Sí, una; que por ser muy consoladora, voy a transcribir en toda su extensión:
"Declaró el
Señor a Santa Gertrudis que cuantas veces reza un cristiano
el Avemaría, otras tantas brotan del seno del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo tres impetuosos arroyuelos que
van a penetrar suavemente en el corazón de la Santísima
Virgen. Luego, saliendo de este mismo corazón, van a buscar
su origen, y estrellándose al pie del trono de Dios, cual
ola embravecida contra una roca, déjanla poderosísima,
según el Padre, sapientísima, según el Hijo,
y llena de amor y misericordia, según el Espíritu
Santo.
Mientras uno está
diciendo el Avemaría corren estos arroyuelos con grande
impetuosidad alrededor de la Santísima Virgen inundándola,
y vuelven a precipitarse enseguida sobre su Corazón santísimo.
Con maravillosa precipitación van a buscar primeramente
su origen y, retrocediendo después, se resuelven en gotas
brillantes de gozo, dicha y salvación eterna, y caen cual
lluvia benéfica sobre los Angeles y Santos y sobre los
que recitan entonces la salutación angélica; y
de este modo llegan a renovarse cada uno todos los bienes que
recibiera por medio de la Redención". (P. Faber: .Todo por Jesús,
cap. IV.)
También quiero apuntar
aquí otra no menos interesante.
Como Santa Matilde suplicase
a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la
muerte, oyó que la benignísima Señora le
decía: "Sí que lo haré; pero quiero
que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías.
La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró
a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más
poderosa en el cielo y en la tierra, así también
yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda
potestad enemiga. Por la segunda Avemaría me pedirás
que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría,
en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima
Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el
trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe
y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan
las tinieblas del error e ignorancia. Por la tercera, pedirás
que así como el Espíritu Santo me ha llenado de
las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después
de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así
yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de
amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para
ti en delicias."
También se cuenta de
Santa Gertrudis que mientras cantaba una vez los maitines con
sus hermanas en la fiesta de la Anunciación, vio de pronto
en figuras sensibles a las Tres Personas de la Santísima
Trinidad, y que del corazón que cada una de ellas parecía
tener, salía un rayo que penetraba en el corazón
de la Bienaventurada Virgen María. Luego oyó una
voz que decía: "Después del Poder del Padre,
de la Sabiduría del Hijo y de la Misericordia del Espíritu
Santo, nada hay comparable al Poder, a la Sabiduría y
a la Misericordia de María."
Bien autorizada queda esta
devoción por las revelaciones y el ejemplo de gran número
de Santos que desde muy antiguo la vienen usando, seguros de
que prestaban un grato servicio a la Virgen rezando las Tres
Avemarías para honrar su Poder, su Sabiduría y
su Misericordia.
A mayor abundamiento, los Sumos
Pontífices, tan devotos de Nuestra Señora, han
autorizado con su ejemplo esta devoción y la han recomendado
a los fieles en la forma acostumbrada. Pío IX comenzó
a rezar las tres Avemarías después de la Misa en
su Capilla del Vaticano; León XIII mandó que se
extendiese esta práctica a toda la Iglesia. Además,
concedió doscientos días de indulgencias a todos
los que rezasen las tres Avemarías y añadiesen
esta jaculatoria: "Madre mía, libradme en este
dia (o en esta noche) de pecado mortal". Pío
X concedió trescientos días de indulgencias a los
que rezaren las tres Avemarías con esta otra jaculatoria:
"¡Oh María!, por vuestra Inmaculada Concepción,
purificad mi cuerpo y santificad mi alma."
Añadamos para completar
lo que venimos diciendo la autoridad de un teólogo tan
santo y esclarecido como San Alfonso María de Ligorio,
que ensalza y recomiendo de la manera más eficaz, y a
cada paso, en sus escritos la devoción de las Tres Avemarías;
y el ejemplo de un apóstol tan celoso de la salvación
de las almas como San Leonardo de Puerto Mauricio, que predicaba
constantemente las excelencias de esta piadosa práctica,
y no se cansaba de recomendaría a los confesores para
que éstos la inculcasen en sus penitentes como remedio
eficaz contra los vicios, señaladamente contra la impureza.
¿En
qué consiste la devoción de las Tres Avemarías?
En rezar tres veces el Avemaría
a la Santísima Virgen, Madre de Dios y Señora nuestra,
bien para honrarla, bien para alcanzar algún favor por
su mediación.
Honrar tres principales atributos
de María Santísima, a saber: el poder que le otorgó
Dios Padre, por ser su Hija predilecta; la sabiduría de
que la adornó Dios Hijo, al elegirla por su Madre; y la
misericordia de que la llenó Dios Espíritu Santo,
al escogerla por su inmaculada Esposa.
La afirmación católica
de que la Santísima Virgen poseyó, en el más
alto grado posible a una criatura, los atributos de poder, sabiduría
y misericordia.
Esto enseña la Iglesia
al invocar a María como Virgen Poderosa, Madre de Misericordia
y Trono de Sabiduría.
En rezar tres veces el Avemaría
durante nueve días. Como hemos indicado en su lugar, la
Santísima Virgen prometió a Santa Matilde asistirla
en la hora de la muerte si rezaba cada día en su honor
tres Avemarías para celebrar los atributos de Poder, Sabiduría
y Misericordia con que la enriqueció la Beatísirna
Trinidad.
Mas los devotos de María,
entendiendo con esto cuán de su agrado es este obsequio,
juzgaron que repitiéndolo durante nueve días, quizás
alcanzarían para sus necesidades el eficaz socorro de
su poderosa intercesión. Este es el origen de la Novena
eficaz de las Tres Avemarías.
Esas Tres Avemarías
son como otras tantas aldabadas que damos a las puertas del misericordioso
y compasivo corazón de Nuestra Señora; son como
tres aclamaciones angustiosas con que el alma implora su Poder,
Sabiduría y Misericordia para el remedio de las múltiples
necesidades que la aquejan.
Cuán del agrado de Nuestra
Señora sea este piadoso ejercicio, dicenlo muy elocuentemente
los muchos y diversos favores, tanto espirituales como materiales,
que cuentan haber alcanzado por semejante práctica las
personas que se han servido de ella para implorar la protección
de la Santísima Virgen.
Pero lo más consolador
son los beneficios espirituales que dispensa la Santísima
Virgen por medio de esta Novena. Diríamos que esa bendita
devoción es el anzuelo con que María Santísima
pesca innumerables almas para el cielo; muchas, ciertamente,
serán deudoras de su eterna felicidad en la gloria a la
eficacia de esa devota práctica.
Conversiones extraordinarias
de pecadores moribundos que se logró recibieran los últimos
Sacramentos, a lo que se resistían; jóvenes extraviados,
devueltos al camino del bien y al hogar, de donde los había
arrancado la perversión; niatrimnonios que han recuperado
el tesoro de la paz y unión, que hacia tiempo habían
perdido; almas atormentadas por los escrúpulos y otras
penas interiores, que recobraron la paz de conciencia y el sosiego
de su espíritu; en fin, devoto lector, que esta Novena
parece la panacea de todos los males, así del cuerpo como
del alma.
Si quieres convencerte de ello,
pruébalo; haz una Novena o varias para el remedio de tus
necesidades o las de tu familia; pero hazla con fe y confianza,
y purifica tu alma con una buena confesión; acude en los
trances apurados a este piadoso ejercicio, y no dudo de que experimentarás
su eficacia y encontrarás hartos motivos para ser devoto
de la Madre de Dios y admirarte de su benignidad, que a cambio
de tan corto servicio tan regaladas mercedes dispensa al que
se lo hace.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJA TU PETICIÓN A LA VIRGEN MARIA