo? ¿Quién nos ha dicho que el sacerdote ha perdido su identidad? Si la lleva impresa en su alma a fuego.

¿Se puede o no se puede con María? ¿Se puede o no se puede en la Iglesia resolver los grandes problemas, las grandes reformas? ¿Se puede o no se puede con María? Se pudo al inicio, porque Ella puso a rezar a la Iglesia. Ella obtuvo la venida del Espíritu Santo que transformó a aquellos hombres de cobardes en valientes, de tímidos en leones, de hombres incapaces -humanamente hablando- en apóstoles que lograron realmente la conversión de aquel mundo pagano. Hoy, la Iglesia también puede si toma en serio a María Santísima. Ella es, por providencia de Dios, la que volverá a pisar, a aplastar, la cabeza de Satanás que se ha metido dentro de la misma Iglesia.

Por eso, si hoy queremos triunfar, individualmente como cristianos, como sacerdotes, y conjuntamente como Iglesia, tenemos que tomar muy en serio en nuestra vida, en nuestra oración, en nuestro apostolado, a quien aplastó la cabeza de la serpiente: a María Santísima.

domingo, 13 de marzo de 2011

Con María, y una barca que se aleja




Me tomas de la mano y me conduces a la orilla del lago, justo a tiempo para ver al Maestro y los discípulos subir a una barca y alejarse.
Autor: Ma. Susana Ratero | Fuente: Catholic.net


Leo el Evangelio según San Marcos (6,30-34).

Lo leo, Madrecita, refugiada en tu Corazón, pues por experiencia he aprendido que es el mejor sitio para escuchar a tu Hijo, para aprender sus enseñanzas y sacar el mayor fruto en mi propia vida.

Así pues, mirando tu pequeña imagen de Luján, el corazón se va a aquella casa, donde Jesús está con sus discípulos y “los que iban y venían eran muchos y no les quedaba tiempo ni para comer”...

Me acompañas, dulce Madre, me tomas de la mano y me sientas muy cerquita del Maestro, para escuchar su Palabra...

Cada palabra, cada mirada de Él, es bálsamo exquisito para mi alma dolorida. En un momento, al ver tanta gente, Jesús les dice a los discípulos: “Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco”. Se despide de nosotras y se aleja.

- ¿Adónde va, Madre? ¿Podemos seguirle?

Me tomas de la mano y me conduces a la orilla del lago, justo a tiempo para ver al Maestro y los discípulos subir a una barca y alejarse. Una honda pena me llena el alma. Jesús se aleja... se va... o lo que es peor, no puedo seguirle. Y las olas del lago marcan la distancia con acompasado canto en la orilla.

- Madre ¿Qué hago ahora?

- Aprende, hija, aprende. Mira las aguas ¿Qué ves?

Sin comprenderte aun y sin pensar un poco más allá de lo que tengo a la vista, te digo sorprendida:

- Pues... agua, Madre... el agua es... solo agua...

- No si la miras con el alma, hija. Vamos, atrévete, te sorprenderás.

Y de tu mano dejo a mi alma mirar con sus ojos. Y el agua ya no es agua. Las olas no son olas, sino que son... son todos mis miedos, mis olvidos, mis excusas, mis pecados. Todo lo que no me permite seguir a Jesús por donde va. Y mi alma gime en una pregunta:

- Madre ¿Qué hago? ¿Cómo paso por encima de todo esto? ¿Cómo torno en puente estas aguas turbulentas?

Me abrazas suavemente y me acaricias el cabello. Siente mi corazón inmensa paz. Siente mi alma que aun no se acabaron los caminos.

- No es un puente el único camino para llegar, hija. Además, en la barca se van las herramientas que necesitas para construirlo. No, no puedes hacer un puente.

- ¿No hay esperanza, entonces, Madre?

- Siempre la hay, querida hija, siempre...Mira a tu alrededor.

Allí noto que “les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos”

- ¿Rodear el lago, Madre? ¿Ir por tierra siguiendo al que va por las aguas? ¿Cómo llegaré? Es demasiado lejos... no podré, Maria, lo siento...

- ¡Vaya, que pronto bajas los brazos!

- Es... que conozco mis fuerzas y sé que no podré.

- Bien dices, hija. Conoces “tus” fuerzas, pero ¡Te aseguro que desconoces las mías!

- No te comprendo, Madre.

Y estiras tu mano segura hacia la mía, vacilante. Tu mano es segura, brillante, purísima ¿Cómo negarme a tomarla? Y la aprieto con todas mis fuerzas.

- ¿Lista?-me dices sonriente- Prepárate, hija mía, prepara tu alma para el milagro.

Y, antes que alguna pregunta turbase tan delicado momento, comienzas a correr por la orilla. Me llevas. Siento los pies ágiles y el corazón liviano. Conoces todos los atajos, todos los secretos del camino. La gente corre a esperar a Jesús y noto que, de tu Mano, voy más rápido. Y compruebo que eres el camino más corto, perfecto, fácil y seguro para llegar a Jesucristo.

Estamos a pocos metros de la barca. Jesús nos ve llegar. Tu, espléndida, yo, jadeante, asombrada, feliz... Las demás personas nos miran con asombro pues no comprenden cómo hemos llegado antes que ellos.
Recupero el aliento mientras Jesús se nos acerca.
Te abraza. Le hablas de mí. El Maestro me mira y se compadece.

Las palabras se me han volado... no hacen falta. Él conoce bien cada dolor, cada espina de mi corazón, cada pecado cometido.

El Maestro, entonces, se dispone a enseñarnos.
Te sientas a mi lado, Madre, y das a mi alma el mejor de los consejos, el que repites a cada devoto tuyo: ”Haz todo lo que Él te diga”

El alma se va serenando. Apoyo mi cabeza en tu hombro mientras le escucho. Cuando Jesús hace unos segundos de silencio, tú te apresuras a explicarme lo que no entendí.

Ya cae la noche, el sol se ha escondido por completo en la ventana de la parroquia. Ya no estoy sentada a la orilla del lago sino en el banco... pero aún siento Tu Mano entre las mías... Al mirarlas, veo con alegría que aun sostienen el Rosario, rezado antes de Misa...

Te había pedido abrazar al Maestro cuando terminase de hablar, pero temí no poder hacerlo por tanta gente que había a su alrededor. Pero recordé tus palabras: “¡Tu no conoces mis fuerzas!”. Y me diste el regalo del abrazo con Jesús. No a la orilla del lago, sino en la Eucaristía. Un abrazo de Corazón a corazón. Un abrazo lleno de palabras, de lágrimas, de caricias, de alivio para el alma.
Ahora sé que muchas veces sentiré que Jesús se aleja y unas olas de dolor, de olvido y hasta de pereza intentarán separarme de Él. Sé, Madre, que entonces deberé tomar tu Mano y correr contigo, porque Tú conoces todos los caminos para llegar a Él... todos los atajos, todos los secretos.


Amigo mío, amiga mía que lees este sencillo relato. Cuando sientas que las olas del dolor, del olvido, la indiferencia... o cualquier otra, te separe del Maestro, corre con tu corazón a los pies de María. Pídele te dé su Mano para seguir a Jesús. Ella es el camino más corto, fácil, seguro y perfecto para llegar al más ansiado de los destinos: El Corazón de Jesús.
María Susana Ratero.



NOTA de la autora: "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón por el amor que siento por Ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.
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